Amanece en la Huerta de Santa Isabel y el barrio, el más nuevo de los últimos que se levantan en Córdoba en este momento, se llena de trabajadores y ruido de obras. Los más madrugadores se apresuran a sacar al perro y observan la evolución del edificio más próximo. Hay tantos en construcción que podría haber apuestas para ver quién acaba antes. A las 9 en punto, José Ignacio abre la puerta de su panadería, la única en muchos metros a la redonda. De momento, no hay negocios repetidos, a excepción de escuela infantil, un negocio en auge en un entorno habitado por familias jóvenes con niños del que hay dos aunque en agosto solo abre la de Sueños de colores, que actúa como ludoteca atendiendo a los niños de las familias que trabajan durante el verano. Entre el pan y la escuela, la peluquería, con la persiana echada porque la dueña acaba de ser mamá. «Aquí se concentran prácticamente todos los negocios de la zona porque no hay bloques con locales donde instalarse», explica José Ignacio, que decidió emprender tras la pandemia vendiendo pan y dulces, a los que sumará el servicio de cafetería muy pronto.

Nuria, dueña de Sueños de Colores, que abrió en octubre, está encantada con el recibimiento que han tenido y confía en que la cosa irá a más en próximos cursos. «Decidimos emprender aquí porque es una zona de crecimiento, la pandemia ha retrasado las obras, pero esperamos que pronto se muden muchas más familias aquí». Los fines de semana, según relatan los vecinos, muchas parejas jóvenes acuden a ver la evolución de los edificios donde han comprado, sobre plano, sus viviendas, como quien asiste al nacimiento a cámara lenta de un sueño.

En este barrio, todo el mundo parece tener un perro. «Mucha gente queda con ellos por la tarde en una zona del parque», explica José Manuel, «muchos vecinos se conocen más por los encuentros en la piscina (no falta en ningún bloque) y por los paseos con el perro». Su queja, como la de varios vecinos, tiene que ver con la falta de limpieza que observa en determinadas zonas y con los ruidos nocturnos que se escuchan «de los botellones» que se realizan en una zona ajardinada próxima. 

Susana lleva cinco meses viviendo en la zona. «Cuando nos vinimos al bloque, en plena pandemia, el nuestro era el único con vecinos», recuerda, «luego, poco a poco, se han ido poblando otros próximos». Eligió vivir en esta zona «porque los pisos son una maravilla y al ser de protección oficial tienen precios asequibles e incluyen piscina, garaje y trastero». Carmen y su pareja buscaron piso en el Centro, pero acabaron en La Huerta de Santa Isabel atraídos por la relación calidad-precio, los servicios, la piscina y el entorno. «Los pisos que veíamos eran caros y necesitaban reforma porque eran muy antiguos, mientras que esta zona tenía mucha oferta y en condiciones mucho mejores». Asegura que hay vida de barrio. «Hay familias que se juntan con las sillas en los jardines por la noche y el ambiente entre vecinos, la gran mayoría jóvenes, es muy bueno».

Como la mayoría de los consultados, Susana y Carmen echan en falta la presencia de más comercio de cercanía y bares. «Tenemos cerca el Hipercor y la gasolinera para comprar, pero estaría bien poder ir a tomarte un café al lado de casa», comenta. En eso coincide con Elena e Inma, que trabajan en la farmacia La Ronda, la única de la zona, y tienen que venir con el café puesto de casa. «Este fue el primer negocio que abrió aquí, junto con la gasolinera, luego vino la peluquería y una guardería», recuerdan, «la zona es preciosa para vivir, está bien conectada para ir en bicicleta y con transporte público, aunque falta más ambiente de barrio aún». La clientela va creciendo poco a poco. «Además de a los vecinos, que al ser parejas jóvenes con niños necesitan muchos productos infantiles, atendemos a gente de pueblos que pasa por la Ronda y se para aquí para comprar lo que necesita», comentan. Al lado de la farmacia, pronto abrirá una clínica dental y, en frente, se levanta un edificio junto al cual irá la iglesia. 

Para encontrar más negocios abiertos, hay que ir a la zona que linda con la Carretera de Trassierra, donde se encuentra el restaurante Brote, que reabrió ayer tras las vacaciones, y que es famoso por su especialidad en cochinillo al horno, entre otras delicatessem. A su lado, la otra guardería y una escuela de psicotearapia gestalt y crecimiento personal. Si el barrio crece, que sus vecinos también crezcan. 

La farmacia, el primer negocio que abrió MANUEL MURILLO

La escuela infantil. Nuria y su compañera. MANUEL MURILLO

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