Hay dos factores que hacen que la violencia de género sea diferente a cualquier tipo de delito, la opacidad y la vinculación con la víctima, y un tercero común a la mayoría de los maltratadores, la negación de los hechos, según desvela la tesis doctoral del abogado y criminólogo José Gómez Alarcón, defendida en la Universidad de Córdoba (UCO).

Gómez ha estudiado mediante entrevistas personales a 92 hombres condenados por maltrato de género o por quebrantamiento de la orden de protección internados en la prisión de Córdoba, a los que también se valoró para determinar la existencia de factores psicopáticos, con el objetivo de tener una "visión diferente del maltratador" desde "el punto de vista criminológico" para "poder actuar desde otra óptica y desde otro punto para evitar el maltrato".

Para el autor de la tesis, "se ha demostrado que solo la actuación penal no resuelve el problema" y que, una vez cumplida la pena, dado que "el problema es que el maltratador carece de empatía, no se pone en la piel de la otra persona", sería preciso "buscar alguna fórmula de poder apoyar a esa persona cuando lo decida voluntariamente, no se puede presionar a nadie".

De la primera parte de su trabajo, las entrevistas personales, concluyó que "no existe un patrón absolutamente definido", sino "hay muchos factores que pueden influenciar a que una persona sea un maltratador", aunque "existen características que pueden ser muy homogéneas".

La importancia del apego afectivo con la víctima, falta de autocontrol, impulsividad, vinculada en ocasiones al consumo de alcohol, o perder el dominio son factores que, asociados a otros, como pueden ser los celos, forman "un cóctel molotov que hace estallar, cuando realmente se produce la ruptura de la pareja, una situación de enfrentamiento y que se produzca la violencia", señala Gómez Alarcón a EFE.

La siguiente parte de la investigación consistió en revisar los pendientes penitenciarios, en los que se incluyen la sentencia y los informes psicológicos, "con lo que se ha podido contrastar si realmente los que planteaban mis investigados era fiel reflejo de la realidad", apunta.

Con ello constató que "hay gente que distorsiona la realidad, reconoce los hechos, pero no de la forma que ocurrieron, otros que lo niegan, y un porcentaje muy pequeño reconoce la autoría", que, en uno de los casos, "quería pedir perdón a la víctima", recuerda José Gómez.

Este rechazo de la realidad puede deberse, según su opinión, "a varios factores, uno porque no son psicópatas", ya que "el psicópata normalmente reconoce los hechos abiertamente y, es más, se siente enorgullecido de lo que ha hecho".

De los 92 presos entrevistados únicamente dos "superaban el umbral" para ser considerados psicópatas en la escala de Hare, un instrumento para evaluar la presencia o no de rasgos psicopáticos.

"La falta de control, una excesiva impulsividad asociada a incapacidad para asumir responsabilidades y para solventar vía pacífica cualquier tipo de conflictos, junto a una escasa empatía y carentes de habilidades sociales y personales, destacando la proliferación de componentes psicopáticos aunque no de forma tan generalizada para la consideración de psicópata según la escala de Hart se encontraban presentes en más de seis de cada diez encuestados", recoge el texto doctoral.

En todo caso, afirma el autor de la tesis, dirigida por la catedrática Rosario Ortega y el profesor José Antonio Casas, los maltratadores sí tiene muchos factores psicopáticos, pero algunos de ellos "se desarrollan solo y exclusivamente por la estancia en prisión".

La relación del maltratador con la víctima "es uno de los factores que hacen que la violencia de género sea más vil y, a su vez, más difícil de luchar contra ella", subraya Gómez, "son personas con las que han convivido y que han generado un sentimiento".

De ahí que, en su opinión, sea "tan difícil luchar contra la violencia de género y por eso uno de los fundamentos finales de la tesis es luchar a través de una concienciación desde la inteligencia emocional", por lo que "vendría bien para cualquier desarrollo emocional de los menores lo mismo que se hace con la seguridad vial" llevar a las aulas la "inteligencia emocional, que ayudara concienciando a las dos partes, al chico y a la chica", porque "hoy los menores no reconocen la existencia de la violencia de género".

A la relación con la víctima se une "la opacidad en la que el maltratador generalmente no da la cara, a ser posible que nadie se entere, y, de hecho, hay muchísimas víctimas, en las que además se cometen situaciones abominables, y que nadie conocía realmente que había una situación de maltrato".

Para José Gómez, "la opacidad es lo abominable que convierte a la violencia de género en un delito si cabe aún más dañino, porque nadie se entera, la víctima habitualmente genera una cantidad de reacciones impredecibles y es muy difícil alguna vez entender que la víctima pueda quedar tremendamente bloqueada y por qué no sale corriendo".