Un año más afrontamos una nueva campaña de recolección de nuestro tan preciado aceite de oliva. Afortunadamente la abordamos con algo más de tranquilidad que la pasada, en la que la pandemia lo marcó todo. No obstante, a pesar de la enorme incertidumbre existente, la prudencia y responsabilidad de todos permitió que la campaña se desarrollase mejor de lo que inicialmente se preveía.

La pandemia también nos ha dado una lección positiva que nos debe hacer mirar el futuro con optimismo. Y es que, a pesar del cierre total de la hostelería, el consumo de aceite de oliva ha subido en prácticamente todos los países del mundo. Especial relevancia ha tenido este aumento en países más sensibilizados con la salud como Estados Unidos, donde el crecimiento ha sido superior al 30%. Se ha puesto así de manifiesto cómo el consumidor percibe el aceite de oliva como un producto beneficioso para la salud, y es en esto en lo que debemos incidir para consolidar el aumento de consumo en todo el mundo.

"A pesar del cierre total de la hostelería, el consumo de aceite de oliva ha subido en prácticamente todos los países del mundo"

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En cuanto a la campaña, será la sequía la que la caracterice. Esto está provocando que las estimaciones de cosecha caigan por debajo de lo inicialmente previsto y con ello que las perspectivas de precio también cambien radicalmente. Ahora la duda que nos surge es qué pasará con el consumo ante un aumento de precios impulsado por los costes.

Pero el mayor problema al que se enfrenta el olivar es la falta de rentabilidad del secano. Desde Andalucía debemos abordar de modo urgente esta cuestión. Constantemente observamos el aumento de nuevas plantaciones en seto, con altas dotaciones de agua y altísimas producciones en nuevas zonas de producción. Y frente a esto, olivares en zonas tradicionales, de secano y de difícil rentabilidad. Y esto no se arregla con ayudas. Se arregla con agua. Por esto necesitamos políticos que de verdad afronten el problema y busquen soluciones.