Dormir bien se está convirtiendo cada vez más en un lujo. Casi la mitad de los adultos españoles sufre alguna dificultad para iniciar o mantener el sueño. Lo dice la Sociedad Española de Neurocirugía que lleva años advirtiendo del empeoramiento de la calidad del sueño y de los efectos nocivos para la salud de los afectados. La pandemia y la inquietud que ha provocado en amplios sectores de la sociedad ha venido a empeorar la situación, que en el caso de los adolescentes se agrava por el uso excesivo de los dispositivos móviles y el cambio en los ritmos de sueño. El responsable de la Unidad de Trastornos Respiratorios del Sueño, Bernabé Jurado, afirma que ya existen estudios que confirman que se duerme peor y que las generaciones nuevas duermen alrededor de una hora menos. Los motivos están relacionados con los hábitos de vida. «Salimos más de noche, hasta más tarde y estamos hiperconectados a pantallas de forma constante, algo que se ha acentuado con la pandemia, lo que recorta las horas de sueño», señala. 

La melatonina es la hormona que prepara el cuerpo para dormir y se activa con la oscuridad. «Utilizar la luz corta que producen los móviles interfiere con la liberación de la hormona y dificulta la conciliación del sueño», explica. Es lo que se llama vamping tecnológico. Según Diego Redolar, investigador del grupo Cognitive NeuroLab y del instituto Brain 360, «el encierro que supuso la pandemia del coronavirus ha disparado el número de horas que los jóvenes pasan con el móvil o la tableta y pese a la desescalada, mucha de esa actividad nocturna permanece». 

Según un estudio realizado durante el 2020, el 81,5% de los jóvenes modificaron su ritmo del sueño en un momento en el que llegaban a recibir o enviar más de 100 mensajes diarios. El 60% de los adolescentes se van a dormir con el móvil al lado de la cama, consultando la pantalla cuando sus padres los daban ya por dormidos. 

Los expertos recomiendan a los padres tomar medidas para retomar hábitos saludables y reducir el uso de las pantallas a partir de cierta hora por los efectos que puede conllevar la falta de sueño, también durante las vacaciones. Además de irritabilidad, cansancio, dolor de cabeza o falta de atención, síntomas que pueden darse a cualquier edad, dormir mal puede afectar a los ritmos de crecimiento en los jóvenes y adolescentes. A largo plazo, reducir las horas de sueño puede provocar problemas de insomnio que a su vez aumentan el riesgo de sufrir patologías neurodegenerativas.  

Para Bernabé Jurado, hay algo fundamental: «Tenemos que dormir de noche y entre 7 y 9 horas», por lo que ajustar los horarios a las horas de oscuridad sería la opción más recomendable. «La capacidad cognitiva, la concentración, el aprendizaje, los reflejos, la memoria pueden verse afectados por la falta o la mala calidad del sueño, que tiene una función restauradora fundamental para el organismo», indica. También recomienda acudir al médico si las dificultades para conciliar el sueño o permanecer dormido se agravan con el fin de buscar las causas y establecer un tratamiento. La calidad del sueño depende no solo de la duración sino de la continuidad a lo largo de la noche y de la profundidad, ya que si el sueño no es lo bastante profundo puede no resultar reparador.