Durante el caluroso mes de agosto del año 2017 saltó la noticia. Un grupo empresarial estaba interesado en construir la primera playa de Córdoba capital que sería, obviamente, artificial. En una ciudad donde se superan ampliamente los 40 grados cuando llega el verano y que carece de piscinas en ciertos barrios, una noticia de este tipo suponía, como mínimo, sembrar la ilusión. El proyecto no era baladí, se trataba de un macrocomplejo donde lo principal sería una laguna de agua a modo de playa, arena incluida, rodeada de todo un plantel de servicios de ocio, restauración e incluso un hotel.

Proyectos de este tipo, de los que suenan bien y requieren una buena inversión, ha habido muchos en esta ciudad, acostumbrada ya a ciertas decepciones. Cuando se supo el interés del grupo empresarial por construir esta playa, que se iba a situar en el plan especial del Arenal de la Fuensanta, en la zona en la que se habilitan los aparcamientos de la feria, todo el mundo quiso hablar.

Panorámica del Guadalquivir como playa. LADIS

El tejido empresarial lo veía con buenos ojos, el Ayuntamiento pedía mantener la calma e incluso los ecologistas entraron en el debate rechazando lo que se pretendía hacer. Cuatro años después, el proyecto forma parte de un sueño frustrado de esta ciudad de contar con una playa (o con lo que más se le parezca), y todo apunta a que, de momento, no se va a hacer realidad.

Pero ojo, que Córdoba capital no tenga playa no significa que no reúna lugares donde refrescarse, aunque la mayoría se limitan a la zona de la Sierra, y la propia ciudad que es, al fin y al cabo, la parte más calurosa, tiene que conformarse con alguna piscina, ya sea pública o particular (quien tenga la suerte de disfrutar de esta última).

Córdoba sí tuvo playa

Pero esto no siempre fue así. Y es que en Córdoba hay un elemento que representa mejor que nada el agua: el río Guadalquivir. Según ha informado ya en varias ocasiones la Junta de Andalucía, el baño en el río Guadalquivir está totalmente prohibido, en Córdoba y en todas las provincias por las que discurre. La clave está en la peligrosidad de las aguas fluviales, pero también en su salubridad (esto último lo determina la Consejería de Salud, que solo ha autorizado tres zonas de baño en la provincia, que son La Colada, La Breña y Valdearenas).

Concurso de castillos de arena. LADIS

Pero esto no fue siempre así. Hubo una época en la que las aguas del Guadalquivir se asemejaban a las de cualquier playa andaluza. Lo cuenta el mítico fotógrafo Ladislao Rodríguez Galán Ladis, que además cuenta con un archivo fotográfico ingente de aquellos años con imágenes tanto suyas como de su padre.

Ladis recuerda que durante los años 50 y 60 del siglo pasado era habitual darse un chapuzón en las aguas del río, concretamente en una especie de dársena que formaba el caudal en el molino de Martos. Cuando el río bajaba, explica, se quedaba la arena a la vista y allí estaba la playa.

Cualquier puede pensar que eso mismo podría ocurrir ahora, pero las estampas de la época bien demuestran los contrario. En las instantáneas del fotógrafo cordobés se pueden ver algunas imágenes curiosísimas que resulta complicado imaginar hoy en día. Como apunta Ladis, se celebraba un concurso de castillos de arena, sí, en Córdoba, en la capital, en su río. No era un certamen de andar por casa, era un señor concurso, portada incluida.

Competición de natación. LADIS

La vista de esta parte de la ciudad es ahora radicalmente distinta. Las fotogradías de aquellos años enseñan a la gente sentada en la arena, sin sombrillas, pero con toldos caseros y algún que otro paraguas para resguardarse del sol.

La vida con y en el río era habitual, algo que ahora no ocurre. Tan habitual era que no solo había concursos de castillos de arena en su orillas, sino que también había una competición de natación. La distancia no era ni mucho menos corta, había que ir desde esta playa hasta el Puente Romano. Ladis recuerda que la gente se agolpaba para ver la carrera, que tenía árbitros oficiales montados en barca.

¿Qué pasó? ¿Por qué se perdió la costumbre? Ladis lo resume lacónico: «La gente se mosqueó». Y es que las autoridades de la época decidieron instalar una especie de guardarropa o taquillas para dejar allí los enseres personales y por hacer esto y poder acceder a la playa se cobraban cinco pesetas. En el momento en el que se privatizó la playa, los cordobeses renunciaron a disfrutarla.

Una mujer se protege del sol. LADIS

El intento que no fue

Muchos años después, se conocía la noticia que abre este reportaje. Este periódico tituló: «Un grupo empresarial quiere construir la primera playa urbana en Córdoba» y en días, semanas y meses posteriores se fue ofreciendo la información que daban las partes interesadas.

El arquitecto cordobés Rafael Castelló, que estaba detrás del proyecto, recuerda que la empresa Crystal Lagoon (especializada en la construcción de estas playas) se interesó por Córdoba. Las negociaciones echaron a andar e incluso llegó a producirse una reunión con los responsables de la Gerencia de Urbanismo de aquel entonces, pero el proyecto oficial nunca llegó a presentarse. La razón, explica Castelló, es que desde Urbanismo nunca se confirmó que la iniciativa tuviera visos de salir adelante, y elaborar un proyecto de este calado conlleva bastante esfuerzo. «El sueño sigue ahí», reconoce Castelló, que sí comenta que los responsables municipales actuales tampoco «han mostrado mucho entusiasmo».

Crystal Lagoon, con sede en Chile, tiene patentado un sistema que evita que el calor evapore el agua de sus lagunas artificiales, de forma que el uso de recursos energéticos, explica el arquitecto, tampoco era excesivamente elevado. Es más, en Andalucía existen dos lagunas de este tipo, una en Sotogrande y otra en Estepona, pero más que espacios públicos de acceso para todo el mundo se localizan en grandes conjuntos residenciales.

La playa cordobesa existió, desapareció, se quiso recuperar y, ahora mismo, no tiene pinta de que pueda volver.