Nicolás Navajas regenta un restaurante localizado en el polígono de Las Quemadas llamado La Ronda. Este hostelero, que además lleva la explotación de las cafeterías de la Universidad Loyola y del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (Imibic), explica que la caída de público ha sido brutal, y aún lo es. Las puertas de este negocio volvieron a abrirse el pasado 25 de mayo. «Nosotros abrimos hace dos años, tuvimos una progresión bastante buena pero paramos en seco en marzo del 2020 y ahora hemos vuelto a niveles de hace dos años». Empresas con plantillas diezmadas, empleados a media jornada que se han quedado sin trabajo y aquellos con contrato a tiempo completo se vieron con ajustes a la baja, «todo eso se nota mucho en el poder adquisitivo del personal, que ha caído en picado y nos repercute de manera directa a nosotros», asume. Ante la situación de cero ingresos, este empresario de la restauración también se vio forzado a realizar un erte con los tres empleados que tenía, de los que ha podido recuperar solo a dos. En la Universidad de Córdoba también llevaban la explotación de las cafeterías, pero cuando en septiembre del 2020 se habló de retomar la actividad, Navajas se negó porque «no podíamos mantener la distancia de seguridad y abrir a pérdidas, me negué y nos rescindieron el contrato». Una situación que le ha llevado a quedarse con tres establecimientos de los cinco que tenía. A esto sumó un préstamo ICO que solicitó y que han empezado a pagar -su devolución- en este año, «esto nos ha permitido aguantar el tirón pero ahora viene el francés a pagar el vino que se bebió», apunta con humor resignado.

Del tsunami devastador vivido por este gremio, Navajas reconoce que la peor parte se la han llevado las empresas que estaban sobredimensionadas de personal, «el Caballo Rojo ha tenido que cerrar, Pepe de la Judería lo ha pasado fatal y La Carbonería está con un préstamo brutal, por citar a algunos compañeros». Su pequeña empresa lo que ha hecho es reacondicionarse doblando turnos, modificando horarios, optimizando en definitiva, «mucha gente en hostelería se ha dado cuenta que menos es más, que las cenas, por ejemplo, si no tienes terraza no son rentables porque costaba más aguantar abiertos que cerrar». Para Nicolás Navajas, esta ha sido una ocasión perdida «para dignificar la profesión». Y a lo que se refiere con estas palabras es a los bajos precios que, en general, tiene la hostelería en Córdoba, «por vender bajamos los precios y así condenamos nuestra rentabilidad». 

Paco Mulero en el Mercado, ya reacondicionado. CHENCHO MARTÍNEZ

El Mercado Victoria es uno de los referentes gastronómicos más conocidos de la ciudad. Su gerente, Paco Mulero, señala sin lugar a dudas que uno de los momentos más difíciles y confusos fue cuando, ante el panorama que se desplegaba, tuvieron que meter, «de golpe y porrazo», a todo el personal en el erte. «Recuerdo el desconcierto de los trabajadores, porque no sabíamos si iba a ser cuestión de quince días o un mes, ya ves», apunta. En este establecimiento hay unos veinte pequeños restaurantes en alquiler. De un plumazo toda la actividad, por parte de la gerencia, se tuvo que interrumpir. El alquiler de los puestos se redujo al 50% y se mantuvo así hasta el 31 de diciembre del pasado año. «Aunque se volvió a abrir a partir del 25 de junio, no sin pocas medidas restrictivas, decidimos mantenerles la reducción del arrendamiento porque sabíamos que con el menor aforo caían los clientes, las ventas y, por tanto, los ingresos», recuerda Mulero.

En aquellos momentos en los que se empezaban a poner las primeras vacunas decidieron reacondicionar el Mercado en otro intento por ayudar a sus inquilinos e intentando volver a la normalidad. Para ello cerraron el 10 de enero y «durante el tiempo que duraron las intervenciones eximimos a los puestos del pago de la mensualidad, es decir, una reducción al 100% para salvarles hasta que se volviese a abrir», algo que ocurrió el pasado 7 de mayo. En aquellos momento Mulero realizó una profusa labor informativa sobre las ayudas y subvenciones disponibles para el sector, «todo lo que recibía de CECO, Hostecor, Cámara de Comercio… todo lo canalizaba a través del correo interno y lo enviaba a los puestos para que estos, a su vez, se lo trasladaran a sus asesores y pudiesen optar a todas las ayudas posibles». Era una situación «de desesperación por evitar ruinas». Respecto al ocio nocturno, apunta el gerente que a pesar de la carga constante que se hace en contra de estos establecimientos desde algunos perfiles de redes sociales, «desde Soho Mercado, y desde la hostelería en general, hemos estado siempre intentando que se cumplan todas las medidas habidas y por haber, porque todas esas adaptaciones nos han supuesto una reducción significativa en nuestros ingresos, pero también unas inversiones considerables con las que no se contaba, por tanto, no nos vamos a jugar el pan con irresponsabilidades en este sentido», afirma categórico.

Rubén Rivero, representante de este sector a nivel provincial y dueño de cuatro locales, no duda en afirmar que «la pandemia ha sido y está siendo la ruina de las discotecas y locales de ocio nocturno». En este sentido, señala que con las nuevas medidas permitidas en el nivel 1 en el que nos encontramos, «se va a proceder a abrir la semana que viene pero con pocas esperanzas». Abrir la puerta les costará dinero y con ellas cerradas «nada más que en luz van 14.000 euros en uno de los negocios». Hagan cuentas.