Diario Córdoba

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REPORTAJE

El puzle del capitán Tarazona y su nieta

Sol Rodríguez Tarazona busca retazos de su pasado en Córdoba para reconstruir su propia biografía y la de su abuelo, militar leal a la República fusilado en agosto de 1936

Sol Rodríguez Tarazona, nieta del capitán Tarazona, en una cafetería en Córdoba. A.J. GONZÁLEZ

Ha querido el azar que la salida de Queipo de Llano de la basílica de la Macarena al grito de «honor y gloria para las víctimas del franquismo» pillara a Sol Rodríguez Tarazona en la ciudad de Córdoba. La nieta del capitán y jefe de la guardia de asalto Manuel Tarazona Anaya, juzgado y fusilado por permanecer leal a la República en 1936 y enterrado desde entonces en el cementerio de San Rafael, volvió a la capital cordobesa desde París, donde vive desde que su familia emigrara en los años 50 del siglo XX. Al pronunciar el nombre del virrey de Andalucía a Sol se le quiebra la voz. «No siento alegría, pero me parece muy bien que saquen de ahí a un hombre que fue una bestia sanguinaria».

Sol es hoy una médica jubilada, de 67 años, madre de una hija y abuela de dos nietos, que busca su identidad entre los retazos de las historias que le van contando unos y otros. Una persona que reconstruye su propia biografía y abraza el recuerdo de un abuelo --un militar conservador que había nacido en Madrid en 1901 y combatió en el Riff -- del que apenas le habló nadie en su casa. «Yo no sabía de dónde venía yo, ni quién era, y cuando lo descubres tienes que integrarlo a lo que tú ya eres», dice entre lagrimas esta francesa de adopción que siempre pensó que pese a la plenitud de su vida en Francia le faltaba algo. «Cuando me enteré de todo esto, ese hueco que tenía de no saber de dónde era se me acabó. Desde hace 8 años he tenido que asumir quién soy, tratar de sacar partido de ello e intentar ser una buena persona y ayudar», dice en referencia al movimiento memorialista. 

A este encuentro en Córdoba asiste también Antonio Barragán, que le ha regalado a Sol su último libro Enterado. Justicia militar de guerra en Córdoba: 1936-1945. «Lo dijo el psiquiatra Carlos Castilla del Pino que defendió el fundamento moral de recordar: somos memoria», sostiene el historiador que ayuda a recomponer el puzzle de los Tarazona. «La sociedad está obligada a recuperar la memoria de los sin biografía, de los que solo aparecen en listas de ejecutados», apostilla. 

Sol Rodríguez Tarazona, nieta del capitán Tarazona. A.J. GONZÁLEZ

Sol también ha podido ir recomponiendo su puzle gracias a las aportaciones del historiador cordobés, Manuel García Parody, que escribió el libro Manuel Tarazona un caído por la libertad y por España, y del historiador afincado en Lucena Arcángel Bedmar (en su web dedica un artículo completo a la historia del militar). «Yo quería saber lo que pasó y sobre todo lo que he buscado es que alguien me contara cómo fue mi abuelo». 

Hacía 4 años que Sol no podía venir a Córdoba --y «estaba deseando», confiesa--, porque desde que empezó a conocer la verdad cumple con la tradición de visitar la tumba de su abuelo siempre que puede. «Cuando vine aquí me di cuenta de que no solo era la historia de mi abuelo, era la historia de un país», dice mientras llora. «¿Por qué llora?», le pregunto. «Porque nos tuvimos que ir de España», responde. 

Ellos murieron, pero las familias penaron. A la mujer de Tarazona, como a otras muchas, se le tuvo que aplicar la ley de Responsabilidades Políticas, y terminó refugiándose en Madrid. Allí, Josefina Ortega terminó uniéndose, lo que son las cosas, a un militar franquista con quien tuvo otra hija. «Siempre he pensado que lo hizo para protegernos», comenta Sol que salió de España con sus padres (él era comunista) por motivos políticos a finales de los 50.

Juicio y fusilamiento de Tarazona

La historia del capitán Tarazona, el militar de más alto rango fusilado en Córdoba por su actuación durante el 18 de julio de 1936, se cruza aquella fecha histórica con personajes de la historia local claves como el alcalde socialista Manuel Sánchez Badajoz, también fusilado por los franquistas a los pocos días, o por el coronel Cascajo, el hombre de Queipo de Llano en la provincia. De hecho, cuenta Arcángel Bedmar, que en «Sevilla el 11 de agosto de 1936, el auditor de guerra, Francisco Bohórquez, dio su conformidad al fallo, y Gonzalo Queipo de Llano, general jefe de la II División, decretó la inmediata ejecución del capitán Tarazona» y que «a las 9 de la mañana del día 13 llegó la orden a Córdoba. El coronel Ciriaco Cascajo mandó que se realizara el fusilamiento ese día, a las 11 de la mañana, en el patio del cuartel del Marrubial». 

Al fusilamiento llegó después de un juicio sumarísimo en el que no hubo unanimidad, ya que un militar votó en contra y lo defendió por su moderación y lealtad al país. «En mi opinión personal --comenta Antonio Barragán-- la ejecución de Tarazona creó un cargo de conciencia muy mala entre los militares golpistas en Córdoba», dice convencido y esgrime como prueba el propio enterramiento del capitán en el cementerio de San Rafael. Reza la lápida: A Manuel Tarrazona Anaya, el 13 de agosto de 1936. A los 34 años de edad. Recuerdo de su esposa e hija.

«No sé qué haría mi abuela pero cuando fui al cementerio a preguntar si había que pagar algo por la tumba me dijeron que no me preocupara que eso estaría ahí para siempre», apostilla Sol.

En un homenaje que la Junta de Andalucía rindió a su abuelo y a otras víctimas del franquismo, el nieto de Sánchez Badajoz le relató a Sol una anécdota que su madre le contó a su vez. «Me dijo que mi abuela le dio una bofetada en la calle a Cascajo después de haber matado a mi abuelo. No creo que aquello pasara, que ella se atreviera, pero era una mujer de carácter y no lo descarto».

Sol tiene previsto regresar a Córdoba el próximo mes de marzo. Seguirá recabando piezas de su puzle, el puzle de los Tarazona, hasta que pueda.

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