Luis Aumente, de 20 años, cursa su primer año del grado de Educación Social en Ceuta, en una delegación de la Universidad de Granada. Sus inquietudes de siempre de ayudar a los demás, de preocuparse por quienes menos tienen, que le llevaron precisamente a estudiar este grado, se vieron llevadas al terreno cuando este lunes asistió en primera línea al desembarco de miles de menores marroquíes que llegaban a nado a Ceuta desde el otro lado de la frontera.

Luis Aumente, universitario cordobés que está ayudando en Ceuta.

Esa primera noche, cuenta, «cundió el pánico» y «la verdad es que sentimos miedo». Él estaba en casa de un amigo y por los grupos de watsapp de la facultad, de amigos, de conocidos, «se insistía en que todos nos encerráramos en las casas porque muchos buscaban sitios para dormir, comida, ropa, y que estaban asaltando y entrando en las casas». Entiende que fueron muchos bulos, desconcierto y miedo ante un primer momento en el que no se sabía muy bien lo que pasaba.

Al día siguiente, «de 40 que somos solo fuimos 9 a clase», explica Luis, porque el miedo seguía y la mayoría de tiendas y negocios no abrieron. «Fuimos a la frontera, que está lejos del centro, en el coche de un amigo, y fue brutal lo que vimos», lo mismo que el deambular de muchos niños por la calle sin nada, con lo puesto, en parques y jardines. Entonces, los jóvenes universitarios no se lo pensaron dos veces. Se fueron a un supermercado y con su dinero compraron los ingredientes para hacer bocadillos. «Este miércoles repartimos más de 70 bocatas con los chicos y chicas de mi clase», relata Luis Aumente. «Y nos impresionó su generosidad porque alguno nos decían que estaban llenos, que se los diéramos a otros que les hiciera más falta». Hasta una sudadera le regalaron a un chiquillo muerto de frío y mojado.

Estudiantes universitarios, entre ellos un cordobés, repartiendo bocadillos a menores marroquíes en Ceuta. Córdoba

El joven reconoce la gran labor que está haciendo Cruz Roja, con un gran número de voluntariado que se está volcando. Ahora, dice, «en Ceuta la sociedad está partida en dos, los que nos dicen que para qué les damos bocadillos y los que alaban que hacemos una buena labor».