Ya está hecho. La ministra de Defensa, Margarita Robles, nuestra ministra preferida desde que nos concedió la base logística, y el presidente de todos los andaluces, incluidos los de Jaén, Juanma Moreno, llegaron el viernes a Córdoba, firmaron en el Alcázar el protocolo del proyecto militar con el alcalde, José María Bellido, oficiando de maestro de ceremonias, y se fueron por donde habían venido sin echarse ni una triste loncha de jamón a la boca. No se ha visto boda más frugal en ese salón de mosaicos. 

El acto, castrense en contenido y forma, no dio ni para que una banda tocara si siquiera una marcha militar o el versátil Paquito Chocolatero de agradecimiento a los benefactores. No dio ni para la copa de vino español que ponen en los ágapes cuando se está cortito de presupuesto. ¡Qué tiesos nos estamos volviendo con la pandemia! Perdónelos, Margarita, que no saben lo que hacen y el covid-19 los ha vuelto locos.

Al menos tuvieron la deferencia de llevar a la ministra a conocer las Caballerizas --que son suyas, bueno del Ministerio de Defensa, aunque se las vamos a expropiar dentro de unos días en plan colega-- y a Manzanillo Alborán, que, según el alcalde, es un caballo-talismán porque a él le atribuye en parte su éxito en las municipales. Lo conoció en la campaña electoral del 2019, se hicieron una foto juntos y ganó las elecciones. Esa fue la secuencia. Así que habrá que ir a acariciarle el lomo (al equino, no a Bellido), que falta nos hace, porque de suerte estamos pelados. Al parecer Robles salió prendada de Caballerizas y entendiendo a la perfección porqué sería bueno que este edificio que los militares abandonaron en el año 2002 pasara a ser de titularidad municipal. No hay nada como las clases prácticas para entender la teoría. 

Bueno, como les decía, que ya tenemos firmado el protocolo de la macrobase, gracias a «la unidad institucional» y al «espíritu de cooperación» y blablablá, y sobre todo a los letrados --un saludo al jefe de la asesoría jurídica del Ayuntamiento, Miguel Aguilar-- y a los militares, que se han dejado estos meses la piel para redactar los convenios. 

Ahora solo queda urbanizar las 85 hectáreas de La Rinconada --ese polígono al que hasta antes de ayer no sabían llegar nada más que los Martínez-Sagrera y los López Crespo, que para eso era suyo-- y que el Ejército comience a agrupar allí sus almacenes, sus vehículos y los cachivaches propios de las Fuerzas Armadas (nada menos que once de los doce centros logísticos que tiene en toda España) para convertir el patatal en un centro de innovación tecnológica 5.0 y en un hub logístico de referencia en toda la Unión Europea. «Oiga, ¿es el enemigo?» (perdón, si no lo escribo reviento). 

Ojalá y en 2026 --cambia uno el 2016 por el 2026, la cultura por lo marcial, y nos volvemos a poner las camisetas de la capitalidad que nunca pasan de moda--, cuando vayamos a inaugurar la macrobase logística, se nos haya pasado el susto del covid, tengamos un festolín en condiciones, repartan viandas y nos pasemos hasta los vasos de los refrescos sin tenerlos que esterilizar antes. Lo mismo vuelven hasta los besos con lengua; no digo en ese evento, digo en general, ¡quién sabe! 

A todo esto, en el Ayuntamiento se ha cerrado en tiempo récord un acuerdo para las ordenanzas fiscales (tasas e impuestos municipales) y para el presupuesto del 2022. Tomaremos las gráficas palabras del vicepresidente Elías Bendodo para resumir el entremés protagonizado por los chicos del gobierno local, PP y Cs, y su socio, ora sí ora no, Vox. «Aunque siempre anuncien rupturas, siempre estamos juntos», declaró Bendodo refiriéndose a los del baile de la Yenka, para añadir que esa relación es «la más fuerte y estable de los últimos años entre grupos políticos y entre un Gobierno y un grupo». No hay nada más que añadir, señoría. Que venga Dios y lo vea si se entiende ese ir y venir de insultos y arrumacos que al final termina siempre en happy end.  

En lo que afecta a los bolsillos de los cordobeses, buenas noticias, porque se ponga como se ponga la izquierda va a ser difícil de explicar, así en general, que pagar menos (por heredar un piso en Santa Rosa, por el vehículo o por tener un puesto en el mercado de abastos) no es mejor. Habrá que explicar que la merma de ingresos afectará a tal y cual, que la calidad de la limpieza municipal o del autobús se resentirá y que al final habrá que tomar el camino de la privatización para poder prestar los servicios... 

Demasiado esfuerzo pedagógico para quien debe celebrar como un triunfo histórico que el salario mínimo sube 15 euros (Yolanda Díaz, tú también nos caes bien).