Ante el inicio del curso escolar 2021-22 marcado, de nuevo, por la pandemia, CÓRDOBA habla con profesores, madres y presidentas del AMPA para que cuenten qué esperan de este año y cómo lo van a afrontar.

Blanca Moles Pérez | Profesora de educación Especial

«La pandemia les ha afectado bastante»

La educación Especial ha arrancado también el curso este viernes 10, no solo en centros específicos sino en los colegios que integran en sus aulas a niños y niñas con necesidades educativas especiales. Blanca Moles Pérez es profesora de educación Especial en el colegio Séneca, una cooperativa de enseñanza ubicada en el barrio de Fátima, en el que 57 alumnos con necesidades especiales se integran y conviven perfectamente con los 700 que estudian en él, en el segundo ciclo de Infantil, Primaria y Secundaria.

«En la concertada no tenemos tantos recursos como en la pública, pero somos una cooperativa de profesores e intentamos, como prioritario, que los niños avancen, es nuestro objetivo», asegura esta profesora. Blanca Moles explica que las cinco docentes de educación Especial del centro atienden desde niños con problemas de audición y lenguaje a problemas de déficit visual, altas capacidades, autismo o TDH. «Pretendemos el máximo grado de integración del alumnado y que la atención que les demos sea en su propia aula ordinaria, aunque luego tenemos aulas de apoyo a la integración», señala Blanca Moles.

La pandemia, reconoce, «ha afectado bastante» a estos pequeños. Durante el confinamiento, «no hemos dejado de atender a nuestros alumnos, con conexiones on line, sesiones por grupos, etcétera», y este pasado curso, con todas las medidas covid, de mascarillas y control sanitario, «sinceramente, creo que han bajado algo el rendimiento y se cansan antes».

Moles reconoce que el uso de la mascarilla supone para estos niños de necesidades educativas especiales un esfuerzo grande de atención. «Yo no me la puedo quitar y es difícil captar su atención, por lo que intento ofrecer sesiones más cortas, de 50 minutos, y hacer las clases muy prácticas y dinámicas».

El curso pasado, el centro compró mascarillas transparentes y pantallas también transparentes para el profesorado de Audición y Lenguaje, con micrófono, para que los niños con problemas de audición y lenguaje pudieran ver sus caras y escuchar mejor.

Admite Blanca que para los profesores ha sido también un gran esfuerzo porque los niños han acusado esa falta de motivación, de ganas de aprender y de participar. Por eso, «cuando entramos dentro de las clases y ven a su seño dentro, aunque los ves cansados, se animan, y tienen ganas de hacer cosas y eso es una motivación grande para nosotras también».

El protocolo covid se mantiene este año en los colegios, por lo que estos pequeños seguirán saliendo al patio «con sus grupos burbuja del aula».

Ana Esther Galán Díaz | Madre de niños de altas capacidades

"No están preparados para altas capacidades"

Ana Esther Galán Díaz sabe lo que es luchar contra la Administración educativa para lograr una evaluación por altas capacidades y conseguir recibir el tratamiento adecuado para sus niños. Sus dos hijos, Pedro, de 12 años, y Carla, de 9, tienen altas capacidades y ella se ha convertido en una experta en el tema, tanto que creó la asociación Actívate por la Inclusión, que cuenta ya con 21 socios, todos padres de niños con estas necesidades específicas, procedentes de toda la provincia, que tras un año de parón por la pandemia volverán a reunirse a partir del 16 de octubre.

Ana Esther, que es maestra, reconoce que al profesorado no se le forma para tratar a niños con altas capacidades. «No están preparados y además hay muchos mitos al respecto». En sus propios hijos vive las dos facetas de la sobredotación, por un lado la de tipo académico, como la de su hijo Pedro, que con 12 años está en tercero de la ESO «y es un niño de 10, lo que le gusta al profesorado», y por otro lado, el de tipo artístico, de su hija, a la que le gusta el arte, la creación, la creatividad, pero nada lo curricular, se aburre en clase. «Son niños que tienen muchas frustraciones, su desarrollo emocional es de un niño pero en lo cognitivo no y si los tratan como adultos, se los cargan». Como dice muy gráficamente, «se creen que todos los perfiles son como Pedro y se les van los Picasso, se les pierden».

Ana Esther Galán, con estructuras que utilizan sus hijos. CHENCHO MARTÍNEZ

Viendo lo difícil que era conseguir por parte de la Administración educativa una respuesta al tratamiento de la sobredotación en los colegios, esta madre y maestra decidió crear esta asociación «por la que entre 60 y 70 familias han acudido a nosotros porque todos han pasado por lo mismo».

La pandemia ha afectado, cómo no, a estos niños, que afrontan un nuevo curso escolar aún bajo el covid. A algunos, dice Ana Esther Galán, «el confinamiento les vino bien, porque el colegio les sobrecarga mucho y así fueron a su ritmo». A otros, sin embargo, «les agobia lo tecnológico, es una bomba para ellos, sus neurotransmisores reciben muchos estímulos e información del exterior y se agobian, no saben qué hacer». En estos casos, la tecnología, los ordenadores son para ellos «una bomba de relojería total» y durante la pandemia se ha abusado de ello. Por otra parte, les viene bien ir al colegio y juntarse con niños como ellos. «Cuando están juntos es como su tirita al agobio social que sienten, por lo que en la pandemia, aislados, lo han pasado mal la mayoría», reconoce esta madre, que afronta un nuevo curso escolar, esta vez en un centro concertado, tras años en uno público.

Saray Mario Ortiz | Presidenta del AMPA del colegio Antonio Gala

La superación y el esfuerzo para que los pequeños acudan al colegio cada día

Saray Mario Ortiz lo tiene claro. Quiere que sus hijos, dos varones de 6 y 8 años, vayan cada día al colegio, el Antonio Gala, situado entre las barriadas de Moreras y Margaritas, para que «sean algo en la vida, que salgan adelante y puedan hacer algo, no como yo». Y esto no es fácil, es un esfuerzo cada día.

Saray es desde hace dos años la presidenta de la asociación de padres y madres de alumnos (AMPA) del colegio Antonio Gala, cargo en el que se siente bien y a gusto porque «estamos pendientes de los niños y nos ayudamos unos a otros». Vive en Las Margaritas, tiene 31 años y no ha querido hacerse foto para este periódico por «vergüenza», dice. Ella y su marido están en paro en estos momentos y el colegio Antonio Gala es de gran ayuda para la familia, sobre todo porque allí los pequeños comen cada día y vuelven con la bolsa de la merienda, además de que «los profesores y la directora son estupendos, muy entregados con los niños».

Saray Mario explica que «me cuesta que vayan todos los días al colegio, los tengo que empujar un poquillo, porque además mi chico llega a la puerta y se echa atrás, dice que no le gusta el colegio». Sin embargo, ella está convencida de que «es mejor que estar tirados en la calle todo el día, que puedan hacer algo en la vida». Ahora van a ir sus primas también al colegio «y eso parece que los entusiasma más», reconoce. Además, tampoco le resulta fácil que hagan las tareas que les mandan en el centro y «me cuesta obligarlos». 

Pero poco a poco, con esfuerzo y tenacidad, va consiguiendo que ambos vayan superando los cursos. Además, al mayor, de 8 años, lo lleva a Fepamic, a logopedia, por dificultades en el habla. «Tiene una minusvalía del 42%», explica, por lo que recibe una ayuda a la dependencia de 268 euros. Afrontar el nuevo curso escolar es para ella importante, significa que los niños vuelvan a la rutina de las clases y el esfuerzo.

Ella dejó los estudios en 4º de ESO porque «no tenía ganas de estudiar y me salí», confiesa, pero ahora está intentando sacarse el graduado en ESO por libre. Se ha apuntado a cursos y talleres en la asociación de mujeres.

Esta es la lucha en un centro de educación Compensatoria, animar a los pequeños y a sus padres a ir al colegio cada día y concienciarlos de la importancia y necesidad de la educación.