Son las tres de la mañana. Rocío, madre de dos hijos pequeños, ve cómo su pareja golpea al menor y algo estalla en su cabeza. No puede más. Víctima de la violencia física y psicológica desde hace años, decide romper el círculo vicioso y, en medio de la noche, sale de casa con lo puesto a salvar su vida y la de sus hijos. La respuesta a esta situación en Córdoba está en un teléfono que funciona 24 horas al día 365 días al año, el 900200999. Una sola llamada activa la alarma para que el engranaje de rescate de estas mujeres se ponga en funcionamiento. Aquí no hay lista de espera, siempre hay plazas libres para acogerlas.

Alberto Arnaldo es el gerente de recursos de acogida de la Junta de Andalucía. «Atendemos a las víctimas en tres niveles», explica, «en el momento de la agresión, contamos con un dispositivo de emergencia para dar refugio a las mujeres y a sus hijos que están en riesgo y no tienen alternativa convivencial». En Andalucía, todos los hijos, sean o no menores, si están a cargo de la madre pueden quedarse con ella en los centros de emergencia. «Durante diez días, no pueden salir por motivos de seguridad», aclara Arnaldo, «y para recibir esta atención no hace falta poner denuncia previa, es un recurso de emergencia, como cuando acudes a las Urgencias de un hospital».

El siguiente nivel de protección son las casas de acogida, donde las mujeres y sus hijos, si los tienen, disponen de un recurso de larga duración en otra provincia andaluza, donde la Junta les ayuda con la escolarización de los menores y las atiende desde un punto de vista psicológico, sociolaboral y jurídico, para tramitar denuncias, órdenes de protección, divorcio o lo que corresponda según los casos. «No hay perfiles, el único punto en común es que todas son mujeres», afirma, «aunque el pronóstico de recuperación es mucho mejor para las jóvenes, cuya relación está menos asentada, que en mayores que han pasado años sufriendo malos tratos por lo que el deterioro es más grande y la dependencia, mayor».

Una actividad en una casa de acogida. CÓRDOBA

Cuando la violencia pasa de la madre a los hijos, muchas se deciden a hacer algo, otras esperan toda la vida, hasta que el último hijo se independiza, para librarse de su agresor. Aunque muchas mujeres recaen y tienen que volver varias veces a la casa de acogida hasta rehabilitarse, «la gran mayoría de las que completan el proceso no vuelven más con su maltratador». El tercer y último nivel de ayuda son los pisos tutelados, 17 en Andalucía, donde no pagan el alquiler, pero sí manutención, agua y luz. «Es el último paso hacia la independencia», comenta Arnaldo, «hay quien tarda más en recuperarse y quien tarda menos, quien necesita más y menos apoyo, por eso hay planes individuales de actuación».

Rocío tiene 35 años y tiene un hijo de 10 años y otro de 5 cuyo padre la maltrató física y psicológicamente hasta que ella logró romper el cordón umbilical que la unía a su agresor. «Empecé con mi marido muy jovencita, soy la menor de tres hermanas y tuve un padre maltratador, yo era la que se quedaba en casa y veía todo y según me he dado cuenta después, repetí el patrón en mi vida personal», comenta. Auxiliar de enfermería, el tiempo que estuvo con el padre de sus hijos no trabajó. «Cuando me salía algo, él hacía que lo dejara», recuerda. Cuando fue consciente de lo que le pasaba, su hijo mayor ya había sido víctima de violencia también. «Me fui muchas veces, estuve en casas de acogida en otras provincias donde me atendieron muy bien, pero mi dependencia era tal que, cuando me decía que iba a cambiar, volvía con él, pero nada cambiaba». La última vez, hace seis años, llegó a estar un mes conviviendo con él después de años separada y se quedó embarazada del pequeño. «La Plataforma cordobesa contra la violencia me ayudó a romper del todo, pero aún no puedo decir que me sienta recuperada, he empezado a trabajar, soy independiente, pero no he rehecho mi vida aún, quiero estar sola hasta que esté bien, cuesta mucho superar la pesadilla, pero se puede salir».

1.848 personas, 1.022 mujeres y 826 niños (93 mujeres y 69 menores de Córdoba) han pasado en lo que va de año por las casas de acogida de Andalucía. No son casos aislados y cada vez las víctimas son más jóvenes.