A Marisa Espinazo le diagnosticaron hace doce años que era alérgica al polen del olivo y al de las gramíneas. En su caso se cumple la doble condición de ser paciente alérgica y a la vez investigadora en el terreno de la alergología. Esta doctora en Química y data manager (técnica) en el Imibic está vinculada a varios estudios que está llevando a cabo el grupo de investigación de Inmunología y Alergia de este instituto, junto con la unidad de Alergia que coordina la doctora Carmen Moreno en el hospital Reina Sofía.

En estos momentos de grandes concentraciones de polen de olivo y gramíneas, Marisa lleva días con rinoconjuntivitis (ojos rojos, llorosos, con mucho picor, con la nariz cogida, y «es algo que molesta muchísimo». A ella le detectaron la alergia en una clínica privada de Cádiz, su provincia de nacimiento. Tiene que seguir un tratamiento a base de antihistamínicos y corticoides, que toma prácticamente todo el año, sobre todo en primavera, aunque de momento no le han indicado ninguna vacuna.

«De pequeña ya presentaba algún síntoma que podía ser compatible con la alergia, pero al vivir cerca de la playa pues allí había menos polen y la situación se mitigaba porque no estaba en contacto con olivos ni con gramíneas. Mi madre y mi hermano también son alérgicos a estos pólenes. Ellos viven en Cádiz y notan menos los síntomas y están más o menos bien controlados con la medicación», expone esta investigadora.

«La primavera de 2020 (por el covid) sobrellevé muy bien la alergia porque apenas podía salir de mi casa. Pero este año sí estoy notando más los síntomas y consecuencias respiratorias, aunque con la medicación los voy controlando», apunta.

Esta técnica del Imibic está trabajando para este instituto y para el Reina Sofía en la realización de estudios para comprobar cómo funciona la inmunoterapia en pacientes alérgicos al polen del olivo y en los que son sensibles al veneno de los himenópteros.

«Estoy desarrollando un método diagnóstico para detectar la alergia al polen del olivo y al veneno de los himenópteros», explica. Este trabajo consiste en aislar distintos tipos de alérgenos para determinar a qué proteína alérgica exactamente presenta sensibilidad el paciente, para así adaptarle mejor el tratamiento que necesite. 

Otros proyectos de este grupo del Imibic y del Reina Sofía persiguen la búsqueda de biomarcadores (proteínas y otro tipo de compuestos) que puedan indicar si se está produciendo una reacción alérgica o si el tratamiento con inmunoterapia va a funcionar de una forma más o menos óptima con un tratamiento concreto. «La tecnología molecular está permitiendo una atención y tratamientos más adaptados a cada paciente», resalta esta investigadora.