Concertar una cita para el médico, actualizar la pensión no contributiva, pedir una subvención para adaptar la vivienda, entrevistarse con la trabajadora social, pagar un recibo, hacer una transferencia bancaria o hasta consultar un número de teléfono. Cada vez más gestiones de la vida diaria, muchas de las cuales eran accesibles hasta antes de la pandemia de forma personalizada y en directo, se han trasladado al mundo digital sin que una parte importante de la población haya podido adaptarse a una realidad para la que no estaban preparados. Algunos por falta de medios tecnológicos y otros porque su avanzada edad o su falta de conocimientos les impide estar al mismo nivel que los jóvenes o los nativos digitales.

Uno de los ejemplos más evidentes es la relación de los mayores con los bancos, que en pocos años se han convertido en un entorno hostil debido al avance de los procesos mecanizados, el cierre de oficinas y el recorte constante de horarios de atención al público. Según un estudio de la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados (UDP), el 77% de los mayores de 65 años no han usado nunca la banca digital, lo que les obliga a manejarse con dinero en metálico y a recurrir a familiares para realizar cualquier tipo de operación. El porcentaje se dispara hasta el 85,5% entre las mujeres y hasta el 88,4% entre quienes tienen más de 75 años. Según el Banco de España, el cierre de oficinas ha dejado a más de un millón de personas en situación de «vulnerabilidad en el acceso al efectivo». La mayoría de los centros de envejecimiento activo de la Junta en Córdoba ofrecen cursos de informática y de manejo de móviles con el objetivo de saltar, en la medida de lo posible, la brecha digital. Francisco Carlos Ruiz es monitor de Nuevas Tecnologías en el centro Córdoba II del Sector Sur. «Tenemos cursos de internet en nivel inicio, medio y avanzado y este año estamos creando una revista desde cero», explica, «cada usuario ha cogido un tema del centro y están haciendo entrevistas, artículos, además de maquetar, hacer fotos o compartir archivos en la nube». Según Ruiz, «la principal dificultad para los mayores es entender cómo funciona un ordenador o un teléfono, no saben por qué si aprieto una parte del ratón sale un menú y con el otro se ejecuta una orden, por lo que para usarlos deben memorizar cada paso, algo que les cuesta mucho porque la memoria es algo que a veces les falla». La pandemia ha obligado a reducir los aforos, por lo que este año hay la mitad de alumnos de los que habría en circunstancias normales. «Tenemos lista de espera porque son muchos los mayores deseosos de aprender a manejarse en las nuevas tecnologías», comenta. Otra pata de la formación se da a través de los móviles. «En clase, les enseñamos a bajar aplicaciones como la de Salud Responde o Wul4Bus para usar el autobús (por lo visto, la de Aucorsa va peor), para que sepan realizar ciertos trámites básicos, pero no podemos ayudarles en las gestiones bancarias, en las que están muy perdidos, por confidencialidad de datos». 

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Mayores cordobeses contra la brecha digital Francisco González

En clase, hay alumnos de muy distintas edades y habilidades diversas. Pepe Ortiz tiene 96 años, pero es uno de los más habituados a navegar en su ordenador y disfruta investigando. «Me quedé viudo y como tenía todo el tiempo libre del mundo, me apunté a gimnasia y a ordenador y ahora estoy enganchado», comenta divertido. A su lado, Charo, de 75 años, confiesa que la informática no es lo suyo y que está en el curso porque no quiere quedarse atrás, pero le cuesta. «El móvil no lo uso nada más que para el whatsapp y las llamadas, del resto no me acabo de enterar bien, hago mis fotos, pero no tengo ordenador, así que lo poco que hago es aquí en clase, dos horas a la semana», explica, «la gente no se da cuenta, pero todo va demasiado rápido para nosotros». Lo que peor lleva es la relación con los bancos, que, en su opinión, «se están pasando con los mayores porque no nos queda otra que dejarles nuestras pensiones y ahorros porque no podemos luchar contra ellos», señala muy seria, «nos obligan a depender de otros para disponer de lo que es nuestro, yo ni siquiera saco dinero en la calle porque si tengo algún problema y pido ayuda , ¿quién sabe si el que te socorra no se lleve tu dinero?». En eso coincide con Prudencio y Belén, un matrimonio que también asiste a clases de informática en el mismo centro. Ella está más puesta en nuevas tecnologías que él, pero con los bancos no se atreve. Salvo el Bizum, que sí ha aprendido a usar, «del resto de trámites y de las compras por internet se encarga mi hijo porque no nos fiamos», señala Belén, «si a él, que es joven y está puesto ya lo han estafado dos veces, imagínate a nosotros que no tenemos ni idea, piden muchos datos y hay cosas en las que dudas porque no sabes el riesgo que puedes correr si los das». Para Belén, lo ideal sería «que se creara un banco con mucho personal para atender a los pensionistas, tendría un éxito tremendo, nos iríamos todos de cabeza». A ver si alguien toma nota.

En el aula de al lado, Manolo Castellano, de 73 años, prepara su móvil para dar la clase. Asegura que las nuevas tecnologías tienen su parte buena. «Te ayudan a entretenerte, a estar informado de lo que pasa en el mundo y comunicado con la familia», pero, en su opinión, «tiene que ser algo que tú elijas aprender y cada uno llega donde llega, lo malo es cuando te obligan a hacer las cosas por internet sin tener ni idea». Se refiere tanto a los bancos, que para él «llevan tiempo pasándose mucho», como a los trámites con las administraciones, que desde que empezó la pandemia, se han cerrado a cal y canto. Los bancos no son los únicos que han ampliado la brecha. El salto a lo digital de las administraciones públicas también lo está haciendo.

Josefa tiene 79 años y confiesa que si no fuera por sus hijas, «estaría perdida». Tiene un móvil sin internet, con el que llama para pedirles ayuda para sus citas o para resolver cualquier trámite. «Preferiría no tener que molestar a nadie, pero entre que no veo bien y que nunca he estudiado estas cosas, yo no sé manejarme con internet y aunque lo intentara, no me fiaría porque no lo entiendo, me puede timar cualquiera». Otras amigas suyas están aún peor. «Yo al menos tengo a mis hijas, pero hay personas que no tienen a nadie, en mi generación hemos estudiado poco y trabajado mucho toda la vida y a estas alturas pretenden que hagamos todo en el internet, esto es una locura», recalca indignada.

Aurora tiene 85 años y es viuda. Su marido se encargó siempre de los trámites burocráticos y no tiene hijos, así que no le queda otra que pedir ayuda «donde me abren la puerta», comenta sincera, «yo no tengo ordenador ni internet ni móvil porque no sé usarlos. Cuando murió mi marido, me tuve que hacer cargo yo del papeleo, pero lo hacía en persona y ahora es imposible». Como otros usuarios del mismo perfil, acude a los vecinos o al centro de mayores a pedir auxilio digital. «Yo sé que ese no es el trabajo de estas personas, pero es que no sabes dónde ir, te desesperas porque en muchos sitios ya ni el teléfono te cogen», concluye. 

La Junta ampliará la dotación de informática de sus centros

La Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación tiene entre sus prioridades, según el delegado del ramo en Córdoba, Antonio López, continuar con la formación de los mayores para que puedan adquirir competencias en materia informática. Tras los convenios suscritos con la Fundación La Caixa, está previsto destinar parte de los fondos Next Generation a combatir la brecha digital, para lo cual «remozaremos los equipos informáticos de los centros de envejecimiento activo», ha detallado López, que asegura que «esta es una de las actividades más demandadas por los mayores». De hecho, en muchos centros hay lista de espera, ya que la pandemia ha obligado a reducir los aforos de las aulas y en clases donde antes se impartían los cursos a 20 personas ahora solo pueden albergar la mitad. «Por eso, tenemos pensado habilitar nuevos espacios y más equipos con los que aumentar la capacidad de formación y llegar al mayor número de nuestros usuarios». Para mejorar la relación con los bancos, la Consejería ha anunciado, además, que en los centros de participación activa se ofrecerán talleres de formación bancaria y nuevas tecnología con personas voluntarias que emplearán como punto de partida material didáctico elaborado por el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores. 

El Ayuntamiento tiende la mano a los rezagados en La Normal

La Delegación de Transformación Digital del Ayuntamiento de Córdoba, cuya responsable es Lourdes Morales, se ha propuesto tender la mano a todos los ciudadanos interesados y, en especial a los mayores, a superar con éxito la brecha digital valiéndose para ello de varias iniciativas. 

Uno de los centros municipales más activos en esta materia es la antigua Normal, ubicada en el Sector Sur, que, además de ofrecer a todo el mundo la posibilidad de gestionar con ayuda personalizada la cl@ve, que abre las puertas a multitud de gestiones digitales con las administraciones, ha puesto en marcha un nuevo servicio de capacitación digital financiado por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional para mejorar el acceso por internet y el uso de la telefonía móvil a toda la población. Las personas interesadas pueden personarse en el edificio de la calle Priego de Córdoba con su móvil, tablet o portátil y aprender a relacionarse electrónicamente con la administración y otros servicios.

Según Lourdes Morales, la formación abarca desde gestiones municipales (empadronamiento, recibos...) al acceso a servicios sociales, servicios de empleo o servicios sanitarios. Entre los más asiduos se encuentran los mayores, uno de los colectivos con más dificultades en el manejo de las nuevas tecnologías. Además, la delegación está trabajando en un nuevo proyecto de inclusión digital con cuatro lotes, entre ellos, uno de mayores, que se desarrollarán en los centros municipales y en Prode. «Los cursos empezarán en marzo y ofrecerán formación sobre cuestiones básicas que confiamos en que le harán la vida más fácil a todos ellos».