El edificio blanco de la Ciudad de la Justicia de Córdoba está hoy triste porque su cuidador más servicial y alegre, el empleado público Rafael A. Urbano Losada, ha perdido la vida en uno de sus pasillos luminosos que tanto se pateó, víctima de un infarto fulminante.

El edificio entero y sus moradores, jueces y fiscales, letrados de la Administración de Justicia, funcionarios de todos los cuerpos, sindicatos de Justicia, abogados y procuradores, sus compañeros de la Junta de Andalucía, trabajadores del edificio y de las empresas contratistas, agentes de la Guardia Civil, y todos los que le conocimos y disfrutamos de su amistad y de su ilimitada generosidad, tenemos hoy contenida la respiración tras conocer que Rafael se ha sentido indispuesto en la cafetería y se ha ido para siempre, pese al esfuerzo de sus compañeros en reanimarle, haciendo lo que más le gustaba, trabajar por el buen funcionamiento de la Administración de Justicia.

Rafael Urbano tenía solo 58 años, y desde 1989 prestó servicios como ordenanza de la Junta de Andalucía en la Consejería de Educación, pero en el año 2000 llega destinado al viejo edificio de la calle Doce de Octubre, y allí trabajó para los juzgados de lo Social, Familia y Registro Civil, hasta el traslado hace pocos años a la nueva Ciudad de la Justicia de Arroyo del Moro.

El bueno de Rafael era un trabajador incansable, no tenía horarios ni limitaciones, un empleado público singular, sólo le preocupaba atender a todo el mundo y resolver los problemas de los juzgados y tribunales, por ello todos acudían a él y Rafael siempre buscaba y encontraba una solución adecuada.

Quienes tuvimos y tienen responsabilidades en la Consejería de Justicia siempre contamos con un trabajador leal, resolutivo, dispuesto siempre a arrimar el hombro, sin protagonismo y sin que se notara, y en los arduos trabajos de las mudanzas de los órganos judiciales al nuevo y majestuoso edificio Rafael Urbano fue un puntal insustituible, una pieza clave.

Vamos a recordar siempre a nuestro compañero Rafael Urbano, con su particular manera de ser, tan jovial y dispuesto, tan generoso, tan entregado a su trabajo… Hoy la Ciudad de la Justicia ya le echa de menos porque nos ha dejado de forma inesperada un gran servidor público de la Justicia, una gran persona. D.E.P.