Cada año, el informe de Urban Audit saca los colores a Córdoba, una ciudad que parece haberse acostumbrado a que al menos tres barrios de la ciudad lleven décadas sumidos en la pobreza y marginalidad. Distintas administraciones han intentado insuflar aliento a Palmeras, Moreras y Guadalquivir con planes que no han logrado generar los cambios esperados. Pretendían cambiar una realidad desde fuera, sin implicar a los vecinos. Esa dinámica asistencialista dio un giro cuando el colectivo Barrios Ignorados y la Universidad Loyola Andalucía decidieron colaborar para aplicar la metodología de la cooperación internacional a la marginalidad social en ciudades como Córdoba, poniendo en el centro al vecindario. A finales del 2020, se rubricó un convenio para implicar al Ayuntamiento de Córdoba en esta tarea y desde entonces se trabaja para impulsar un proceso lento, pero sólido que genere esa ansiada transformación social. El plan de transformación de barrios desfavorecidos avanza ahora a tres velocidades en Palmeras, Moreras y Guadalquivir.

Palmeras, la avanzadilla  

Palmeras, que inició la primera el diagnóstico del barrio, es la que se encuentra en una fase más avanzada. Según Chache Fernández, uno de los referentes del barrio, la existencia del plan integral desarrollado en colaboración con Loyola Andalucía, ha sido fundamental. María del Mar Fernández fue una de las encuestadoras que sondeó a los vecinos sobre sus principales demandas. «La inseguridad era una de las quejas más habituales», afirma, «había mucha delincuencia y ese era el primer reto al que nos enfrentábamos». La creación de los grupos llamados «garantía de seguridad» redujo la conflictividad en las calles hasta el punto de que ahora «cualquiera pueda pasear tranquilo por Palmeras», asegura Chache convencido. Representantes de las familias más relevantes del barrio se encargan de reconducir cualquier comportamiento incívico que se detecte. «Afortunadamente, hemos avanzado mucho en eso», señala y pone como ejemplo lo ocurrido en la Milla de Córdoba, una carrera popular que se celebra en el barrio. «Alguien se dejó olvidada una bicicleta con motor que fue entregada a su dueño después de que alguien la entregara, eso antes habría sido impensable». 

Jesús Campos, primer alumno universitario de Palmeras en 15 años. CÓRDOBA

La educación es otro de los retos pendientes, pero también en eso hay datos esperanzadores como el caso de Jesús Reyes Campos, el primer alumno formado en un colegio de Palmeras, el Duque de Rivas en su caso, que ha llegado a la Universidad tras titular como técnico superior de Integración Social. Él mismo fue formado como agente dinamizador por Loyola. «Participé en las encuestas que se realizaron para hacer el diagnóstico y una de las preocupaciones de la gente del barrio era el tema educativo», afirma, «el fracaso escolar supera el 99% y eso es algo básico que hay que cambiar cuanto antes». Esos índices no se cumplieron en su caso y ahora trabaja para obtener el título de Educación Social con el que quiere aportar su granito de arena para seguir cambiando la realidad que le rodea.

Guadalquivir empieza a rodar

La zona de Guadalquivir se encuentra actualmente en el proceso de capacitación vecinal mediante el cual Loyola constituye el denominado grupo motor, compuesto por voluntarios propuestos por los distintos colectivos presentes en la zona, una amalgama de las diferentes sensibilidades étnicas, religiosas, culturales y socioeconómicas que conviven en el Guadalquivir. Ellos serán los que capten a más vecinos dispuestos a colaborar en la dinamización del barrio, se encargarán de comunicar y servir de interlocutor con las administraciones para canalizar las demandas. Al igual que en Palmeras, el barrio del Guadalquivir desarrollará su propio plan integral comunitario con las acciones que los propios vecinos propongan como.

De momento, ya ha surgido la iniciativa Lo que susurra un barrio, destinada a recopilar la historia del Guadalquivir desde sus orígenes. Según la percepción de los representantes de Barrios Ignorados, «los vecinos tienen una visión muy certera de los problemas y también las causas y rechazan la visión asistencialista tradicional de la paguita, lo que quieren es que se les escuche y tener un trabajo que les devuelva la autoestima y el control de sus vidas». Además, destacan, «muchos vecinos son víctimas de los problemas de convivencia que se generan por las propias deficiencias estructurales del barrio». La formación que ofrece Loyola va encaminada a dotarles de herramientas con las que ser capaces de mediar en esos conflictos y establecer prioridades de acción.

Moreras, en proceso de búsqueda

El barrio de Moreras es el que se encuentra más rezagado en la aplicación del plan. «Mucho ruido y pocas nueces», lamenta Ana Muñoz, presidenta de una de las asociaciones de vecinos, cansada de que los años pasen y persistan las mismas reivindicaciones. Según los impulsores del plan, la formación del grupo motor está siendo más lenta en este barrio, del que aún no han surgido los liderazgos capaces de implicar a un número importante de voluntarios implicados con el proyecto. «Cada zona tiene su ritmo», coinciden Loyola y Barrios Ignorados, «seguimos trabajando en ello».

El caso de El Higuerón

La situación de Palmeras, Moreras, Guadalquivir y Sur se ha extendido desde el último informe Urban Audit, a otra barriada de Córdoba, El Higuerón-Majaneque-Alameda del Obispo, que figura en el ránking por primera vez. Muchos vecinos han recibido la noticia con sorpresa, entre ellos Lourdes Rubiano, presidenta del Consejo de Distrito de El Higuerón, que pese a ser consciente de que muchas familias han empeorado su situación soecioeconómica por la pandemia, desconoce hasta qué punto esas carencias son tan generalizadas. Lo que sí percibe es el «sentimiento de abandono» del que se quejan los vecinos. «Vivimos en un barrio tercermundista que carece de todo tipo de servicios básicos, desde un centro cívico, que está cerrado, a un centro de salud en condiciones, parques cuidados o policía local que controle la seguridad en la zona», asevera, «tenemos un autobús cada hora y media y el metrotrén sigue parado». La responsable de Cáritas en El Higuerón, Carmen Hidalgo, afirma que las carencias de las familias se han disparado en los últimos tiempos al igual que la demanda de ayuda. «Cada vez tenemos más familias que han caído en el paro, tienen escasa formación y difícil recolocación y han pasado a ser demandantes de alimentos y de ayudas para pagar alquiler o suministros básicos», asegura. Los lunes por la tarde, atiende a las personas que acuden a la parroquia a pedir ayuda. «Cada día se incorporan más», asegura.