“Esto es algo que hay que contar”, dice el fotógrafo documentalista cordobés Alfonso Azaústre, que ha puesto rumbo a la zona del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania para captar con su cámara el horror de la guerra y mostrarlo al mundo. “No me podía quedar impasible ante este drama”, dice desde Leópolis este profesional de la imagen, que relata que, tras el bombardeo que sufrió el pasado viernes esta ciudad ucraniana, “ahora está todo más tranquilo, aunque es una calma tensa porque las alarmas de bombardeos cada vez son más frecuentes”, dice, aunque no puede evitar su sorpresa ante la actitud de los ciudadanos, “que van normalizando la situación y ni siquiera se refugian cuando suenan las alarmas”.

“La pasada noche se oían cada hora, los primeros días me resguardaba en los refugios, pero ya lo tratas de normalizar y continúas durmiendo, ves la gente paseando con sus hijos, trabajando…, la vida sigue en tiempos de guerra”, narra este domingo el fotógrafo, que viajó a esta ciudad el pasado martes y donde realmente ha visto la cara de la tragedia es en la estación de ferrocarril. “Allí es donde se ve el dolor de la gente que ha dejado sus hogares y no sabe qué será de ellos a partir de ahora, pero, sobre todo, porque dejan a sus maridos e hijos, a los que no permiten salir del país”, señala Azaústre, que lleva años viajando a lugares que viven realidades parecidas a esta

“Llevan toda su vida en una maleta”, continúa el cordobés, que intenta ayudar en lo que puede, sobre todo a los mayores y los niños, “todos ellos con la mirada perdida por el desconcierto”.

Llevar medicinas a Járkov

Acompañado por un asistente ucraniano que le ayuda con el idioma y a moverse por el país, su objetivo ahora es viajar hasta Járkov. “Esa zona tiene un millón y medio de habitantes y ha sido muy bombardeada”, describe el fotógrafo, que también tiene entre sus retos que su asistente consiga llevar medicamentos a esas zonas, “ya que es el coordinador de esa parte del país y muchas personas necesitan de  ellos”.

“Esta guerra está dejando muchos daños colaterales que en muchas ocasiones pasan inadvertidos, vidas destrozadas  y con un futuro incierto”, continúa Azaústre, que insiste en que “estamos viviendo una auténtica tragedia en pleno corazón de Europa y el mundo tiene que saber lo que está gente está pasando”.

Mientras tanto, “el miedo se queda en España, en la familia, porque aquí hay mucho que hacer para tener miedo, aunque tenemos que tener mucho cuidado porque hace unos días en un control un joven fue tiroteado porque se sacó el móvil del bolsillo”, concluye Azaústre.