El lado oscuro se ha cobrado su primera víctima y ha confinado por covid toda la semana al alcalde, José María Bellido, y a su trasunto carnavalesco Dark Vader. Se va el jefe y se relajan algunos indios; se sabe aquí, en Capitulares y en Pekín. Entre las filas populares se entiende más el absentismo escolar de una semana marcada por la tragedia en Génova y que se ha llevado por delante a Pablo Casado, apuñalado cual Julio César por los diputados que horas antes le habían jurado lealtad. No hubo que esperar a los idus de marzo y la escena se planteó un 23F, fecha, por otro lado, mucho más castiza en la historia nacional. No sonaron disparos, pero sí los aplausos de la bancada popular, pura fantasía en los oídos del líder.  

En el PP de Córdoba no ha hablado ya de Casado ni Andrés Lorite, el diputado más cercano a él y el único -junto a José Antonio Nieto-, que públicamente lo defendió la semana pasada, cuando le estaba cayendo ya la del tigre con el espionaje a Isabel Díaz Ayuso (los populares han hecho, por cierto, un pelillos a la mar de antología con la comisión por las mascarillas del hermano de la presidenta). 

Los demás populares cordobeses, decíamos, habían guardado un silencio equidistante hasta que Juanma Moreno llamó a rebato el miércoles y se apuntó a la vía Feijóo, -«la única que garantiza la unidad», dicen-, y a la que se han sumado ya sin fisuras todos los conversos, catecúmenos y cristianizados.  

A la oposición le sigue faltando un hilo argumental del que tirar para marcar la agenda

Es conocida la facilidad con la que los cargos en nómina de unas siglas abrazan cualquier nueva fe. Lo vimos en el PSOE y ahora lo vemos en el PP. También es conocida la rapidez que tienen los partidos para olvidar su intrahistoria. Por eso no sorprende ver tampoco cómo la portavoz socialista en el Parlamento andaluz, Ángeles Férriz, cuando aún resuenan los tacones de Susana Díaz por San Telmo, le echaba en cara al presidente estar más pendiente de cuitas internas que de la comunidad. Tac-tac-tac.

Volviendo al escenario local y en ausencia del primer edil, el Consejo del Movimiento Ciudadano ha celebrado un plenario para concluir que «la gestión municipal es un desastre», así sin más, y denunciar que por no funcionar no funcionan en Córdoba ni los centros cívicos por falta de ordenanzas. La oposición (a la que le sigue faltando un hilo argumental constante del que tirar para marcar la agenda y va dando saltos de un tema a otro sin hilvanar el relato) ha criticado esta semana la falta de avances en la agenda urbana (Vox se ha salido de las comisiones del plan estratégico porque dicen que son «un teatro») y la ausencia de modelo de gestión y de planes para el Centro de Exposiciones, Ferias y Convenciones, que estará acabado en mayo. Para Pedro García, portavoz municipal de IU, el CEFC será, sin más, «una ruina» y pone en duda el informe encargado por el Ayuntamiento al despacho de abogados F&J Martín, que cifra en 24 millones el beneficio que revertirá a la ciudad. De 0 a 24 millones, vamos, un abismo sideral. 

En el apartado de buenas noticias, destacaremos dos: la culminación de las obras en la Puerta del Puente, que luce digna y espléndida en la antesala donde mi compañero Manolo Fernández sitúa el paraíso; y la llegada a la ciudad de 11 millones de los fondos Next Generation, que se destinarán a la adquisición de flota más sostenible y menos contaminante en las empresas municipales de Sadeco y Aucorsa. Esta última, por cierto, avanza en la conexión de núcleos urbanos y llevará microbuses a las parcelaciones de Alcolea. Aucorsa + cerca. También llegaron buenas noticias al Zoo, que inauguró después de varios mandatos un reptilario, que alberga y da mayor confort a serpientes, tortugas y camaleones provenientes del tráfico ilegal. El concejal de Ciudadanos Antonio Álvarez, que acudió a inaugurarlo, no se quiso hacer la típica foto con la bicha tipo bufanda. «En mi partido no nos podemos permitir más bajas», bromeó cáustico en una semana donde Córdoba llora y condena la guerra en Ucrania. «Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen».