Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son un tipo de alteraciones mentales relacionadas con la alimentación. Las personas que los sufren, en su mayoría del sexo femenino,  tienen una visión distorsionada de su cuerpo y adoptan comportamientos perjudiciales a la hora de alimentarse, como dejar de comer o provocarse el vómito. En el último año, la pandemia del coronavirus ha influido de manera muy negativa en este tipo de patologías mentales  y ha hecho aumentar los casos de TCA.

Durante  los meses de confinamiento los jóvenes han pasado mucho más tiempo enganchados a internet y las redes sociales, lo que ha incidido en la obsesión por tener un cuerpo perfecto, siguiendo el ejemplo de influencers y otros personajes famosos que exhiben constantemente su imagen. Rafael Burgos es psiquiatra infantil y coordinador de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital Universitario Reina Sofía. Por su consulta pasan a diario menores con este tipo de patologías entre los que ha detectado un cambio iniciático,  “la edad habitual en que solemos empezar a ver a estas niñas suele ser entre los 13-17 años aproximadamente, si bien en este último año hemos visto un mayor número de casos de inicio más precoz, sobre los 12 años”.

Según apunta el especialista, “hemos notado un aumento importante en cuanto a gravedad  de problemas con trastornos en la conducta alimentaria”. Y es que en el último año el número de consultas de niñas con TCA se ha duplicado mientras que el número de casos que requieren de ingreso hospitalario se ha multiplicado por tres. Es decir, “no solo ha aumentado muchísimo la incidencia de casos sino que estos son más graves” alerta Burgos. La mitad llegan a ser recaídas y empiezan por ansiedad o incluso a veces como un reto compartido entre dos amigas.

En  todo el tiempo que han estado confinadas han podido estar más pendientes de su peso, su imagen, añade, “de auto observación”, si bien también durante este periodo muchas familias han podido detectar comportamientos anómalos en sus hijos que antes pasaban desapercibidos.  

Existen varios tipos de TCA, aunque todos giran en torno al mismo problema: una relación complicada con la comida, ya sea por la falta de ingesta de alimentos, por un consumo excesivo y desordenado, o por la obsesión por controlar la alimentación en general. Pero es la anorexia de tipo restrictivo la “que estamos viendo con más frecuencia”, asegura el psiquiatra infantil. En la anorexia restrictiva, la paciente desarrolla una serie de estrategias en su vida cotidiana para restringir los alimentos: decir que ya han comido cuando no es verdad; evitar comer en compañía, ya sea con la familia o con amigos; beber mucha agua para llenarse el estómago; y comer menos o esconder la comida para hacer ver que han comido.

A pesar de considerarse trastornos mentales, los trastornos alimentarios pueden tener graves consecuencias físicas: la malnutrición puede afectar al crecimiento, al desarrollo óseo e incluso a la actividad cardíaca. La falta de nutrientes también debilita el sistema inmunitario, por lo que las personas afectadas son más susceptibles a enfermar.

Desde la Unidad Mental Infanto Juvenil el doctor Burgos apunta a la importancia de la detección precoz así como de posibles conductas de riesgo. “Observación en el ámbito familiar: cambio de costumbres alimentarias, disminución de cantidades de alimentos, selección de los mismos por su poder calórico, preocupación por el peso e imagen corporal, incremento de ejercicio... u otros más graves como, por ejemplo, vómitos” es lo que recomienda el psiquiatra. Si se detectan estas conductas de riesgo, se debe consultar con su pediatra o médico de familia para que inicien la valoración pertinente y deriven a estos pacientes a los servicios de Salud Mental si fuera preciso.