¿Qué significa ser cordobés? La singularidad de los pueblos de nuestro planeta constituye la primordial herencia cultural de nuestra civilización, cada cual con su manera de entender la vida. Todo un batiburrillo de tradiciones, costumbres y creencias que cada comunidad ha conservado con el objetivo de adaptarse a su entorno. Asimismo, es importante entender que los pueblos son elementos vivos y están en constante evolución, a diferencia de la visión tradicional de las comunidades encerradas en sí mismas y en el pasado. En cualquier caso, cuando viajamos a cualquier parte del mundo y nos topamos con alguien de nuestra tierra, sentimos un vínculo irremediable que envuelve nuestras raíces. Y es que, salvando las diferencias, los cordobeses comparten mucho más que el lugar de nacimiento.

Bien sea en tono de sorpresa, bien sea de la forma más relajada: ‘¿Qué pasa, tío?’, ‘¿Qué dicen mis chavales?’, ‘Illo, ¿qué haces?’, ‘Nena, ¿dónde vas?’. En Córdoba hay muchas maneras de saludarse, pero pocas se quedan en un sencillo ‘hola’. Y es que es cierto que en nuestra tierra se busca la cercanía; el punto de unión. Quizá ni siquiera somos conscientes, pero al formular estas preguntas demostramos interés, más allá de la educación por saludar. Se trata, además, de algo que solemos acompañar con un choque de manos, una palmada en la espalda, dos besos o incluso un abrazo. Todo ello, finalmente, lo rematamos con un ‘a ver cuándo nos vemos, ¿no?’ o ‘te veo el lunes’, o ‘mañana nos tomamos algo y me cuentas’.

En consonancia a lo anterior y hablando de tomar algo… Si eres cordobés, te decantarás por una jarra, antes que una caña o un simple botellín de cerveza. O, si eres más de vino, pedirás un buen Vargas al camarero de turno. Pero todo ello, además, irá acompañado de una buena tapa. Ir de tapas en Córdoba es una actividad gastronómica y social top para la mayor parte de la población; ya sea en la terraza del bar, si hace buen día; en el interior, si el clima no es agradable; o incluso de pie en la barra, cuando todas las sillas están ocupadas. Al susodicho que nos acompañe, además, lo convenceremos de echar la aparcería al completo y si ya de paso cae la noche, ninguno pondrá pegas en seguir con la fiesta.

'Quillo, ¿mañana toca perol no?' Ir de perol, para un cordobés, significa echar un día en el campo o en la sierra, acompañado de un buen grupo de amigos o familia y, por supuesto, de una buena olla de arroz. Es costumbre, por ejemplo, en el día de San Rafael, custodio de Córdoba; cuando la mayoría de habitantes se dirigen a Los Villares, un parque natural muy querido en la ciudad, a celebrar el festejo. Pero además de 'perol', hay otras palabras que se utilizan concretamente en Córdoba, cuyo significado desconoce el resto de España. Por ejemplo, al decir, 'niño, qué pegos tienes', un cordobés quiere decirle a esa persona que tiene muchas tonterías. O, 'eres un pamplinas', cuyo significado es ser una persona tiquismiquis, pava, desganada. También hay otras, como 'esaborío', 'cardusa' o 'chuchurrío'.

En cuanto a gastronomía, casi por encima de todas las delicatesen del mundo, Córdoba siente una clara debilidad por el salmorejo tradicional. Esta crema, de textura suave y frescor sin igual, tiene su origen en nuestra provincia. Su elaboración consta de un majado de miga de pan, al que se añaden otros cuatro complementos; tomates, aceite de oliva, ajo y sal. Un verdadero cordobés conseguirá que la crema alcance una consistencia algo más suave que la del puré de patatas. Asimismo, la adornará con diversas guarniciones por encima, como picatostes, trocitos de jamón o yemas de huevo duro ralladas.

Cambiando de tercio, hay aspectos del día a día que definen a un cordobés de pura cepa. Entre ellos, su tendencia a la exageración; para contarte una aventura del fin de semana pasado, quejarse del tiempo que hace, de sus condiciones de vida o incluso para medir las cantidades de comida. Por otro lado, el sentido del humor de los cordobeses es de renombre y muchos de ellos, en realidad, comparten el don innato de contar chistes en público y conseguir que todo el mundo acabe con una sonrisa bien puesta en el rostro. Y sí, en Córdoba muchos guardan culto a la siestecita de después de comer.  

Por otro lado, si se te iluminan los ojos cuando alguien dice ‘mayo’, ¡eres cordobés! Este mes explota con elegancia en la ciudad de Córdoba; instalándose en las macetas de sus patios, en las cruces de sus plazuelas, en el barullo de sus casetas de feria, en las voces de sus cantaores o en el redondel del albero, donde nacieron los maestros del toreo. Un cordobés rezuma alegría por el mes de mayo. Así, con rebujito en mano, se despide del curso que finaliza y se prepara para los meses de verano. Se trata del momento del año en que el calor comienza a apretar y, mientras otras provincias andaluzas se cuidan de salir a la calle a ciertas horas, Córdoba entrega todo de sí vestida de fiesta.

Pero, en conclusión, puestos a ser meticulosos, lo cierto es que detrás de Córdoba hay más; mucho más. El encanto de nuestra tierra y su gente es infinito. Y esto, no olvidemos, se debe al cuidado y al deber que sentimos sus habitantes para con ella. Un cordobés no es sólo juerga y pereza, sino el amor tan puro que siente hacia sus orígenes. Por ello, además de todo lo anterior, cabe destacar nuestro arte en cuidar y proteger la raíz del tronco, para después poder, así, disfrutar y compartir el fruto.