La precaución sigue muy presente en Córdoba, a pesar de la liberación que supone la eliminación de la mayoría de las restricciones que la pandemia ha acarreado a la vida cotidiana de los ciudadanos, que continúan protegiéndose tras la mascarilla, eso sí, con aires nuevos y más optimistas. Y es que la desconfianza ante el virus que ha puesto patas arriba al mundo no puede desaparecer de la noche a la mañana y son muchos los que temen una nueva ola, pese a la curva que ahora ofrece la crisis sanitaria, de la que aún quedan muchas señales que nos la recuerdan. De hecho, todavía permanecen numerosas huellas de ella en centros comerciales, bares y restaurantes, donde aún no se han eliminado los ya desgastados carteles que limitan la distancia entre personas, bien por despiste o porque muchas costumbres adquiridas en la pandemia se van a mantener y volver a la normalidad tal y como se concebía antes de marzo de 2020 va a costar mucho tiempo.

La paulatina eliminación de las duras medidas a las que se ha sometido a algunos negocios ha hecho que la liberación total no suponga un gran cambio en las calles de Córdoba, al menos en estos primeros días, en los que la desconfianza aún hace mella a la hora de acercarse al de al lado o de saludar. "¿Podemos darnos ya besos y abrazos? ¿Te puedo tocar?", se preguntaban dos amigas a la entrada de una tienda donde todavía lucían en el suelo las señales por la que rigurosamente había que entrar o salir hace tan solo unos días.

Pero el buen tiempo y el respiro que supone que la incidencia del virus sea cada vez menor ha llenado, más que de gente, de alegría las calles de la ciudad, que vuelven a parecerse a lo que eran hace dos años. Sobre todo la Judería, desolada durante meses, que ha ido recuperando su pulso poco a poco y la mañana de este sábado, el primero sin restricciones, era una auténtica fiesta, gracias, entre otras cosas, a la música improvisada junto a la Mezquita-Catedral del grupo Son de Luna, que ha puesto a bailar y cantar a un numeroso grupo de cordobeses y foráneos que prácticamente ha cortado la calle, entre ellos un grupo de amigos de Toledo que no podían creer lo que estaban viendo. "Sabíamos que Córdoba era una ciudad muy alegre, pero no imaginábamos esta feria", señalaba Eva, la portavoz del grupo.

Restauradores y comerciantes

Los restauradores y comerciantes de la zona también lucían este sábado una cara diferente a la que han mostrado este tiempo atrás. Aunque reconocen que el mes de septiembre "ha ido bien", el fin de las restricciones ha supuesto un gran alivio, ya que ahora ha desaparecido "la presión de aforos y la limitación del número de personas en una misma mesa", como señala Antonio Leiva, del restaurante La Romana, que también destaca la confusión que aún tienen los ciudadanos respecto a las nuevas medidas, preguntando todavía qué número de personas puede sentarse a comer o cenar juntos en una mesa. La única pega que aún ponen estos profesionales es la ausencia de turismo internacional, una asignatura pendiente en la que se tiene fe en recuperar.

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Y mientras eso sucedía en La Judería y el Paseo de La Ribera, las calles más comerciales del centro de la ciudad también han vivido una jornada marcada por algunas diferencias, como el número de personas dentro del interior de los establecimientos. Es el caso de la tienda Álvaro Moreno, en la plaza de las Tendillas, cuya responsable no veía la tienda tan llena desde hacía mucho tiempo y también siente un gran alivio ante la presión que suponía el control de aforo.

Quien también celebraba esta nueva normalidad era Sara, empleada de la tienda de estética NYC, que ha explicado con alegría que la gente "se ha vuelto a ilusionar con el maquillaje y el público está mucho más receptivo y animado". Aún así, todavía se podían ver algunas colas en las pequeñas tiendas, donde el reducido espacio y la costumbre invitaban a esperar pacientemente, aunque ya no sea necesario.