José Miguel Moreno Ferri es odontólogo especializado en CAT, siglas que designan el compromiso articular temporomandibular, una patología funcional de la boca de causa mecánica o traumática cuyo principal síntoma es la migraña. Borja Valenzuela Salas es médico especialista en cirugía oral y maxilofacial y la otra pieza de este tándem que de manera pionera en Córdoba empezaron a aplicar, hace ya casi dos años, un tratamiento para combatir esta afección. «Lo primero que debo decir es que esta patología fue descubierta por mi maestro, el doctor Larena Avellaneda en el año 1998 y este año, después de no pocos esfuerzos, ha conseguido publicarla en la revista de medicina de familia Semergen», apunta Moreno. El CAT se explica como la falta de espacio de la mandíbula para realizar los movimientos masticatorios, del habla, la deglución o para las posturas que adoptamos durante las tareas cotidianas. Se puede dar en un lado de la cabeza o en ambos y llega a afectar al 20% de la población, tanto adultos como niños, si bien tiene una mayor prevalencia en las mujeres. «De todos los casos que llevamos tratados, el 70% han sido pacientes de sexo femenino», añade Moreno.

«El trigémino es el principal nervio sensitivo de la cara, aunque también cumple una función motora y vegetativa», explica el doctor Valenzuela. Este nace en el tronco del encéfalo y es el responsable del dolor orofacial. Debido a la propia evolución del hombre, el tamaño del maxilar superior y de la mandíbula han disminuido más rápido que el número total de dientes, lo que provoca una falta de espacio. Según señala el especialista, es el mismo proceso que explica los problemas que, con bastante frecuencia, afectan a la salida de las muelas del juicio. Cuando se da esta falta de espacio entre el maxilar y la mandíbula se produce la comprensión de este nervio que acaba desencadenando una serie de síntomas tales como cefalea, ya sea migrañosa o tensional, síndrome de boca ardiente, mareos, vértigo, parestesia facial, naúseas, vómitos o acúfenos, entre otros, y que afectan en el día a día a la calidad de vida del paciente. 

«Existen, además, gestos y posturas que agravan dicha compresión nerviosa», apunta el odontólogo. Para saber si un paciente tiene o no CAT lo primero que hacen ambos especialistas es una historia clínica minuciosa, complementada con una serie de radiografías, TAC, fotografías y una exploración física específica que consiste en la palpación de la rama ascendente de la mandíbula y el maxilar superior, «con el fin de comprobar la irritación del área del compromiso y comprobar de esta manera que la palpación despierta un dolor intenso e inmediato al paciente», subraya el especialista en dicha patología. 

Cómo tratar el CAT

El abordaje del tratamiento se hace de manera combinada y consta de cuatro pilares fundamentales: tratamiento postural para cambiar hábitos que favorecen la patología (por ejemplo morderse las uñas), aparatología (colocación de un aparato intraoral removible y funcional) , cirugía menor y ajuste de la mordida. «Cada paciente es un mundo y no siempre hay que cubrir necesariamente este itinerario», destaca el doctor José Miguel Moreno. En la mayoría de los casos se requiere de un tallado selectivo, lo que implica una cirugía localizada que se realiza de manera ambulatoria, «con la que se pretende aumentar el espacio, liberar del impacto y aliviar la comprensión en esa región maxilar», especifica Valenzuela, quien destaca que, en los casos de migrañas, una vez que el paciente ha completado el tratamiento, este recupera su calidad de vida en pocos días «evitando la necesidad de consumir múltiples medicamentos para combatir el dolor».

Una patología que responde a la evolución humana

El compromiso articular temporomandibular es una afección que responde al proceso evolutivo natural de la anatomía del ser humano. Nuestros antecesores tenían unos maxilares muy desarrollados debido a la ingesta de alimentos muy fibrosos y duros que exigían unos maxilares muy desarrollados y fuertes, con el mismo número de dientes que tenemos ahora. A medida que ha evolucionado nuestra dieta, la cavidad bucal y los arcos dentarios han ido reduciéndose, pero no así el número de dientes, lo que ha derivado en esa falta de espacio y esta nueva enfermedad.