Diario Córdoba

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CORDOBESES DEL AÑO Alfonso Fernández Zamorano Director de la Fundación EMET Arcoíris

«A través del placer inmediato casi nunca se llega a la felicidad»

«El 90% de las mujeres del centro han sufrido violencia de género, es algo transversal», asegura

Alfonso Fernández Zamorano. FRANCISCO GONZÁLEZ

Alfonso Fernández Zamorano decidió fundar un lugar donde las personas pudieran recuperar sus vidas. Hoy, muchos lo agradecen.

¿Cuáles son las labores esenciales de la Fundación?

Empezamos en 1983 con tratamientos a drogodependientes al consumo de heroína por vía intravenosa. Más adelante, nos hemos ido adaptando a las demandas de los tiempos e incorporado tratamiento a menores con problemas de conducta; a mujeres víctimas de violencia de género, así como a mujeres africanas que vienen, muchas embarazadas, en patera.

Han ido ampliando el abanico de ayuda de forma progresiva.

Claro, porque nuestra filosofía siempre ha sido atender a las necesidades sociales que no estuvieran suficientemente cubiertas y nunca nos hemos negado a cubrir nuevos campos de ayuda.

¿De dónde vino su inquietud por crear la organización?

Fue por un compromiso de fe cristiana. Me sentí interpelado y llamado a hacerlo, así que dejé el mundo de la empresa para dedicarme a esto.

¿Está presente la espiritualidad en el día a día del centro?

No, no. En absoluto. No se tocan ni la religión ni la política. Ni los 110 trabajadores ni aquellos que vienen a recuperar lo que han perdido en sus vidas manifiestan sentimientos políticos o religiosos. Son temas que dejamos a postura individual y que no tratamos.

¿Qué tipo de tratamiento reciben los drogodependientes?

Los primeros días son de desintoxicación física, para que se pierda el contacto directo con la sustancia. Luego vienen meses de deshabituación del cuerpo y la mente. También hay psicólogos, educadores y trabajadores sociales, que imparten talleres de competencia emocional o dirigen las terapias individuales o de grupo.

¿Es indispensable en estos casos el apoyo psicológico?

No podemos obligar a cambiar a nadie, pero a quien haya visto que no puede salir adelante de forma individual le ofrecemos la posibilidad de internarse, de emprender un camino de abstinencia.

¿Cómo es el proceso de superación de las mujeres maltratadas?

Todo está sujeto a terapia psicológica. En las mujeres que sufren violencia de género se suele establecer un patrón de dependencia emocional con la pareja. Para paliarlo, potenciamos unas terapias de grupo específicas. Las mujeres africanas, por otro lado, vienen machacadas psicológica y físicamente por los meses o años de camino, atravesando África y Marruecos, para llegar a España. En muchas ocasiones son víctimas de trata, matrimonio forzoso o ablación de clítoris. Tratamos de darles un espacio sereno para que se planteen un futuro nuevo.

¿Han notado respaldo social?

Mucho y también por parte de las instituciones. Desde ayuntamientos de pueblos y ciudades, de la Diputación, la Junta de Andalucía y del Ministerio de Políticas Sociales del Gobierno español.

¿Perciben un aumento de la drogodependencia?

Ha disminuido el consumo de heroína porque la droga más consumida actualmente es el alcohol y la cocaína, en hombres, y el alcohol y los barbitúricos, en mujeres. Se nota que cada vez consume más gente, pero en largos periodos hasta que llega a ser un problema, es una dependencia lenta. También ha aumentado la violencia de género. El 90% de las mujeres de nuestro centro han sufrido esa violencia y se trata de un problema transversal.

¿Cuál es el mayor reto que enfrentan como organización?

Cuesta mucho trabajo tener las puertas abiertas y mantener los sueldos. Pero la atención a los pacientes es lo más agradable, lo más gratificante.

¿Qué crea la drogodependencia?

El consumo de drogas es un reflejo de la sociedad actual. El adicto lo quiere todo, lo quiere ya y sin esfuerzo. Se parece a lo que incita de forma diaria la publicidad. La droga es el camino rápido para aliviar una frustración. En la sociedad actual confundimos la felicidad con el placer y ahí está el error. A través del placer inmediato casi nunca se llega a la felicidad.

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