Ninguna de las dos quiere revelar el nombre de su empresa por no comprometer su puesto de trabajo. Gema lleva en ERTE desde marzo del 2020 y aún no se ha incorporado. A Rosalía, la pandemia le pilló embarazada de 7 meses y ha vuelto a trabajar este verano, después de año y medio ausente. 

Gema trabaja en un comercio que también realiza servicios para otras empresas, una empresa familiar que cerró durante el periodo de confinamiento inicial y cuando reabrió lo hizo solo con los dueños. «Tenían dos empleados, pero a uno lo despidieron y yo pasé al ERTE y ahí estoy desde marzo de hace dos años». 

Ella lleva más de 20 trabajando para ellos y esta es la primera vez que se ha ausentado de su puesto. «En toda mi vida laboral, jamás me he dado de baja, así que para mí este parón ha sido muy duro porque ha roto toda mi rutina y al cobrar muy poco, tampoco he podido aprovechar para hacer otras cosas, como cursos para formarme que me habría gustado», señala, «tampoco te atreves a gastar, guardas todo lo que puedes por si acaso». Contratada a media jornada, solo cobra el 70% de su salario, unos 500 euros. Tiene 40 años, pero ella y su pareja aún no se han podido emancipar. «Antes de la pandemia, teníamos eso en mente, pero con lo que ha pasado, imposible. Me apaño porque vivo con mi madre y no tengo hipoteca ni hijos», relata. Tras casi dos años entre paréntesis, sin trabajar ni buscar empleo «porque si coges un trabajo temporal, te quitan la mitad de lo que cobras por el ERTE, aunque sean horas», afirma que está deseando que acabe febrero y no haya más prórrogas para incorporarse cuanto antes. «Es amargante estar así, en este limbo, al menos para mí, porque estoy acostumbrada a estar activa, levantarme cada mañana y trabajar», comenta sincera. Cada ampliación de los ERTE ha supuesto un mazazo para ella, «porque te haces la ilusión de que vas a volver y nada». El cobro de su salario reducido, a cargo de la Administración, no siempre ha sido puntual. «Ha habido retrasos, el último en Navidad, que la he pasado sin ningún tipo de ingreso, ni un duro», confiesa, «lo he reclamado y espero que me paguen con el mes de febrero, habrá que esperar a ver».

A tiempo parcial en un hotel

Rosalía trabaja a tiempo parcial en un hotel y ha estado 18 meses en ERTE hasta su incorporación en agosto. «En marzo del 2020, estaba embarazada y los tres meses de confinamiento estuve bien, tranquila en casa, luego di a luz y tuve la baja y la lactancia y luego seguí en ERTE», explica, «el sector turístico se quedó completamente paralizado con la pandemia y no había trabajo para los empleados que había antes».

Para garantizar las medidas de seguridad y reducir los contactos, su empresa automatizó ciertas funciones como el 'check in' de los huéspedes, algo que en muchos casos se sigue aplicando. Con el turismo internacional paralizado y el nacional llegando a cuentagotas, su hotel, como muchos otros en Córdoba, se vio obligado a prorrogar los ERTE de sus empleados y a reducir la plantilla. «Del año y medio que he pasado sin trabajar tengo un recuerdo agridulce», explica, «por un lado, ha estado bien porque he podido criar a mi hijo recién nacido y prescindir de la guardería, algo que habría sido imposible si hubiera estado trabajando, pero también ha sido duro porque mi sueldo por media jornada me venía justo y al cobrar el 70% ha quedado muy reducido mientras todas las facturas siguen llegando y subiendo». Ella se queda con lo bueno: «Prefiero pensar que he ganado temporalmente en calidad de vida y he aprovechado para estar en familia».

Desde que ha vuelto a su trabajo, la cosa está complicada, con muchos altibajos. «Después del verano, hemos tenido momentos muy fuertes», asegura, «con fines de semana completos porque la gente nos decía que después de tanto encierro, tenían unas ganas enormes de viajar». Todos confiaban en una Navidad buena, pero Ómicron dio al traste con los planes. «Enero está muy bajo y no se sabe qué va a pasar a partir de ahora, solo que la gente ya no reserva con antelación como se hacía antes sino que improvisa y coge lo que encuentra a última hora», señala, «por eso, para los hoteles es complicado planificar el personal en algunas áreas, hay gente que reserva la habitación el mismo día que llega». Ella espera que en primavera, se despejen las dudas. «En los hoteles, hay compañeros que se han ido a la calle y otros que siguen en ERTE, a la espera de que esto mejore, ojalá sea así», dice esperanzada, «el ERTE es un mal menor, pero no se puede vivir tanto tiempo con el 70% de tu sueldo cuando los salarios son tan bajos».