La llegada de la pandemia hace más de un año supuso una auténtica revolución. En cuestión de semanas, casi toda actividad paró de súbito y la población se vio abocada a una crisis sin precedentes. Aunque atrás quedó el confinamiento, e, incluso, el covid dio algún respiro, había que asumir una nueva normalidad en la que las consecuencias más graves relucían en la población menos favorecida. Necesidades tan básicas como la alimentación han afectado a un gran número de familias como consecuencia de la crisis sanitaria, pero el compromiso a través de las organizaciones solidarias, con su labor ininterrumpida hasta en los momentos más duros del coronavirus, ha hecho acto de presencia cuando más se necesitaba. En Córdoba, cuatro de ellas, Banco de Alimentos, Cáritas Diocesana, Cruz Roja y la Obra Social San Juan de Dios abren sus puertas para hablar de la labor que realizan en la recogida de alimentos con el fin de atender a los colectivos que más necesitan de esta ayuda.

Banco de Alimentos

«De la noche a la mañana, pasamos de una demanda de 25.000 a 40.000 personas», señala Carlos Eslava, presidente del Banco de Alimentos de Córdoba, que habla sobre los efectos que la pandemia tuvo entre los solicitantes de su labor solidaria. «La gente que obtenía sus ganancias de la economía sumergida o de la hostelería se vio con sus ingresos cortados y tuvo que recurrir al Banco de Alimentos» en un momento en el que ni siquiera los organismos sociales estaban abiertos al público, señala. Con la relajación de las medidas, añade, algunos se fueron «acoplando poco a poco a su vida anterior», pero el número de demandantes continúa siendo alto, con una cifra superior a las 30.000 personas en los últimos meses.

La recogida de alimentos ha sufrido una reconversión en el último año como resultado del covid, volviéndose «complejo» acudir presencialmente a los centros comerciales para continuar con las campañas de recogida. El Banco de Alimentos ha optado por novedosas vías, como la online, para recoger fondos mediante pequeñas donaciones a través de bizum, que se suman a las subvenciones y ayudas obtenidas por empresas y administraciones públicas. Todas la ganancias, señala Eslava, son dedicadas íntegramente a la obtención de productos alimenticios. Ahora, en plena campaña de recogida de alimentos, han acordado colaborar con hasta tres cadenas de supermercados, Piedra, Deza y Super Alcoop, con una duración que se extenderá hasta mediados de mayo. Cada centro comercial se encargará de gestionar los lotes y la colaboración de sus clientes con el proyecto. El proceso, además, cuenta con la ventaja de que son los establecimientos los que traen los productos ya clasificados para su reparto, lo cual reduce el número de voluntarios necesarios para cumplimentar dicha labor en un período donde, «a pesar de la solidaridad», la oferta a veces escasea.

«En general, la demanda de voluntarios ha sido continua y elevada en este último año debido a la pandemia, fundamentalmente porque ha obligado a reducir la plantilla de aquellos en edades avanzadas al ser mucho más vulnerables a padecer contagios», afirma Carlos Eslava. Durante el confinamiento, el cierre de universidades permitió que los estudiantes acudieran al Banco de Alimentos para ofrecer su ayuda, aunque ello no ha impedido que el Ejército tuviera que proporcionar ayuda en la labor de voluntariado del Banco de Alimentos desde finales del año pasado hasta enero del 2021. Aunque esperanzado en lo que vendrá, el presidente del Banco de Alimentos guarda prudencia: «Conforme se vayan regulando las cosas, se irá recuperando la actividad inicial, pero la confianza no se recupera de la noche a la mañana. Mientras ese lecho de desconfianza no se resuelva, todo el consumo y el gasto no va a moverse con demasiada soltura».

Almacenaje de los alimentos en la nave de Cruz Roja. MANUEL MURILLO

Cáritas Diocesana

Con respecto al número de demandantes de ayuda alimentaria, «ha habido un aumento, sobre todo, en los primeros meses y en el momento del confinamiento; hemos duplicado las demandas en toda la provincia, y en muchos casos hasta triplicado», afirma Soledad Crespo, coordinadora de Acción Social de Cáritas Diocesana de Córdoba. Aunque en los últimos meses el número «se ha rebajado algo debido a que hay familias a las que el Ingreso Mínimo Vital les está permitiendo cubrir sus necesidades», continúa siendo elevado y «aún queda mucho trabajo por hacer». Además, añade, la llegada de ayudas sociales complementarias como las políticas de empleo o la Renta Mínima de Inserción Social en Andalucía (Rmisa) son lentas para unas personas a las que esta crisis «ha dejado a las puertas de situaciones más complicadas».

Como respuesta, la organización está impulsando nuevos modelos en el reparto de alimentos y encabeza proyectos que buscan diversificar sus prestaciones mediante servicios de entrega de ropa, calzado o farmacia. «En Cáritas queremos la mejor respuesta y creemos que esto pasa por generar en las propias familias autonomía para que puedan decidir qué alimentos son los que forman parte de su cesta de la compra», comenta Soledad. «Por un lado, estamos atendiendo esta necesidad a través de tarjetas-monedero; por otro, trabajando con nuestros donantes, colaboradores, empresas, colegios y hermandades para pasar del modelo de recogida de ayudas en especie a ayudas económicas». Esta propuesta, englobada en el eslogan «Gracias a ti pueden elegir», pretende dotar de decisión e inclusividad el proceso de alimentación de las familias que lo precisen.

El voluntariado de Cáritas, presente en toda la provincia de Córdoba, fue el encargado de proseguir junto al resto de organizaciones la labor de recogida y entrega de alimentos «en una crisis que, además de sanitaria, fue una crisis social», indica. A ellos se unieron, según señala, los donantes y colaboradores que se involucran en el proceso solidario por una asociación que «ha seguido y sigue trabajando incansablemente para tratar de ofrecer la mejor respuesta a las familias durante la crisis sanitaria». Aún hoy, la organización no desiste en su labor de seguir haciendo llegar ayudas y empoderando a los más vulnerables. «El equipo humano que forma Cáritas seguirá atendiendo y acompañando hasta donde podamos como siempre hemos hecho», sentencia Soledad Crespo.

Cola de personas acuden a Cruz Roja para recibir alimentos. MANUEL MURILLO

Cruz Roja

«La pandemia y los daños colaterales que ha provocado han hecho que muchas familias se encuentren en una situación de extrema vulnerabilidad», relata José Luis Hitos, responsable de comunicación de Cruz Roja. En los meses más duros de la covid-19, la crisis azotó con crudeza tanto a grupos ya de por sí vulnerables como a aquellos que dependían de ingresos diarios para subsistir. «Ya no hay un perfil único. La crisis lo que ha hecho ha sido cronificar a mucha gente que contaba con una situación normalizada. Hay muchas familias monoparentales con hijos a su cargo, pero también hay familias que están en ERTE y cuyos ingresos no les dan para llegar a fin de mes».

Desde Cruz Roja, el reparto de alimentos se ha convertido en una labor esencial para los servicios comunitarios y a la que han recurrido muchos usuarios desde los primeros meses de pandemia hasta ahora. «No es una necesidad tan perentoria como durante el confinamiento, pero aún continúa siendo muy demandada e incluso se ha normalizado», indica. El proceso, además, se realiza a través de una doble misión, pues aparte de atender familias, la institución reparte alimentos a otras entidades que comparten su labor social. En Córdoba y once municipios de la provincia se calcula que en el 2020 la cifra alcanzada en reparto de alimentos por Cruz Roja en colaboración con el Banco de Alimentos durante el Plan de Ayuda Alimentaria superó los 1,2 millones de kilos y atendió hasta un total de 20.000 personas. A esto se le suman las 500 familias que ya de por sí cubre en la capital a partir de un convenio junto con el Ayuntamiento de Córdoba, junto a otros proyectos como el pago de suministros básicos (agua y luz) e hipoteca y entrega de material escolar y sanitario a las familias más vulnerables.

La consecución de esta labor se debe, ante todo, por contar con una plantilla de voluntarios especialmente comprometida con la causa. «Si hay una noticia buena este año y el anterior es que la respuesta solidaria ha sido impresionante», comenta José Luis. «Por suerte o por desgracia, muchas personas tienen más tiempo y han decidido invertirlo para ayudar a otras personas que tienen cerca». En sus casi ciento cuarenta años de existencia, Cruz Roja batía en el 2020 su récord de más incorporaciones a su plantilla para la realización de sus labores de voluntariado, entre ellas, recogida y reparto de alimentos. En la provincia de Córdoba, de unos 5.000 voluntarios inscritos y más de 16.000 socios con los que cuenta actualmente, solo el año pasado recibieron 1.000 nuevos miembros.

Reparto de alimentos en la Fundación San Juan de Dios.

Reparto de alimentos en la Fundación San Juan de Dios. MANUEL MURILLO

San Juan de Dios

«En el año 2020 se han atendido a 820 familias, lo cual significa unas 2.897 personas, y se han repartido en torno a 1.030.625 kilos de alimentos». Así lo asegura José María, responsable del área de Desarrollo Solidario del Hospital San Juan de Dios de Córdoba, que explica cómo la pandemia ha incrementado en todas sus facetas el número de familias a las cuales la fundación otorga su ayuda a través de la Obra Social Hermano Bonifacio. «Se mantienen los perfiles de personas en una situación desfavorable antes de la pandemia, pero han aumentado otros perfiles diferentes de personas en una situación en la que económicamente nunca antes habían tenido que pedir alimentos». Entre ellos, la crisis ha traído consigo familias de sectores como la hostelería o personas encargadas del cuidado de mayores y limpieza a domicilio. «Las tendencias muestran cómo se ha incrementado la demanda todos los meses, con una amplia lista de espera para poder acceder a los servicios que ofrece la fundación», afirma

Como organización asociada al reparto en el Programa 2020/2021 de Ayuda Alimentaria del Fondo de Ayuda Europea para las Personas más Desfavorecidas (FEAD), la mayor parte de las personas que acuden son derivadas de los servicios sociales del Ayuntamiento de Córdoba, en concreto, de Arrabal del Sur, Moreras y periferia. La atención se dispensa de manera individualizada, otorgándoles «apoyo y acompañamiento orientativo y emocional», a través del servicio de voluntariado de la obra social. Junto a las propias compras realizadas por la obra social de productos frescos y otros enseres, las donaciones se obtienen a través de empresas anónimas que preparan los lotes para su envío y proveedores de alimentos cuya demanda aumenta o se reduce en función de las peticiones de ayuda. «Además de la entrega de alimentos», comenta José María, «contamos con un ropero solidario que en el último año ha ayudado a unas 423 familias, servicios ópticos, bucodentales y de farmacia para unas 27 familias y hemos realizado ayudas económicas para el pago de luz y agua y de hipoteca».

El voluntariado, al igual que en el resto de las asociaciones, «ha tenido que reajustarse por medidas de prevención» dado que determinados colectivos de más edad no podían desarrollar su actividad de voluntariado por razones de seguridad y, por lo tanto, han tenido que buscar un voluntariado más joven. Pero, en general, concluye, «ha aumentado la oferta de gente que quiere y desea trabajar como voluntario».