Este viernes es un día importante en la Torre de Calahorra y el Museo Vivo de Al Andalus que alberga en su interior. Hoy, después de quince meses desde el inicio del estado de alarma, ese momento en el que todo se detuvo, este emblemático monumento vuelve a abrir sus puertas a foráneos y locales, porque todos son bienvenidos. La ilusión de la vuelta al trabajo se nota en el personal que trabaja allí. Dos empleados de la Fundación Paradigma, responsable de la gestión del recinto, se afanan por atender a los pocos turistas que van llegando. Tal y como explica uno de ellos, “acabamos de abrir y ya han entrado unas ocho o diez personas”. La mañana está fresca y las nubes en el cielo palian la intensidad del sol cordobés, una climatología que parece que favorece la visita a este enclave. En la puerta un par de parejas de jóvenes italianos y griegos abonan sus entradas y se pertrechan con audiopass que les guiarán por las ocho salas que componen este recorrido por los siglos de máximo esplendor de la cultura andalusí. Mabel y Toñi son dos amigas malagueñas que han aprovechado que aún no castiga el calor para venir a conocer, aún mejor, la ciudad. Encontrarse este monumento abierto ha sido toda una sorpresa. “Es una gozada poder visitar monumentos de este tipo con tanta tranquilidad”. Una ventaja que han sabido aprovechar para sacarse unas fotografías en la terraza con la imagen de la Mezquita-Catedral a sus espaldas.

Dos turistas se fotografían en la cubierta de la Torre de la Calahorra AJ González

Según fuentes de la Fundación Paradigma, esta apertura, en principio prevista para viernes y sábados de 10:00 a 14:00 y de 16:30 a 20:30, y los domingos de 10:00 a 14:00, es una suerte de tanteo para ver como progresa la demanda. Para evitar cualquier incidente en el recinto se siguen a rajatabla todas las recomendaciones por covid marcadas por el Ministerio de Sanidad. “Se ha rediseñado la visita para adaptarla a los protocolos de seguridad, por supuesto obligatorio a la entrada el uso del gel hidroalcohólico y la mascarilla puesta en todo momento. Se ha prohibido tocar cualquier superficie, muros incluidos, y después de cada uso se desinfectan los espacios donde se sientan los turistas a escuchar así como las audioguías”, explica el empleado en el mostrador de entrada.

Desde fuera, una pareja de turistas nacionales, del País Vasco, se toman instantáneas con la Torre de la Calahorra de fondo. “No hemos entrado todavía, vamos a dar un paseo por los alrededores y después vendremos”, comentan mientras prosiguen su camino sin destino ni prisas, con ese deambular cuya mera intención es dejarse sorprender.