Diario Córdoba

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UN PASEO ENTRE TUMBAS, PANTEONES Y NICHOS

Cementerios de Córdoba, historia y arte: la unión eterna con la propia tierra

San Rafael y la Salud esconden personajes ilustres, elementos de gran valor y la certeza de que la clase social permanece tras la muerte

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Historia y arte en los cementerios de Córdoba A.J.GONZÁLEZ

Pasear entre tumbas puede resultar una actividad, cuando menos, curiosa. Sin embargo, está mucho más extendida de lo que parece. Existe, incluso, el denominado necroturismo, que al fin y al cabo no es más que una vertiente del turismo cultural y que consiste en visitar cementerios para admirar su patrimonio artístico, arquitectónico o para descubrir las historias de quienes allí descansan. En Córdoba, los cementerios de la Salud y de San Rafael invitan a un paseo sosegado por entre sus calles bajo la sombra de los siempre perennes cipreses, esos árboles de altas copas que, además de prestarse a la mitología de la cercanía con el cielo, también son fáciles de mantener.

Los dos cementerios citados son los mayores con los que cuenta la ciudad. Uno es más antiguo y pequeño, el otro es enorme y algo más moderno. Ambos encierran entre sus paredes a personajes ilustres y ambos tienen tumbas sin nombre donde los olvidados comparten derechos con quienes heredaron apellidos compuestos.

De apellidos compuestos, precisamente, está lleno el cementerio de la Salud. Construir el camposanto costó 51.233 reales con 27 maravedíes allá por principios del siglo XIX. El valor que guarda ahora, especialmente entre sus imponentes panteones que recogen a familias de renombre, es incalculable. Hay nombres que ya no suenan de nada a quienes puedan adentrarse en este espacio que lleva por nombre completo Nuestra Señora de la Salud, pero el recogimiento se hace grande nada más entrar por la puerta y observar los pequeños nichos con los restos de niños de apenas meses. «La niña Rocío», «El niño Manuel» o «¡Hija del alma!» son algunas de las palabras que pueden leerse en unas lápidas desgastadas por el tiempo que nada tienen que ver con esos panteones de la parte central que, en algunos casos, también parecen haber sido pasto del olvido.

En La Salud están enterrados los toreros Manolete, Lagartijo, Guerrita y Machaquito

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Esos panteones y esas sepulturas son, en la mayoría de los casos, unas auténticas obras de arte que dejan claro con un solo vistazo que en esto de la muerte la clase también está presente. Hay panteones neogóticos, neoclásicos y otros más eclécticos, incluso tiene cabida la arquitectura contemporánea en un cementerio que pareció detenerse a finales del siglo XIX. Ejemplo de esa arquitectura contemporánea es el panteón de la familia López-Cubero Giménez-Rey, construido en granito gris con líneas rectas y donde lo que más llama la atención son los dos grandes ángeles que custodian la puerta, uno rezando y el otro con una flor en la mano. Si se observa desde fuera se pueden ver también unas vidrieras policromadas con imágenes de la Virgen del Carmen, del Niño Jesús, San Lorenzo y San Pedro. También de granito gris, pero de estilo muy diferente, es el panteón de los marqueses del Mérito y Valparaíso, con columnas jónicas en tres de los cuatro lados del templo clásico que representa.

Ángel de la tumba de Lagartijo en el cementerio de La Salud..jpg

Ángel de la tumba de Lagartijo en el cementerio de La Salud..jpg A.J. González

Además de acoger a la nobleza, el cementerio de la Salud también se caracteriza por guardar los restos de algunos de los toreros más famosos de la ciudad. Sin duda, la palma se la lleva Manolete, la mayor leyenda del toreo de España. Su panteón, que representa la figura yacente de Manolete, fue obra de Amadeo Ruiz Olmos (autor también del Triunfo de San Rafael o de la estatua de Maimónides). Además de Manolete, hay otros tres Califas del Toreo enterrados en La Salud. Rafael Molina Sánchez Lagartijo descansa bajo una escultura obra de Mateo Inurria, Rafael Guerra Bejarano Guerrita cuenta con su propio panteón y en la tumba de Rafael González Madrid Machaquito hay un retrato en bronce del torero, obra de Mariano Benlliure, escultor considerado como el último gran maestro del realismo decimonónico.

La mezcla entre valiosos conjuntos funerarios y nobleza se encuentra también en otros puntos del camposanto, como el panteón de la familia Barbudo, coronado por un elegante sarcófago cuyas patas son garras de león, o el de María Victoria de Rascón y Anduaga, vigilado por el ángel con la trompeta que anuncia el juicio final, una de las esculturas que más se repite en los cementerios de toda España. También se puede nombrar la imponente figura que protagoniza la sepultura de Francisca de Paula García Díaz de Morales, también de familia noble. A diferencia de lo que ocurre en prácticamente todo el cementerio, esta escultura no es un símbolo religioso, sino que representa a una mujer claramente apesadumbrada que está arrodillada, con una mano sosteniendo su rostro y la otra, una corona con flores.

Contraluz del busto de la tumba de Calerito, en el cementerio San Rafael. A.J. González

Cementerio de San Rafael

A poco menos de tres kilómetros del cementerio de la Salud se erige el de San Rafael, algo más moderno que el primero y mucho más grande. A día de hoy, las diferencias entre ambos camposantos son más evidentes. Mientras La Salud parece pertenecer de forma perpetua a la época en la que fue levantado, el de San Rafael es a día de hoy un cementerio moderno que está adaptado a una nueva realidad. Ejemplos de ese avance son los espacios que acoge este cementerio para la inhumación de urnas con cenizas, una opción que ya eligen más de la mitad de los cordobeses frente el tradicional enterramiento. Para ello, en San Rafael hay un jardín de pirámides en torno a una especie de jardín zen donde depositar las urnas, y también un bosque de plantas aromáticas para depositar los restos en urnas biodegradables.

Pero a pesar de esos aspectos más modernos, la historia que tiene el cementerio de San Rafael tiene poco que envidiar a su hermano mayor. Es aquí, por ejemplo, donde fueron inhumados, en bovedillas que les concedió el Ayuntamiento, los jefes y oficiales muertos en la batalla del puente Alcolea de 1868. También hay toreros, como en La Salud, entre los que sobresale Manuel Calero Cantero Calerito.

San Rafael es el claro ejemplo de camposanto adaptado a la actualidad

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El panteón del matador es, además, una de las construcciones más curiosas de todas cuantas guardan los camposantos cordobeses. A la enorme tumba de mármol negro se llega desde unas escaleras y está resguardada entre unos setos de donde sobresale un monolito con la cara del torero.

En San Rafael también está enterrado uno de los personajes más ilustres de la historia de la ciudad, el pintor Julio Romero de Torres, en un sepulcro frente a una gran columna. Justo al lado, descansan los restos de la familia Romero Barros.

Tumba de Julio Romero de Torres en San Rafael.

Tumba de Julio Romero de Torres en San Rafael. A.J. González

Uno de los personajes enterrados aquí y que puede despertar más curiosidad es Francis William Topham, artista de varias disciplinas que llegó a trabajar para Charles Dickens, que además era su amigo. Le gustaba visitar España y acabó muriendo en Córdoba en 1877 tras hacer un viaje desde Madrid, ya muy mal de salud, que duró 17 horas. Lo enterraron en lo que se conocía como cementerio protestante, que sufriría numerosos daños en la guerra civil. Un familiar del pintor, al ver el estado en el que se encontraba el lugar donde descansaban sus restos, informó a la embajada de España en Londres y a la de Inglaterra en Madrid. El Ayuntamiento de Córdoba se puso manos a la obra y trasladó los restos al cementerio donde a día de hoy sigue enterrado. Junto a los restos de Romero de Torres y William Topham también descansan los del compositor Eduardo Lucena, los de poeta e historiador Enrique Redel, los del teólogo y fraile Dionisio Sánchez, los del poeta Juan Bernier o los de la poetisa, educadora y articulista cordobesa y pionera por la igualdad Rosario Vázquez Angulo

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