José Peña Amaro (JPA) y Javier Pagador (JP) son profesores de la Universidad de Córdoba. El primero imparte clases en la facultad de Medicina, en la especialidad de Histiología, y el segundo hace lo propio en la facultad de Derecho, enseñando Mercantil. Ambos han sido distinguidos recientemente por el Consejo Social con la medalla Séneca a los valores humanos.

¿Qué piensan que han hecho para ser merecedores de esta distinción?

JP: Yo no lo sé. Aspiro a ser un buen profesor y universitario. Seguramente tengo muy grabada mi experiencia, buena y mala, como estudiante, y siempre trato de aprovecharla para no repetir lo malo, pero sí lo bueno, en la medida de lo posible. Me considero un profesor cercano a los estudiantes. No regalo aprobados ni sobresalientes porque creo que ese no es nuestro papel, pero sí que quiero que un estudiante se sienta incentivado y estudie sin miedo, con confianza. Imagino que ese es mi principal mérito.

JPA: Coincido con él, tampoco lo sé. Soy un profesor amable, atento, sin dejar de ser exigente y trato que el alumno aprenda lo más posible, sobre todo orientado a la profesión que va a desarrollar. Los estudiantes tienen que saber que se enfrentarán a situaciones muy complicadas, en este caso en Medicina. Nuestra labor también es prepararlos para que sepan atender, escuchar y tomar decisiones para el buen desempeño de su trabajo.

Por lo que comentábamos antes, este reconocimiento ha sido toda una sorpresa. ¿Cómo se sienten?

JP: Yo me quedé patidifuso. No me esperaba nada parecido.

JPA: De hecho yo no tenía ni idea de la existencia de este tipo de distinción.

Sus alumnos han escrito cartas respaldando sus nominaciones…

JP: En lo que a mí alcanza, lo que sucede es que el proceso de concesión del premio venía rodeado de ciertas cautelas, una de ellas era requerir informes a personas que nos conocieran. Concretamente, creo que fueron representantes estudiantiles los que los hicieron, tanto respecto a José como a mí. También algún compañero, algún decano, vicerrector, por lo que estoy agradecidísimo y sigo teniendo dudas de si no habrá otras personas que lo merezcan tanto como yo o más.

JPA: Hay muchos profesores en la Universidad, compañeros que se dejan la piel enseñando con una dedicación excepcional, por lo que este reconocimiento lo hacemos extensible a todos ellos también. Esto es un trabajo continuo. El profesor tiene una gran capacidad para orientar a los alumnos y para influir también positivamente sobre ellos, una labor que llevan a cabo muchos colegas de forma continuada.

JP: La Universidad tiene una cosa y es que mucho de ese trabajo no se percibe desde fuera. No son solo las horas de clase, sino mucho trabajo de organización de materiales, dirección y calificación de trabajos, atención a dudas de alumnos.

Pensemos en sus años de docencia. ¿Cómo ven al alumnado de hoy día si lo comparamos con el de tiempo atrás?

JP: Aquí pasan dos cosas. Primero, esto es como el vino, hay cosechas más buenas y otras no tanto; yo no sé de qué depende, a lo mejor de cada ámbito, pero es cierto que hay promociones que son extraordinarias, con un nivel altísimo y otras menos sobresalientes. Por otro lado, hay estudiantes que vienen con vocación y mucho interés, pero en general veo que hay ilusión y cuando uno ofrece trabajo, generalmente, los alumnos se hacen eco y responden al desafío. Al margen de eso, sin pretender ser crítico, tengo la impresión de que la enseñanza Primaria y Secundaria ha bajado el nivel en los últimos años y hay cuestiones que ahora se echan en falta; a lo mejor es por la cultura audiovisual. Cuando nosotros éramos jóvenes no teníamos teléfonos móviles, teníamos libros y aprendíamos a escribir y a hablar leyendo. Hoy día es verdad que hay chavales que leen muchísimo, pero hay otros que vienen con una mente formada en lo audiovisual y eso, a la hora de expresarse, de escribir, de ver el mundo, no digo que sea ni bueno ni malo, porque a lo mejor es estupendo, yo no me siento cualificado para valorarlo, pero los hace distintos.

JPA: Los alumnos de ahora son claramente diferentes a los de hace diez años. Los últimos cambios sociales y tecnológicos están teniendo un impacto en las características de los jóvenes que se incorporan a la universidad. Estoy de acuerdo con Javier en que no sé si es bueno o malo, pero sí tiene sus inconvenientes y sus ventajas. Para mí, la situación que estamos viviendo en este momento y la que vamos a vivir en cuestión de avances tecnológicos, que cada día serán más importantes, tienen un impacto directo en toda la enseñanza, pero especialmente en la universitaria, y eso puede hacer que el papel que juega el profesor se vea condicionado por muchos aspectos. Es cierto que tenemos muchas posibilidades de acceso a la información, pero a la vez se puede perder el papel del profesor en cuanto a lo que influye y determina en el acto docente propio, la clase práctica presencial. Una de las cosas que siempre me ha llamado la atención en mi experiencia como profesor, y me imagino que a Javier le habrá pasado igual, no siempre, pero es la emoción que tiene uno cuando termina una clase y sabe que ha llegado a captar la atención del estudiante, y eso se ve en la cara, en los gestos. Eso se puede perder o se va a perder y el papel del profesor como tal va a verse en un futuro muy condicionado.

Les iba a preguntar, precisamente, por cómo han vivido este año de clases en pandemia.

JPA: Yo tengo que reconocer el esfuerzo hecho desde la Universidad, desde todos sus estamentos. Lo que pasa que no es lo mismo. Empecé a grabar clases, pero me pasaba un hecho y es que me costaba hacerlo porque le estaba hablando a un ordenador, tenía que repetir, me entrecortaba, tenía que repetir, fallaba… a mí personalmente me faltaban los alumnos. La actividad docente presencial tiene que ser siempre el eje fundamental y tenemos que regresar a ella.

JP: Es imprescindible. Nada es lo mismo a través de una pantalla, falta algo.

¿Qué comportamiento han percibido de sus alumnos frente al covid?

JP: Yo, en recintos universitarios, he visto a gente responsable, con mascarilla y manteniendo la distancia de seguridad. Pero es verdad que en la calle he visto a jóvenes menos responsables, sin generalizar, desde luego. Los estudiantes se lo han tomado muy en serio y, de hecho, hemos tenido muy poca incidencia.

¿Llegan los estudiantes a la universidad con un buen nivel de conocimientos?

JP: Cada caso es distinto e imagino que en Medicina, por ejemplo, tienen una serie de disciplinas que han estudiando antes relacionadas con la carrera, biología, química… En mi caso, es verdad que los bachilleres no saben lo que es el Código Civil, la Constitución… no les suena de nada. Yo percibo destrezas más de tipo histórico, expresión oral y escrita, y ahí sí que percibo una tendencia a la baja.

JPA: Estoy de acuerdo. En el caso de Enfermería, en concreto, la nota de corte es notablemente alta y creo que ese tipo de calificaciones tan elevadas lo que reflejan es que son muy buenos estudiantes, pero creo que se queda en el tintero la valoración de muchos aspectos en la personalidad, en la psicología de las personas, que son esenciales para el desarrollo de las profesiones y, posiblemente, hay personas que no alcanzan esas calificaciones tan altas para acceder a determinadas carreras pero reúnen después unas actitudes naturales que los hacen ideales para el desarrollo de una determinada profesión.