La profesora de Psicología de la Universidad de Córdoba Izabela Zych dirige un estudio sobre ciberodio entre alumnos de Secundaria en Andalucía, financiado por el Centro de Estudios Andaluces, y que cuenta con la participación de investigadores de la UCO y de las Universidades de Cambridge y Tampere (Finlandia).
¿Se está apreciando un incremento de los delitos de odio?
El número de delitos de odio ha aumentado en España en los últimos años, si bien es difícil saber si es un crecimiento real o un repunte de denuncias. Los ciudadanos son cada vez más conscientes de la importancia de estos delitos y, por tanto, es probable que ahora se denuncie más. Con respecto a Córdoba, es la provincia con una de las tasas de prevalencia de delitos de odio más bajas de España. Pero no hay que bajar la guardia, porque estos delitos también se cometen en nuestra provincia. En general, a los datos de los delitos de odio, hay que añadirles otros problemas, como expresiones de odio en situaciones cara a cara o en la red y la radicalización. Existen muchos problemas que no se denuncian o que no constituyen un delito propiamente dicho, pero sí son un gran problema a nivel individual y social. Según un estudio que dirijo sobre ciberodio, realizado con una muestra representativa de adolescentes andaluces, más del 50% de estos alumnos de Secundaria afirma haber presenciado expresiones de odio en internet. Estas expresiones pueden ir escalando, constituyendo los primeros pasos hacia los delitos de odio aún más graves.
¿A través de qué formatos se manifiestan los delitos de odio?
Desgraciadamente, el odio está presente en contextos muy diversos y es muy difícil de erradicar. En este campo, diferenciamos las creencias o actitudes relacionadas con el odio de las conductas en sí. La prevalencia de las creencias, que pueden ser extremistas o versar sobre la supuesta superioridad de unos grupos sobre otros, es más alta que la prevalencia de conductas o delitos de odio. Y las agresiones pueden darse cara a cara y, cada vez más, en la red. Por ello, es fundamental actuar sobre las creencias para que no evolucionen hacia los delitos de odio.
¿Cuál es el perfil más habitual del autor de los delitos de ocio?
Es difícil hablar de un perfil específico, pero sí existen patrones de conducta. El porcentaje de agresores es más alto entre treintañeros, pero hay bastantes veinteañeros o de 40 a 65 años. La mayoría son hombres, pero también hay mujeres. Muchas de estas personas pueden tener actitudes extremistas, haber pasado por un proceso de radicalización y creer que unos grupos son superiores a otros. El auge del populismo a nivel mundial y local ha contribuido a estos delitos. Pueden haber crecido con familias con actitudes extremistas o haber recibido deficiente educación moral. Habitualmente, se ven envueltos en una especie de burbuja, más frecuente a través de la red, en la que sus iguales cometen estos delitos, discriminan a grupos minoritarios, culpan a los demás de sus problemas y normalizan estas actitudes, solo accediendo a la información acorde a sus creencias erróneas, sin ver más allá de la burbuja.
De estos delitos, ¿cuáles requieren más atención psicológica?
No creo que haya unos que requieran más atención. Desde la investigación psicológica, es necesario ahondar en los factores de riesgo y de protección para estos delitos, diseñando y validando programas para prevenirlos. Desde la práctica de la psicología educativa, es necesario actuar sobre estos factores, promover la educación social, emocional y moral, la inclusión en una sociedad cosmopolita en la que se valora la diversidad. Desde la psicología clínica, es necesario ayudar a las víctimas y trabajar con los agresores para cambiar sus actitudes y conductas. Y, mediante la psicología jurídica, es necesario implementar más programas para la rehabilitación de los autores de los delitos.
¿Qué delitos de odio se producen más en Córdoba?
De Córdoba los desconozco, pero, a nivel nacional, los más frecuentes son los relacionados con racismo y xenofobia, seguidos por ideología, orientación sexual e identidad de género. Sobre la forma de comisión, los más comunes son amenazas, lesiones y daños.
¿Se atreven las víctimas a exponer o a denunciar su situación?
Algunas personas lo ocultan y sufren en silencio y otras denuncian. Cada vez con más frecuencia se muestran estos delitos en los medios de comunicación y en la red. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado porque se puede estar normalizando estas conductas o dar publicidad a los agresores que, a veces, persiguen el objetivo de difundir el odio a gran escala. A veces, estos agresores encuentran seguidores y, en otras ocasiones, se puede producir victimización secundaria de la víctima que se ven expuestas una y otra vez a revivir la situación. Por ello, es importante luchar contra este tipo de conductas, denunciar los delitos, evitar sufrir en silencio y buscar apoyo profesional y social de allegados, pero siendo siempre prudentes a la hora de mostrar la situación a gran escala. Por otro lado, resulta importante que los medios de comunicación informen sobre la relevancia de estos delitos, promoviendo la inclusión y respeto a la diversidad.
¿Cómo pueden las víctimas recuperarse psicológicamente?
Es una cuestión muy compleja, pues depende del tipo de delito que haya sufrido, de su gravedad y duración. Influyen a su vez factores personales e interpersonales. En general, es recomendable buscar ayuda de profesionales de la psicología, que les diseñarán un plan de acción adaptado a cada persona. Por su parte, es importante buscar apoyo de personas cercanas y tener en cuenta que siempre puede recuperarse la felicidad, incluso tras haber sufrido situaciones muy traumáticas.
¿El agresor más habitual tiene una edad o sexo determinado?
Con respecto a la edad, se puede hablar de delitos de odio o de conductas que expresan odio, discriminación o que suponen exclusión social. Desde la perspectiva judicial, hay una edad mínima para que las personas sean imputables. Y, en el ámbito psicológico, las creencias discriminatorias y conductas agresivas pueden existir desde edades muy tempranas y, por eso, es fundamental educar a los niños en igualdad e inclusión. La educación puede prevenir o corregir estas conductas antes de convertirse en delitos de odio. Acerca del género, los hombres cometen más delitos de odio que las mujeres y también la mayoría de las víctimas son hombres.
¿Cómo se puede prevenir el auge de este tipo de hechos?
Es fundamental educar en igualdad y respeto a la diversidad desde edades tempranas. Las familias deben promover la competencia moral para enseñar que no existe ninguna razón por la que se pueda justificar el daño a otro ser humano. Desde la escuela, medios de comunicación y agentes sociales, deben implementarse programas contra la violencia, incluyendo la violencia racista, xenófoba, homófoba... Conviene disminuir las divisiones entre grupos sociales, pues el odio aparece a menudo cuando las personas perciben a los demás como miembros de otro grupo que, además, se aprecia como amenazante o inferior al grupo propio. Estas ideas pueden desmantelarse, promoviendo la percepción de los demás como parte del mismo grupo de la humanidad, con toda su riqueza y diversidad. Es necesario promover la convivencia, el diálogo y el respeto mutuo.
¿Puede anticipar alguna conclusión del estudio que dirige?
Preliminarmente hemos encontrado porcentajes preocupantes de agresión, victimización y exposición al ciberodio. Las personas involucradas en el ciberodio suelen implicarse en otras conductas problemáticas (bullying o cyberbullying). Los agresores puntúan bajo en competencia moral, reciben de la familia educación moral deficiente y creen que algunos grupos están por encima de otros.
¿Con qué objetivos se puso en marcha este estudio?
Para describir las formas de exposición y producción del ciberodio, incluyendo su prevalencia y contexto, para comprender la estabilidad y la transición entre las formas de exposición y producción del ciberodio; para hallar los factores de riesgo y de protección más importantes y para predecir la implicación en el ciberodio. Y, en base a los resultados, se propondrán medidas contra el ciberodio en las escuelas y en la sociedad.