“El otro día soñé que me iba a la guerra, son muchas imágenes que veo de voluntarios ucranianos alistándose en la milicia. ¿Pero qué hago yo?” Roma Komarov es ucraniano, nació en la ciudad de Jmilnitsky, al oeste del país, cerca de la frontera con Polonia, y vive con tristeza y angustia lo que está ocurriendo en su nación. Se define como “patriota español y ucraniano” y solo tiene alabanzas para Zelenski, el presidente de Ucrania, un hombre que “ama a su país y que es amado por el pueblo”.

Komarov, que lleva 20 años viviendo en Córdoba, habla siete idiomas y es camarero. Domina el ucraniano, el ruso, el castellano, portugués, francés, italiano y alemán. Está asentado en la ciudad, donde tiene su pareja y su trabajo. Pero mantiene muchos y fuertes lazos con Ucrania. Allí sigue viviendo su tío, general de división, aunque reconoce que ni siquiera un alto cargo militar está a salvo en medio del horror de una guerra “genocida, de exterminio”. “Hasta mi propio tito se ha metido en un refugio, hablé con él anteayer, muy serio, me dijo que no hay síntomas de mejoría”. Lo mejor que le puede pasar es que, “gracias a Dios, están vivos”.

Manifestación en Córdoba de ciudadanos ucranianos contra la invasión de su país.

Manifestación en Córdoba de ciudadanos ucranianos contra la invasión de su país. CÓRDOBA

La hermana de su padre, Natasha, tiene dos hijos y una hija. Los cuatro vivían en Lvov. Vivían, en pasado, porque tuvieron que hacer apresuradamente las maletas y huir del país ante los bombardeos de la aviación rusa. ”Ahora están en un hostal de Polonia pero estamos incomunicados, no sabemos mucho más”, comenta resignado mientras sorbe un poco de café. A Roma le “jode” ver las imágenes de las hileras de miles de compatriotas entrando en la frontera con la Unión Europea. Precisamente, el televisor del bar donde se realiza la entrevista muestra las imágenes. Macabra coincidencia. “Ucrania y Rusia siempre han sido dos países hermanos; Putin quiere controlar el territorio y controlar el gas, hace dinero con la guerra”, denuncia.

Su voz es el lamento de muchos ucranianos que han hecho de España, y de Córdoba, un refugio, un lugar en el que buscar una vida mejor. Cientos, miles de compatriotas llegarán a los distintos países de Europa huyendo de la barbarie. Roma tiene un mensaje para todos aquellos que deseen mostrar su solidaridad con un pueblo libre que se resigna a vivir de rodillas.

“El pueblo está resistiendo, sale a la calle en Jarkov con banderas ucranianas aunque la ciudad esté tomada por Rusia”. ¿Un mensaje para los cordobeses? Cuenta que conoce casos de niños en Granada y en Málaga a los que han pegado en los colegios por ser rusos. “En Madrid despidieron a dos mujeres rusas simplemente por ser de ese país, no es justo, ellos no tienen culpa de nada”.

Roma Komarov sueña con el fin de la guerra, la reconstrucción de su patria y con que Rusia y Ucrania vuelvan a vivir en paz y hermandad. Con que cese el horror de las bombas y el diálogo resuelva un conflicto en el que miles son ya víctimas y que amenaza con destruir a su familia, que, desperdigada entre los búnkeres de Ucrania y los refugios en Polonia, anhela un porvenir en paz.