Para los padres de estos niños y adolescentes llevar a sus hijos a la escuela de verano no era una alternativa de ocio sino una necesidad. Estos menores son vecinos de zonas desfavorecidas o forman parte de familias en situación o riesgo de exclusión social. El programa de Escuelas de Verano, dentro del marco de Solidaridad y Garantía Alimentaria de Andalucía, permite proporcionarles tres comidas diarias durante los meses de julio y agosto porque, como afirma el delegado de Igualdad, Antonio López, «si no fuese por esto, muchos no tendrían aseguradas estas ingestas».

Así que estas escuelas son mucho más que un mero entretenimiento para estos niños, que también, ya que pasan toda la jornada realizando distintas actividades como animación a la lectura, ecotalleres de manualidades, reciclaje y alguna que otra excursión a la piscina «siempre organizadas acorde a sus edades», puntualiza Elena Balongo, coordinadora del programa socio-educativo de la Fundación Don Bosco, encargada de gestionar la escuela ubicada en el CEIP Federico García Lorca. Aquí asisten 54 alumnos divididos en grupos de cinco. «No podemos perder de vista que todos vienen derivados de Servicios Sociales, que están trabajando a lo largo del curso distintas intervenciones con ellos». De hecho, «lo bueno», apunta la coordinadora, es que la Fundación lleva muchos años trabajando en el barrio, «las familias nos conocen y una vez que termina la escuela podemos seguir en contacto con ellos a través de otros programas o intervenciones». En estas jornadas de 9 a 14 horas, en las que también se da servicio de aula matinal, dan cabida a toda la actividad antes mencionada tratando de fomentar, además, los hábitos de vida saludable y el compañerismo. Además, gracias a estas escuelas se previene el absentismo escolar, especialmente frecuente en estas zonas. Y las familias están encantadas porque para ellos «esto es un buen recurso que de otra forma no se podrían permitir», asegura Balongo.

Dos alumnos en un taller de fomento de la lectura. A.J. GONZÁLEZ

El delegado de Igualdad califica a este programa estival de «herramienta muy poderosa». Cuenta con una inversión de 231.493 euros para las siete escuelas repartidas por la provincia (dos en la capital y otras tantas en Baena, Palma del Río y Puente Genil) en donde se persiguen tres objetivos: uno es seguir trabajando por la inclusión social de estos menores que viven en zonas desfavorecidas «continuando con el trabajo que se hace durante el período escolar». Otro es mantener el programa de garantía alimentaria que disfrutan estos niños durante el período lectivo. «Como delegado tengo que decir que me ha impactado porque creemos que eso es una realidad que ya no existe o que está superada pero, sin embargo, todavía hay hogares que si no fuera por este tipo de programas los niños que viven en ellos no disfrutarían de tres comidas al día, y lo tenemos a la vuelta de la esquina en muchos barrios de esta ciudad» confiesa López. Y el tercero, fomentar la conciliación de la vida laboral y familiar de estos núcleos con escasos recursos. «Si estas personas ya tienen difícil acceder a un empleo no podemos reforzar más ese problema con unas limitaciones a la hora de ver qué hacen con sus hijos», subraya López.

Un grupo de niñas realizan manualidades. A.J. GONZÁLEZ

Adsam es la organización que se ocupa de la otra escuela con la que cuenta la capital y que aglutina a niños de las zonas Sur (85), Moreras (95) y Palmeras (85). Aquí explica el coordinador, Francisco Ruiz, hay diferencias entre el mes de julio y el de agosto. «En este mes aún están funcionando las escuelas municipales por lo que el programa de Solidaridad y Garantía Alimentaria se da solo en el horario de comida, de 13 a 14 horas. El desarrollo del resto de la jornada es competencia del Ayuntamiento y ya en agosto nos hacemos cargo nosotros con normalidad en horario de 11 a 13.30 horas». Esta oenegé ya estuvo trabajando con estas familias en Navidad y por entonces, para prevenir contagios, optaron por entregar a los niños el almuerzo y la merienda envasados para que se las llevasen a sus casas. Ahora, visto el panorama, han optado por seguir con el mismo operativo y preservar así la seguridad de los niños, al menos por la parte que les toca.