Diario Córdoba

Diario Córdoba

REPORTAJE

Cañero, el barrio barrio que parece un pueblo pueblo

Se cumplen 75 años de la cesión de los terrenos donde Fray Albino cimentó mucho más que unas casas, todo un estilo de vida

14

Cañero, el barrio que parece un pueblo A.J. González y Oscar Barrionuevo

Al parto de Antonio Palma Herencia asistió mama Concha, la matrona de Cañero de los años 50 y 60. En aquella Córdoba en blanco y negro los niños nacían aún en sus casas y Antonio cuenta con orgullo que fue el primero en hacerlo, un 27 de junio de 1953, en el barrio impulsado por un obispo fraile, Fray Albino (Albino González y Menéndez-Reigada). Su familia llevaba apenas un mes viviendo en la calle Poeta Antonio Arévalo, hoy llamada Ana Claro Fuentes por una historia vinculada con la Historia que vino muchos años después.

Cuenta Antonio que la casa no tenía ni puertas ni ventanas, tampoco luz, pero sí cuatro habitaciones que a su abuela le parecían un lujo en comparación con el chozo que ocupaban en el barrio conocido entonces como Villa Cachonda (hoy Miraflores). A Cañero llegaron muchos vecinos emigrados de los pueblos en busca de mejores condiciones de vida, así como otros muchos de infraviviendas y patios de vecinos de la Axerquía y alrededores. La falta de un procedimiento reglado para la adjudicación de las viviendas permitió que en ciertos casos se olvidase el fin social que perseguía Fray Albino con la construcción de aquellas casas, dado que también tuvo que responder a otros favores y circunstancias. Todo ello hizo de aquellos primeros inquilinos una sociedad heterogénea.

El hecho de irse a vivir a un sitio que carecía de elementos constructivos tan básicos como una puerta o una ventana se explica porque el barrio se estrenó sin concluirse para hacer coincidir el evento con una visita de Franco a Córdoba el 29 de abril de 1953. Cosas del marketing político de la época.

El proyecto, en todo caso, se había iniciado años antes con la creación de la Asociación Benéfica La Sagrada Familia, hace ahora 75 años, una entidad dedicada a la construcción de viviendas para obreros y que daría origen a dos barrios siameses en la ciudad: el Campo de la Verdad y Cañero.

Cuando en 2097, dentro de otros 75 años, alguien escriba la historia de los nuevos barrios de Córdoba, como el Nuevo Zoco, Huerta Santa Isabel o Turruñuelos, buscará a los promotores de ahora y a los primeros moradores de las urbanizaciones, a quien puso la primera cerveza en un bar o dio la primera absolución en una iglesia para contar la génesis de esa forma de vida.

Antonio Cañero (izquierda) y Fray Albino, en el momento en el que el rejoneador le muestra al obispo la finca La Viñuela y unas huertas anexas.

En Cañero, la primera copa (de vino, seguramente) la puso Eduardo Pérez en el bar Benavides, y la primera absolución, Bartolomé Blanco, el párroco más longevo de la iglesia de San Vicente Ferrer, inaugurada en 1956, y al que sus feligreses premiaron sus años de dedicación dándole su nombre a una calle del barrio.

Eduardo Pérez, hijo, atiende hoy la barra en la Asociación de Vecinos Cañero Nuevo y recuerda que el Benavides y La verdad fueron los primeros bares de la plaza, donde hoy se asoman el Hollywood y la Bodeguilla, que comparten universo geográfico y gastronómico nada menos que con un dos estrellas Michelin, el famoso Noor, ubicado en la calle principal (¿hay una nomenclatura de calle que sea más de pueblo?).

«Mis padres venían del Campo de la Verdad y empezaron viviendo en el mismo bar Benavides, que estaba donde hoy está el chino y que era un punto de encuentro donde se juntaban todas las charpas del barrio: los trincas, los de la peña flamenca, los del fútbol, los chavales y los rojos», recita Eduardo como si fuera la lista de los reyes godos.

La primera copa la puso Eduardo, el del Benavides, y la primera absolución la dio don Bartolomé

decoration

Pablo Garzón, el párroco actual de Cañero, es el tercero que se encarga de la parroquia que asiste también a Fidiana y donde, confiesa, ha aprendido «a ser cura». De su feligresía aprecia «la fe sencilla y muy pura» y «la colaboración y el altruismo», ingredientes estos últimos que han sido siempre seña de identidad del barrio y se han traducido en panes y peces.

Ahora mismo, la asociación de vecinos está en plena preparación de la cruz de mayo, una de las que más premios ha cosechado en el concurso municipal, y que se monta literalmente en la parroquia (la cocina se instala dentro de las dependencias de la iglesia y la decoración, en su muro lateral). Pepe Vivas, el artífice de las creaciones cada mes de mayo, guarda con celo sus proyectos, aunque el que se verá este año tiene solera porque es del año 2019, cuando la pandemia interrumpió la vida.

En la sede de la asociación, Vivas y un grupo de vecinos con una media honrosa de edad pintan de colores unas estructuras y recuerdan cómo era la vida de Cañero cuando ellos llegaron al barrio entre los años 60 y 70. «Había mucha solidaridad y también muchísimas necesidades. A la vecina que compró la primera tele la teníamos agobiada porque estábamos todos los niños en su casa», recuerda Sofía de Torres junto a Mercedes Pastor, al tiempo que evocan la alegría de quienes tenían por primera vez una cocina propia, los baños en un barreño de cinc, las candelas en Navidad o los patios como improvisadas piscinas.

La cordobesa Carmen León, por su parte, relata que llegó a Cañero en mayo del 69 desde la Línea de la Concepción, y que eligió el barrio porque tenía una tía que vivía en la calle Don Quijote: «Siempre pensaba que como se crían los niños en Cañero no se crían en ningún sitio: como en un pueblo. Encontrarme con este barrio me hizo ser como soy ahora».

Dos niños juegan junto a la estatua de Fray Albino. IRINA MARZO

A la idea de pueblo ayuda la morfología del mismo barrio. En julio de 1955, Diario CÓRDOBA contaba a sus lectores que tanto el Campo de la Verdad como Cañero habían logrado convertirse en eso precisamente. en «auténticos pueblos», ya que los vecinos podían desenvolver allí su vida «sin carecer de nada que pueda serles necesario».

Dentro de la asociación vecinal, Carmen León, Sofía de Torres, Maruja Rubiales, Conchi Amo y Mercedes Pastor son parte de las vecinas cañeras, una experiencia feminista nacida al calor de este colectivo que resume a la perfección el espíritu del barrio: «Vecinas cañeras porque hemos nacido o vivido aquí y porque somos mujeres luchadoras dispuestas a dar caña a las desigualdades y a la injusticia», explican.

De hecho, el germen de la asociación --«pionera del movimiento ciudadano de nuestro país», como recuerda Federico Abad en La barriada de Cañero, un libro imprescindible para entender este barrio barrio que parece un pueblo pueblo-- fue la reivindicación de la mejora de las viviendas, que al poco tiempo de habitarse empezaron a presentar problemas arquitectónicos, así como su entrega en propiedad a los vecinos (una lucha encabezada, entre otros, por Paco León, que logró que las primeras 150 escrituras se firmaran el 3 de noviembre de 1970 en la sede del Monte de Piedad y Caja de Ahorros y que le siguieran pronto el resto, hasta 1.900 inmuebles, con precios que oscilaron entre las 37.000 y las 125.000 pesetas). También se reivindicó la pavimentación del barrio, cuyas calles fueran de barro hasta la década de los 70, para sofocón constante de los más hacendosos. Bueno, aún hoy, en el siglo XXI, sigue habiendo una calle colindante a Cañero, Solares de San Rafael, que sigue sin asfaltar.

Los vecinos reclaman el uso del antiguo cine Osio, que está cerrado desde la pandemia

decoration

El carácter reivindicativo de la asociación tuvo su trasunto en la política de los años 70, entonces clandestina y perseguida, a través del grupo juvenil de la asociación. «Lo visible dentro de aquel colectivo era la movida cultural progresista, lo invisible, las células clandestinas» que escuchaban Radio Pirenaica, leían a Marx, distribuían Mundo Obrero y hasta organizaron una huelga en 1973 contra la subida del billete de Aucorsa que le costó la detención al más tarde concejal José Luis Villegas, describe Federico Abad en el libro antes citado. Además de los comunistas y los vinculados con CCOO, que legaron a la postre el triunfo del primer alcalde comunista en España, Julio Anguita (las barriadas de Cañero y la Electromecánicas fueron los dos grandes bastiones del PCE en Córdoba), la asociación que en origen se llamó de cabezas de familias siempre estuvo vinculada también a la iglesia. «La asociación la crearon los hombres de Acción Católica de la parroquia y hasta el día de hoy, en la junta directiva, ha habido siempre cristianos, siempre. Es más, algunos presidentes han sido de la HOAC. Desde el primer momento, estos cristianos que lucharon por la justicia porque las casas se estaban hundiendo se unieron a la gente del PCE que estaba aquí, y que también luchaban por la justicia. Siempre ha habido esa simbiosis», resume Carmen León, que también recuerda que la asociación tuvo la primera presidenta mujer de España, Magdalena Díaz. «La cosas se han dado la vuelta y ahora en la junta directiva solo hay un hombre, la cuota masculina», bromea Carmen.

Mercedes, Carmen, Conchi, Maruja y Sofia, en el patio de la asociación.

En la actualidad, las reivindicaciones del consejo de distrito y de la asociación vecinal, que preside actualmente Mercedes López, están centradas en la recuperación del antiguo cine Osio, que el Ayuntamiento de Córdoba adquirió y ha tenido durante años un uso vecinal y cultural. «Desde la pandemia está cerrado y ahora no somos capaces de que se ponga en marcha. Era un sitio muy bueno para los colectivos, donde se hacía la gimnasia de los mayores y ensayaban la orquesta joven y algún grupo de música», explica. «Aunque recientemente se abrió para una actividad del Festival de Jazz, una semana después lo solicitamos y ya no nos dejaron», puntualiza.

El teniente de alcalde de Urbanismo y presidente del consejo de distrito, Salvador Fuentes, coincide con los vecinos en que hay que recuperar este edificio, pero asegura que antes habrá que subsanar los problemas que hay en los vestuarios, restaurar la cornisa y acatar el problema de las humedades. «Lo que queremos es dignificar el espacio porque es muy señero y dice mucho del barrio. Es una pena como está. Presupuestaria no es muy grande la obra, pero sí muy necesaria», añade el concejal del PP, que asegura, sin dar fechas eso sí, que se ha encargado ya un proyecto para acometer estos arreglos.

Además de la reapertura del Osio, la presidenta indica que tienen problemas con las palomas (exigen un control de plagas), con la deficiente iluminación de algunas calles, con la falta de papeleras y con el arreglo del acerado de la calle de la Oficina.

Respecto al proyecto que tiene el Ayuntamiento de urbanizar el enorme solar junto al cementerio de San Rafael, en la avenida de Libia, el consejo de distrito ha pedido participar en lo que allí vaya a hacerse para que no se destine exclusivamente a aparcamiento, como ocurre en estos momentos.

Paisaje y paisanaje

En siete décadas de historia, Cañero ha mudado su paisaje y su paisanaje. Han cambiado las personas, las casas y las costumbres. La uniformidad arquitectónica de su fisonomía trazada con tiralíneas --las calles, al más puro estilo americano, se nombraban desde la primera a la cuarta por números y a partir de ahí, con nombres y tramos-- y de sus casitas, mayoritariamente de una planta, comenzó a alterarse y a subir a la segunda planta al mismo ritmo que iban muriendo las primeras generaciones de moradores e iban llegando las nuevas familias. Antes, hubo además que pasar la travesía del desierto, en un barrio donde muchísimas viviendas se transformaron en platerías (imposible no recordar a Rafael Gómez, como vecino que lleva por bandera este barrio).

Un padre y su hija por el carril bici de la calle principal.

«Las platerías están desaparecidos, prácticamente», comenta José María Aguado, director del IES Santa Catalina de Siena, que constata la nueva realidad social del barrio, que no solo se ha reflejado en esos cambios arquitectónicos. «El tipo de familia también ha cambiado, a las familias de clase media y obreras se van añadiendo profesionales liberales y empleados públicos, jóvenes con hijos que van primero al colegio San Vicente Ferrer y luego aquí».

De los dos centros educativos idénticos con los que contaba en su origen Cañero, uno para los niños y otro para las niñas, el Santa Catalina de Siena se reformó por completo en 2005. «La biblioteca era la antigua capilla, porque al principio era un colegio de monjas», comenta el director de un centro en el que las más antiguas alumnas aún recuerdan a la hermana Vicenta o a la directora Casimira Barneto.

También corrobora el cambio generacional el párroco Pablo Garzón: «Sociológicamente el barrio está cambiando con la llegada de gente joven, normalmente parejas con uno o dos niños». Daniel y Laura y sus hijos Dani y Valentina son una de esas nuevas familias, que llegaron a Cañero hace ocho años. «Aquí se vive muy tranquilo, tiene casi de todo y se aparca con facilidad, eso no está pagado», comentan. Son la tercera familia que habita esta casa de la calle Dulcinea, que aún conserva el cuarto de baño del patio pero está reformada, y reconocen que su relación con el vecindario es limitada. No es solo cosa de Cañero, pasa en el resto de barrios.

Los vecinos veteranos lamentan que los nuevos no compartan el espíritu de vecindad

decoration

«La gente nueva que se está viniendo a vivir aquí no traen ese sentimiento de vecindad», lamenta Carmen León, quien pronto justifica que los jóvenes tampoco tienen mucho tiempo para nada.

«En general, la sociedad ha perdido solidaridad, quizá porque tenemos menos necesidades materiales. Eso de salirse a la puerta por la noches se ha perdido porque tenemos los aires acondicionados», comenta recordando la vida que se hacía al aire libre. «Los niños ahora salen los viernes a la plaza, pero no tienen vida en la calle como sí tuvieron mis hijos en los 70 y 80», dice.

«En Cañero siempre se ha vivido bien, pero entonces la clase trabajadora tenía muchas más necesidades. Este barrio sigue siendo de clase trabajadora, pero con menos conciencia de clase y con necesidades de otro tipo que el mismo sistema se ha encargado de que no descubramos», reflexiona.

Cañero, además de todo lo contado hasta aquí, es un barrio que, como escribió la compañera Noelia Santos, sobrevivió a su propio nombre. El rejoneador y militar franquista al que se le atribuyen actos genocidas y que cedió el terreno para la construcción de estas viviendas humildes, que suman ya 75 años de historia, no pudo asistir a la inauguración del barrio por haber fallecido un año antes. Entonces su féretro recorrió las calles aún en obras.

La plaza de Cañero se llamó fugazmente plaza de los Derechos Humanos en aplicación de la ley de Memoria Histórica y por acuerdo del Pleno municipal cuando gobernaban PSOE e IU (también se cambiaron otros nombres que sí permanecen como el de Ana Claro). En 2019, el actual alcalde, José María Bellido, revocó aquella decisión controvertida, que incluyó consulta popular, y hoy la plaza se llama Cañero a secas, sin Antonio. Así fue como Cañero sobrevivió a su nombre y cerró el círculo de su propia historia.

También lo hizo Antonio Palma, el primer niño de Cañero, que años más tarde se casó con otra cañera Mariani Grande; o Pablo Garzón que vive ahora y da misa en el barrio donde vivieron sus abuelos; o Carmen León, empeñada en confirmar que los de Cañero nacen donde les da la gana. 75 años de historia que aún deben transitar el Nuevo Zoco, Huerta Santa Isabel o Turruñuelos, sus piscinas, sus urbanizaciones y sus nuevos inquilinos.

Compartir el artículo

stats