La periferia de Córdoba, especialmente barriadas como Trassierra o Cerro Muriano, ven cada verano cómo sus alrededores mutan para pasar de ser zonas más o menos tranquilas a espacios con más trasiego de lo habitual. Según los cálculos de los responsables de los consejos de distrito, puede asegurarse que los habitantes de estas barriadas se triplican, e incluso se cuadruplican, cuando llegan los meses veraniegos. En la ciudad, claro está, hay más zonas periféricas, pero son Trassierra y Cerro Muriano las más habituales a la hora del alquiler estacional.

780 personas, pero realmente viven entre 7.000 y 8.000, y en verano pueden llegar a 15.000 e incluso a 25.000. La cifra, además, ha crecido por la pandemia. Mucha gente se mudó a sus segundas residencias durante los meses del confinamiento para tener el aire fresco de la sierra en lugar de pasar las 24 horas en un piso de la ciudad. Esto llegó a provocar un déficit en los servicios públicos (como la recogida de basura) que ahora parece estar subsanado.

«La gente, con la pandemia, descubrió una sierra que no conocía», comenta Luque frente al centro cívico, donde se concentra gran parte de la vida ciudadana del barrio. El resto, especialmente en estos días de calor, se reparte por los distintos núcleos de casas, como pueden ser El Salado, Las Jaras o Las Siete Fincas. El presidente del consejo de distrito opina que en Trassierra hay más o menos de todo y que «no hay que bajar a Córdoba» casi para nada.

Uno de los supermercados de Cerro Muriano. MANUEL MURILLO

Lo esencial, y eso es cierto, está. Hay una farmacia, un supermercado, una ferretería que realmente vende de todo y varios bares. Paco Peláez es gerente de uno de ellos, El Candil, mítico donde los haya y cerca de cumplir ya 30 años de puertas abiertas. El hostelero comenta que el año pasado llegaron a verse «desbordados» en algunas ocasiones por la gente que había. Y eso es algo en lo que coinciden muchos de los parroquianos de la zona, fue el verano del 2020 la época en la que más afluencia hubo en Trassierra. La pandemia metió el miedo en el cuerpo a muchos que decidieron cambiar Fuengirola por un chalet a 20 minutos de Córdoba.

Y después están los que compaginan ambas cosas: parcela y apartamento en la costa. Es el caso de Paco Mesa, que sube todos los fines de semana del año a la parcela y que el verano lo compagina también con la playa, aunque deja claro que él prefiere lo primero. Tiene una casa en El Salado desde hace 30 años, aunque su residencia habitual está en Córdoba, en el Vial Norte. Comparte la casa de Trassierra, obviamente, con sus hijos y tienen piscina, como es habitual en la mayoría de los chalets de la zona.

Es el caso de Antoñita, que aprovecha las primeras horas de la mañana para pintar la verja de su casa junto a su nieto Ignacio. La vivienda es de las pocas que está en el barrio central, al lado de la carretera principal. Lleva más de 30 años con esta casa de gran entrada, donde presume de un par de cuadros de «un pintor muy bueno», y donde suelen subir sus cuatro hijos con sus respectivas parejas y con sus hijos.

La mayoría de las casas de las urbanizaciones de la sierra tienen piscina. MANUEL MURILLO

Justo al lado de la casa de Antoñita está la ferretería, donde además de material ferretero hay prácticamente de todo. Paloma Jiménez atiende tras el mostrador y confirma algo que, por ser cierto, no deja de ser curioso: «Esto es como un chiringuito de playa, vivimos del verano». La ferretería está todo el año abierta, pero cuando tiene más clientela es ahora, en el verano. Los que suben a las casas, explica Paloma, vienen aquí a comprar todo lo que les hace falta, como lo necesario para la puesta a punto de las numerosas piscinas que hay en la zona.

No es poca la gente que pasea por la avenida principal a primera hora, o que baja hasta los pocos bares de Trassierra para desayunar, aunque lo habitual es estar al fresco que ofrece una vivienda enclavada entre árboles y con unas vistas espectaculares.

La estampa se repite en Cerro Muriano, que tiene una población mayor que la de Trassierra durante el todo año. Son unos 3.500 los vecinos censados (sumando capital y Obejo), pero de nuevo la cifra se triplica cuando llega el calor y alcanzan los 10.000. Gema, que pertenece al consejo de distrito, confirma que el Muriano, más que barriada, es «localidad o pueblo», sin olvidar la idiosincrasia de esta zona, y es que una parte es término municipal de Obejo y otra de Córdoba capital. Para el día a día, esto los vecinos ni lo notan, y aunque hay servicios que no comparten (la recogida de basura, por ejemplo), para la mayoría de los movimientos diarios no hay distinción.

La dependienta atiende a un cliente en la ferretería de Trassierra. MANUEL MURILLO

Ir al Muriano a media mañana de un día de agosto es arriesgarse, eso sí, a encontrar a muy pocas personas. Está claro que hace menos calor que en la ciudad, pero el sol en Córdoba no perdona. De nuevo, los habitantes se escudan en el fresquito de las casas, «aquí hace algún grado menos», confirma Gema, frente a la farmacia. De allí sale Pepa, la médica de Cerro Muriano desde el año 1994. Como ocurre en la ferretería o en el supermercado, Pepa también tiene más lío en verano. «Siempre tengo más pacientes en verano», confirma la galena, que cuenta que vive aquí porque en su momento se obligaba a los médicos a quedarse en el lugar en el que se ejercían por si había que atender alguna urgencia. Y aunque los cupos de pacientes no son excesivamente altos (en este punto, Pepa explica que muchos militares no van al médico aquí, sino que tienen seguro privado), también hay carencias, como el hecho de que solo estén ella y una enfermera en un moderno centro de salud que no tiene ni administrativo.

Y es que pasar los meses de verano en una barriada de la periferia no es lo mismo que vivir aquí todo el año. Las cosas buenas quedan claras nada más mirar alrededor y mirar los metros y metros de campo que protegen el Muriano, pero también existen ciertas carencias. Una de ellas la cuenta Gema, y es el hecho de que el único banco del lugar, una sucursal de Cajasur, abra solamente los jueves de 8.30 a 11.00 horas, algo que no es nuevo, sino que viene desde hace años. Pero más allá de algunos problemas, tanto los que viven aquí normalmente como los que suelen pasar algunas temporadas tienen claro que esto es casi como el paraíso. Y lo es en muchos aspectos. Uno de ellos, el precio de la vida. Un cliente habitual del bar Bruno, en la misma avenida, cuenta que él pagaba 350 euros por un piso en Córdoba, de 40 metros cuadrados, en la plaza Abades. Aquí paga 300 por una casa que multiplica ese tamaño y con mejores condiciones.

Avenida principal de Cerro Muriano. MANUEL MURILLO

Eso sí, alquilar una casa de forma temporal, para pasar por ejemplo una semana de agosto, no es barato. Lo confirma Gema, que cuenta que, en cualquier caso, nunca ha sido excesivamente económico, pero ahora está algo más alto (desde que empezó a subir la demanda el año pasado). Lo comenta con Mariló, que regenta, precisamente, el bar Bruno. Ella explica que un chalet por la zona puede costar 2.500 euros al mes, pero vienen familias enteras y numerosas, lo que al final puede salir más barato que un apartamento en la playa. Todo ello con la ventaja de que apenas hay que desplazarse, más allá de coger el coche.

Pero si alguien se está planteando ahora intentar pasar, aunque sea un fin de semana en una casa de la sierra, debe ir olvidándose. Las reservas se encontraban cerca del 100% ya en junio, por lo que el cartel de no hay habitaciones está más que colgado. Parece que se trata de una tendencia que ha venido para quedarse, más allá de los veraneantes que siempre han sido fieles a este modelo vacacional.

Como ocurre en Trassierra, los servicios pueden resentirse en algo cuando la población se multiplica tan rápido, aunque las quejas en Cerro Muriano no son excesivas en este sentido. Ya se subsanó una demanda histórica que tenía que ver con Aucorsa, y es que la frecuencia de pasada del autobús se calculaba atendiendo a la población del Muriano perteneciente a la capital, cuando realmente lo cogía todo el mundo, incluidos los del municipio de Obejo. Esto ya se ha mejorado e incluso uno de los servicios llega hasta la zona militar. El resto de servicios con los que cuentan los vecinos del Muriano y también los que pasan algunos días hacen que toda necesidad esté prácticamente cubierta. Aquí, lógicamente, también hay farmacia, varios supermercados y tiendas del estilo más pequeñas, peluquería y bares, bastantes bares y restaurantes. En estos últimos la clientela suele venir incluso de Córdoba únicamente para cenar y así huir de ese mercurio que no baja aunque el sol ya esté cayendo.

Y así es la vida en una periferia que ha visto incrementada su población durante dos veranos seguidos, más allá de las subidas habituales de todos los años. La crisis del coronavirus ha cambiado también las tendencias de los cordobeses a la hora de decidir dónde pasan las vacaciones y así han aprovechado el potencial natural de un espacio a pocos minutos de la ciudad.