El 23 de mayo de 1991, el día de su alternativa, Juan Serrano Pineda tenía diecinueve años. Yo contaba entonces con diecisiete. Aquel día él comenzó a cumplir su sueño de convertirse en figura del toreo, mientras que quien les habla, a las puertas de los exámenes de Selectividad, mentía diciendo que quería ser abogado. Yo lo que de verdad quería ser era ‘Finito de Córdoba’.

Corría el verano del 1988 cuando desde el teléfono de la cocina escuché un « ¿Te vienes esta tarde a Fernán Núñez? Torea un chaval nuevo con buen aire». Por entonces, uno tenía más afición que posibilidades, y hasta una novillada sin caballos en la que se anunciaban tres desconocidos me parecía la corrida del siglo. Quizás fuera porque ‘Victorinos’ y ‘Campuzanos’ por mayo se antojaban una escasa oferta para un adolescente que cada mañana perfeccionaba su toreo de salón con una toalla de ducha. 

Apenas unos días antes había caído en mis manos una nueva revista taurina (Toros 92 se llamaba) en cuya portada se anunciaba un reportaje con Manuel Benítez ‘El Cordobés’. Esa noche, de vuelta a Córdoba, el triunfo de aquel chaval me recordó el titular de la entrevista con el V Califa: «Córdoba es diferente; cuando uno rompe, arrasa». 

Tributamos hoy merecido homenaje a uno de los nuestros; a uno de esos elegidos que cada treinta años son tocados por la Providencia para engrandecer por el mundo el nombre de Córdoba. 

Reconocemos la trayectoria inigualable de aquel niño que nació en el barrio cordobés de Sabadell. 

Del Juanito Serrano de los carteles en Barberá del Vallés y los triunfos en Isla Fantasía. 

De quien, junto a su padre, recorría cientos de kilómetros por si podía pegarle pases a una becerra.

 El joven que un día lo dejó todo y se vino solo a Córdoba, porque 873 kilómetros no es una distancia que impida cumplir un sueño.

El del debut en Santiponce y el triunfo en El Viso. 

El que un 10 de septiembre de 1988 se quedó con la llave de la Puerta de Los Califas y aún no la ha devuelto.  

El de Valencia y la crónica de Zabala. 

Quien solo perdió sangre la tarde de la cornada de Málaga.

El de el no hay billetes en feria y fuera de ella. 

El de la matinal en La Maestranza y los aves a Madrid.

 El de la lluvia en las Ventas y la posterior Puerta Grande. 

El de «Mamá quiero ir a Mexico», y el « niño tú estás chalao». 

Y el de Tabernero, y Zafiro, y Bondadoso,y Laborador y Doctor. 

Y el líder del escalafón. 

El de los más de 1.500 festejos

El niño que apostó por ser torero, y ganó. 

Pero también quisiera reivindicar, siquiera de forma sucinta, su legado, aún hoy poco reconocido. La llegada de Finito supuso el fin al interregno taurino que se iniciara con la retirada de Manuel Benítez ‘El Cordobés’. Las ferias de mayo que apenas pasaban de un par de festejos se tornaron en largos y exitosos ciclos a los que miraba toda la España taurina. De nuevo en Córdoba los niños querían ser toreros. 

Les daré un dato altamente ilustrativo al respecto. En el periodo que va desde la inauguración de la plaza hasta la alternativa de Finito ( 26 años) 6 fueron las alternativas concedidas en el Coso de Los Califas; en los siguientes 18 años, hasta 14 fueron los cordobeses que alcanzaron el doctorado en nuestra ciudad. 

Asimismo, con lo que bien pudiera llamarse el ‘fenómeno Finito’, nació una nueva generación de aficionados que aún hoy pervive; esa que hemos tenido el privilegio de conocer la gloria de los toreros de Córdoba no sólo por leerla en los libros de Historia.  

Pero esta vida que hoy reconocemos es una historia inacabada.

 Hablar hoy de Finito de Córdoba es hablar del presente.

De su compromiso inquebrantable con una forma de entender el toreo que trasciende lo meramente profesional.

De la fidelidad a un estilo ‘inimitado’ quién sabe si por inimitable. 

Del buen gusto y el cuidado de los detalles, y es que como dijera Juan Belmonte, lo primero para ser torero es parecerlo. 

Hoy, en definitiva, hablar de Finito es ir a la plaza de toros el domingo con ese amigo de juventud que un día se bajó del carro, y que al salir de la plaza te diga en voz baja: «Tenías razón; ahora torea mejor que antes». 

Resultaría interminable una relación exhaustiva de todos los hitos que jalonan la carrera de Finito, de ahí que concluya compartiendo con ustedes una breve reflexión. 

Un torero es --nada más y nada menos-- alguien que jugándose su vida hace más feliz la nuestra. Muchos de los mejores momentos de mi vida – y a buen seguro que de la suya - han sucedido en una plaza de toros, y en ellos Juan Serrano ‘Finito de Córdoba’ ha sido artífice y protagonista, de ahí que solo pueda darte las gracias, Juan.

Un 23 de mayo de 1991, el día de su alternativa, Juan Serrano Pineda tenía diecinueve años, y yo contaba entonces con diecisiete. Él ha cumplido su sueño de convertirse en figura del toreo, y yo continúo faltando a la verdad presumiendo de ser abogado, porque lo que de verdad quería ser.