Conseguir que el trasplante de un órgano llegue a buen término es una tarea ingente en la que colabora un enorme equipo de profesionales, entre los cuales, los técnicos superiores sanitarios de distintas especialidades realizan una labor tan silenciosa e invisible como primordial. Según el secretario general del Sindicato Nacional de Técnicos (Tecnos), Joaquín Cano, «sus competencias cobran un papel fundamental en la preparación, durante y en el postrasplante, con participación en procesos de soporte quirúrgico, hemoterapia, laboratorios clínicos, nutrición y dietética». También son conocedores de los procesos y protocolos que se activan en la generación, evaluación y viabilidad de las donaciones de órganos y tejidos y participan de la tipificación HLA que determina el grado de compatibilidad entre un donante y un receptor. Los técnicos constituyen un verdadero ejército compuesto por 348 profesionales en el hospital Reina Sofía y el Provincial.

Ese es el trabajo que realiza habitualmente en el hospital Reina Sofía Julio Moreno, uno de los técnicos superiores de Laboratorio que trabajan en la Unidad de Biología Molecular del centro, en el área de Inmunología. «Nosotros nos encargamos de la extracción del material genético que sirve para tipificar al posible de donante y analizar su compatibilidad con el receptor», explica. Para ello, a menudo realiza guardias localizadas que le obligan a permanecer alerta las 24 horas porque si surge una donación, tiene que estar en media hora en el hospital para realizar todo el proceso. «Es un proceso muy delicado que exige mucha concentración y precisión porque del resultado depende en gran medida el éxito del trasplante», explica Julio. «En el laboratorio extraemos una muestra de ADN, que amplificamos hasta hacerla detectable por la máquina con el fin de determinar el gen del donante». La finalidad es reducir al máximo la posibilidad de que se produzca rechazo de un órgano y señalar entre los posibles receptores cuáles son los que tienen más compatibilidad y, por tanto, son mejores candidatos a recibir el órgano donado. «Una vez obtenemos el tipaje del donante, se introduce en una base de datos que nos da el orden de los posibles receptores y se contacta con los tres primeros». Si en Córdoba no hay nadie compatible, se oferta a otros hospitales. El último paso son las pruebas cruzadas, que enfrentan las células del donante con el suero del receptor en el momento previo a entrar en el quirófano. 

Diagnóstico de Imagen | Víctor García. CÓRDOBA

Julio Moreno trabaja como técnico de laboratorio desde 1999, pero lleva seis años en este servicio. «Me gusta mucho este trabajo, te obliga a estar muy centrado y tienes mucha responsabilidad, pero sabes que en tus manos está contribuir a salvar a un paciente». Cuando está de guardia, «no hay familia ni nada», explica, «vivo en Fernán Núñez y el teléfono puede sonar a cualquier hora, lo que significa que tienes que dormir medio vestido por si hay que salir corriendo». Los trasplantes representan solo una parte de su trabajo aunque «es una de las más gratificantes», asegura.

Rosario Caballero es técnica superior en Anatomía Patológica y veterana en el hospital Reina Sofía. Su relación con los trasplantes se da en el ámbito de la nefrología (riñón). «Nuestro trabajo consiste en determinar si el órgano que llega es óptimo o no -explica-. Cada vez hay menos accidentes de tráfico y la edad de los donantes se ha incrementado». Una vez reciben el riñón, proceden a la extracción de una cuña a la que realizan una biopsia acelerada y se analiza si existe algún tipo de lesión. El objetivo es saber si es válido (un porcentaje de las donaciones no son aptas para el trasplante) y en ese caso, a quién puede ir en función de sus características. Como Julio, ella también tiene turnos de guardias localizadas en las que una llamada de teléfono obliga a dejarlo todo y salir pitando hacia el hospital. «Nuestro trabajo es muy manual, aunque tiene una parte mecanizada», afirma. 

Inmunología | Julio Moreno, en el laboratorio. CÓRDOBA

Los técnicos superiores de Radiología (o Diagnóstico por Imagen) son los más numerosos. Solo en Reina Sofía hay una plantilla compuesta por cien personas. Víctor García es uno de ellos. «Nuestra función es realizar la radiografía de tórax previa a la intervención -señala-. Hay que descartar problemas respiratorios, de bronquios, lesiones en la pleura o en el corazón que a veces no provocan síntomas pero pueden influir a la hora de realizar un trasplante y someterse a una anestesia». Junto la analítica y el electro, la radiografía de tórax es imprescindible en todo proceso quirúrgico y se realizan justo antes de la operación. El trabajo del técnico superior de Diagnóstico por Imagen no ha dejado de tecnificarse en los últimos años. «Hace 30 años se trabajaba con medios mucho más precarios que se han ido sofisticando cada vez más, lo que nos obliga a reciclarnos continuamente para estar al día porque todo evoluciona a un ritmo vertiginoso, señala. La calidad de la imagen que se obtenía con los medios con los que se formó está a años luz de la de ahora. «Hay que formarse en Anatomía porque las imágenes están en tres dimensiones y tienes que saber interpretar las imágenes y hacer los cortes en el lugar exacto». Víctor eligió esta rama «porque te enseña a interpretar un TAC, una resonancia, una radiografía y a detectar patologías, saber cuándo es necesaria una cirugía o no y participar de algún modo en el diagnóstico», indica. Por eso, no deja de recibir y organizar cursos de formación para los compañeros que van llegando. 

El compromiso de los técnicos con su profesión deja hueco también a la crítica. «Somos una pata muy importante, pero al habernos formado fuera de la Universidad, no se nos valora igual», coinciden, «nuestra función es una gran desconocida y tampoco está bien remunerada».