Este mes se cumple el centenario de la visita de Alfonso XIII a Córdoba y su célebre discurso en el Círculo de la Amistad. El Rey se lamentaba de las intrigas y luchas políticas que impedían el progreso de la nación. Aquella alocución ha pasado a la historia como premonitoria de los cambios que se avecinaban. El monarca también tuvo palabras para Córdoba, que le acogía con los brazos abiertos, a la que exaltó como una ciudad llamada a destacar por su estratégica posición en la geografía hispana.

Viaje al sur de España

El monarca inició su camino hacía el sur de España en el expreso de Madrid por la Estación Central el 21 de mayo de 1921, para continuar su viaje a inaugurar el embalse del Chorro (Málaga). Al día siguiente se desplazó a la capital malacitana y el 23 pisó nuevamente suelo cordobés, accediendo así a la invitación de Carmen Martel Arteaga, marquesa del Mérito. A las 16.00 horas entró en la ciudad por la carretera que va de Hornachuelos a Almodóvar, deteniéndose en la finca que el marqués de Viana disponía en Moratalla. De allí se dirigió a las instalaciones de la Sociedad Española de Construcciones Electromecánicas, donde le esperaban «lindas muchachas ataviadas con trajes típicos de la tierra». En ellas examinó las fundiciones de cobre, la construcción de motores y otros talleres. A las 17.55 horas se detuvo en el cuartel de San Rafael, recinto en el que se alojaba el Regimiento de Artillería. Posteriormente se trasladó al chalet del Tiro del Pichón. Allí lo aguardaban los miembros de la Real Sociedad de Tiro para participar en una tirada consistente en abatir cinco aves.

Tras esta cita (20.00 horas), el soberano se atavió con el uniforme de capitán general, emprendiendo viaje al centro urbano. Visitó la Casa del Niño acompañado por una comitiva del patronato y las religiosas encargadas de la institución, recorriendo también las dependencias de la casa junto a su presidenta, la marquesa de Santurce.

Más tarde, visitó el palacio de los marqueses de Viana y descansó. A continuación, salió en dirección al Círculo de la Amistad. La fachada del edificio presentaba una espléndida iluminación y de sus balcones pendían bellas colgaduras. A la entrada lo esperaba el presidente del Círculo, Joaquín Trillo-Figueroa Barbero, y varios miembros de su directiva, así como centenares de socios que lo recibieron entre vivas y aplausos.

El rey pasó al Salón Liceo. La banda municipal y el sexteto del maestro Castillo, situados en el patio claustral, interpretaban la Marcha Real. La tribuna dispuesta en el escenario estaba exornada con colgaduras de damasco rojo y, en el centro, sobre un caballete, un retrato de Su Majetad con la bandera nacional. Alfonso XIII presidió la mesa y a su lado tomaron asiento la marquesa del Mérito y Ana de Hoces, esposa del alcalde. Junto a ellas, el infante Carlos de Borbón y demás autoridades. El resto de mesas fueron ocupadas por otras personalidades y socios del Círculo. El número de comensales ascendía a ciento cincuenta. El banquete fue servido por el Hotel Suizo y la carta consistía en «consomé a la reina, salmón con salsa musolina, solomillo mechado a la perigord, espárragos de Aranjuez con salsa holandesa, capones de Bayona en su jugo, crema helada a la vainilla, bizcocho suizo, frutas del tiempo, café, licores y habanos, jerez, copa borgoña, pommery y greno».

El Rey toma la palabra

Al término del festín, tomó la palabra el alcalde para expresar su satisfacción por la presencia del monarca, a lo que añadió que «el amor de la población a su rey estaba sintetizado en el lema de su escudo, el cual reza: muy noble y muy leal al rey». A continuación, cedió el turno al rey, quien, tras los agradecimientos, pronunció un comprometido discurso del que se guarda imperecedera memoria en la Sala Alfonso XIII del Círculo. Según el diario madrileño El Globo, se le encomendó al artista Ezequiel Ruiz «el grabado, en lujosa y artística plancha de plata, del memorable discurso pronunciado por el rey en el banquete celebrado en el Círculo de la Amistad, en su visita el año pasado a esa capital», y cuyo original descansa en el Palacio de Viana.

Se cuenta que sus palabras fueron ideadas en la mansión cordobesa donde se alojaba. Aquella noche, desde el escenario del Liceo, se lamentaba por las intrigas palatinas que impedían el progreso de la nación y afirmó con rotundidad que Córdoba estaba llamada a ser una gran población pero que, desgraciadamente, nada podría culminarse si se convocaban y disolvían las Cortes a la menor oportunidad. Además, los políticos malgastaban su tiempo en luchas de poder. Muchos historiadores consideran aquel discurso un aviso a navegantes que dos años después se materializaría en la dictadura de Primo de Rivera.

Transcribimos parte de su alocución, que tuvo una resonancia universal: «Acertadamente vuestro alcalde ha recordado el lema de ‘muy noble y muy leal’, que escribe Córdoba en su escudo. Ha sido esta ciudad siempre de las más importantes de España, incluso durante la época en que el país estaba dividido en pequeños reinos e igualmente importante en el periodo de la Reconquista (...). Tengo intensa afición al estudio constante de los problemas que interesan a mi país; por eso he podido apreciar que en gran parte de España, y especialmente en Andalucía, son deficientísimos los medios de transporte y que estas deficiencias fueron mayores aún durante la guerra (...). En este momento mi Gobierno tiene presentado al Parlamento un proyecto de verdadera trascendencia sobre este problema. Ahora bien, el rey no es absoluto ni puede hacer otra cosa que autorizar con su firma que los proyectos vayan al Parlamento, pero no puede hacer nada para que salgan de allí aprobados (...). Presenta un proyecto mi Gobierno; lo combaten y cae. Los ministros que suceden a los caídos tampoco pueden adelantar, porque los anteriores se han convertido en oposición. ¡Cómo van a ayudar a quienes los sustituyeron! (...). Con mejoras que tanto significan para Córdoba como, por ejemplo, el ferrocarril directo a Puertollano, hacer navegable el Guadalquivir hasta aquí para barcos de regular calado, lo que permitirá establecer precios de transporte a dos céntimos por tonelada y kilómetro. Si llegan a realizarse, ¿quién podrá competir con esta ciudad, que será el centro de exportación andaluza? Porque a estas circunstancias favorables unirá la feracidad de su suelo privilegiado».

Finalizado el banquete, el rey, junto al presidente del Círculo y sus directivos, visitó todas las dependencias. Según el Diario de Córdoba (24-5-1921), el monarca «quedó gratamente impresionado». Hoy, su busto –inaugurado por la condesa de Barcelona el 24 de abril de 1999– y la copia del discurso recuerdan su paso por esta institución.