Vivir en un piso de estudiantes es para muchos jóvenes el primer paso a la emancipación, una experiencia que pone a prueba su capacidad de adaptación, de resiliencia y sus capacidades para valerse por sí mismos con sus propias herramientas. Erica es de Cabra, se acaba de graduar como auxiliar de Enfermería en Córdoba y vive desde hace dos años en un piso compartido. Según relata, ella y sus compañeros tuvieron mucha suerte cuando empezaron a buscar alojamiento porque a la primera de cambio se encontraron con Encarni y su padre, propietarios de varios inmuebles de Ciudad Jardín con los que han congeniado a la perfección. «Córdoba es una ciudad barata para el alquiler de estudiantes en comparación con otras ciudades», explica, «nosotros no queríamos alquilar por inmobiliaria porque eso nos obligaba a pagar tres cuotas y con ellos nos va muy bien porque somos puntuales en el pago y hay buena relación». El próximo curso cambiarán a otro de sus pisos con 5 habitaciones para integrar a una compañera nueva y una quinta persona que aún están buscando. «No queremos tener prisa en eso porque ya tuvimos una mala experiencia, somos tres personas de Cabra que nos conocemos de hace años y una amiga, así que necesitamos a alguien que encaje con nosotros para que haya buen ambiente». En el bloque en el que viven, el 90% de los pisos son de estudiantes. «Eso es un punto a favor para nosotros porque nos llevamos bien e incluso organizamos cosas juntos de vez en cuando», señala. A la hora de comer, cada uno se prepara lo suyo. «Todos traemos tuppers, aunque si un día haces pasta y alguien te dice que le eches un puñado, sin problema», comenta, «compartimos, pero no tenemos todo en común». 

Encarnación, su casera, lleva años gestionando los alquileres para estudiantes y asegura que la experiencia es muy positiva, también en el tiempo de pandemia. «Nosotros no hemos establecido cláusulas covid en ningún momento, alquilamos los pisos de septiembre a junio y en julio y agosto pueden dejar sus cosas y no les cobramos nada, pero si hay clases on line o se suspenden, tienen que cumplir el contrato», comenta, «los chavales buscan pisos que estén bien, que sean amplios y con un precio asequible, por eso muchos quieren alquilar directamente al propietario, para no tener que pagar la cuota extra de la inmobiliaria, eso les descuadra el presupuesto». 

Residencia Lucano | Omar, Adrián, Diego y Rubén estudian Veterinaria, Biología y Ambientales en Rabanales. MANUEL MURILLO

Diego, Omar, Adrián y Rubén son estudiantes de Biología, Veterinaria y Ambientales y viven en la residencia universitaria Lucano, en Rabanales. Salvo que los estudiantes especifiquen con quién quieren vivir, la propia residencia los distribuye. En este caso, dos de ellos se conocieron el primer año y decidieron compartir el curso siguiente junto a otros dos compañeros elegidos por el centro. «La convivencia ha sido buena, nos apañamos bien en general, hemos aprendido algo de cocina, lo básico, aunque la limpieza ha sido un poco desastre», confiesa Diego mientras organiza la mudanza de vuelta a casa para pasar el verano. Este alojamiento funciona igual que un piso de estudiantes a nivel interno, con la particularidad de que todos los vecinos de la urbanización son también estudiantes. «Se está muy bien aquí, hay un ambiente muy chulo, a veces quedamos por el campus, ponemos música, se organizan juegos de mesa...», asegura Diego, que destaca como punto negativo la lejanía con la ciudad. «Tienes la ventaja de no tener que madrugar tanto para venir a clase, pero si quieres ir al supermercado o salir por Córdoba tienes que buscarte la vida», señalan, «Adri se ha sacado el carnet de conducir este año, eso ha sido un cambio importante».

Javier Cárdenas estudia Medicina y vive en un piso del Parque Cruz Conde junto a otros tres futuros médicos. Él es de Lucena y los demás de Écija, La Carlota y Valenzuela. «La ubicación del piso era clave para nosotros porque somos de ir a clase cada día y también por las prácticas en el hospital», explica, «había mucha oferta de pisos donde elegir en la zona aunque de eso me di cuenta en segundo, porque en primero tenía dudas de si alcanzaría la nota para Medicina y llegué con el tiempo justo». Se metió en un piso con gente que no conocía y aunque la experiencia no fue mala, al año siguiente se fue a vivir con compañeros de clase. «Para convivir es importante ser flexible y sociable y yo no tengo problema con eso, pero estar con personas que estudian lo mismo que tú es un extra, sobre todo en una carrera como la nuestra». El rango de precio de los pisos de alquiler «es amplio», asegura Javier, «y en comparación con otras ciudades como Málaga, Sevilla o Granada, diría que Córdoba es de las más baratas por relación calidad-precio». La media está en «180 euros más gastos». 

Relación con los dueños

La relación con los propietarios de su piso es «impecable» y eso que viven justo debajo de ellos. «La pandemia nos golpeó a todos y ellos fueron muy amables, nos perdonaron los meses de confinamiento y se portaron muy bien cuando hubo clases semipresenciales», comenta Javier, «además tenemos mucho que estudiar y primamos siempre la tranquilidad y el descanso». La organización interna también fluye bien. «Vengo de otro piso donde la limpieza era un poco caótica y ahora estoy supercontento». La comida, como es habitual, corre a cuenta de cada uno y se impone el tupper. Atrás quedaron los años en que los estudiantes salían a hacer la compra semanal y se organizaban para preparar sus propias comidas. Pese a todo, todos tienen claro que la convivencia en un piso de estudiantes es el primer paso hacia la emancipación. Según Javier, «te abre mucho la mente, tienes que aprender a compartir con personas que no conoces, a autogestionar tu tiempo y ser autónomo y empiezas a valorar lo que tenías en casa y ya no tienes, desde la limpieza a la comida».