El padre Ángel Roldan, párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, del Parque Figueroa,  sigue siendo un bastión fundamental de ayuda contra los estragos de la pandemia en el barrio. Aunque reconoce que la situación no es “tan límite” como la que se vivió el año pasado en pleno confinamiento, asegura que “aún hay mucha necesidad”. Las peticiones se han reducido casi un 50 por ciento desde entonces pero la realidad es que a día de hoy siguen llegando familias. Hoy, en concreto, dos.

Explica el párroco que el perfil de las personas que él asiste es de sectores precarios o de actividades de economía sumergida que con el fin del estado de alarma “han vuelto a sus chapuzas, son trabajos precarios en bares, limpiando casas, pero que al menos les permite ir teniendo unos ingresos mínimos con los que van tirando”. El tipo de asistencia que ha procurado ha ido pasando progresivamente de la entrega de alimentos a otras opciones, como la formación con salida laboral. Hasta el momento han sido 45 las personas a las que han formado en distintos talleres (de tres meses de duración) de hostelería, jardinería, agricultura ecológica y albañilería. Reconoce el padre Ángel que el índice de colocación “es bastante alto, los de agricultura están todos trabajando en el campo y les pagan 50 euros por peonada, los de jardinería, ahora con el verano tienen mucha demanda para acudir a chalets y parcelas y de los de hostelería, aunque no están en su mejor momento por las restricciones, hay colocados tres”. Esta nueva forma de ayuda “reporta muchos más beneficios a largo plazo”, asegura.

Los perfiles de los que habla el padre Ángel son personas “que han perdido mucho con la crisis, te hablo de que han tenido que cerrar sus negocios, sus empleos de toda la vida”. Es una forma de reciclar los conocimientos y buscar opciones distintas en el mercado de trabajo a las que estaban acostumbrados. Los usuarios de estos talleres son “de todas las edades, hombres, mujeres, extranjeros, cordobeses la mayoría pero sobre todo son gente normal, como nosotros, no son pobres en el mal sentido de la palabra, ni pillabichos”, apunta el párroco.

A las personas que se les da esta formación ya no se les da alimentación porque entienden desde la Parroquia que ya tienen un camino a seguir. Actualmente asisten a 90 familias que aún siguen necesitando ayuda alimentaria.