Esta semana Isabel Díaz Ayuso se ha quedado sin Toni Cantó (rodar 7 vidas para este señor fue toda una premonición) y los telespectadores, sin Felipe de Edimburgo (que nos pillaba lejos, pero nos lo había acercado a categoría de abuelo doméstico la serie The Crown que hasta los republicanos más trasnochados vemos con interés antropológico). También nos hemos quedado, y van dos, sin Feria de Córdoba (a lo mejor sí habrá cacharritos, menos mal, qué sofocón, qué haríamos un año más sin el látigo Macareno, el Ratón vacilón y los coches de tope; ¡vamos a chocarnos aunque sea ahí, hombre ya, por dios!); sin vacunas Janssen y sin AstraZeneca, que las tenemos en stand by hasta nuevo aviso de las empresas farmacéuticas en particular y los mercados en general, y casi seguro nos quedamos sin jubilación (a este ritmo, con los nuevos cálculos del Gobierno, la parca nos pilla en el andamio).

Para remate, la Consejería de Salud ha decidido --por nuestro bien, claro está-- cerrarnos los bares y establecimientos de hostelería a las 20 p.m., lo que nos hará deambular con total seguridad a partir de esta noche y como almas en pena buscar botellón de acogida donde guarecernos hasta el toque de queda. Una incomodidad, a estas alturas de la edad, inadmisible.

Para contrarrestar la ristra de cosas que nos ha robado el mes de abril, apunten en la fila de lo bueno que la ciudad de Córdoba dispondrá en un par de meses de presupuesto municipal (el jueves se aprobó de manera inicial y se espera que concluya su tramitación en mayo y entre en carga en junio; más vale tarde que nunca, dirán, y si no lo piensan alégrense al menos de que dejemos de hablarles de ellos algunos días); que tres partidos (Partido Popular, Ciudadanos y Partido Socialista) se han puesto de acuerdo para sacar adelante ese documento y con él los compromisos económicos contraídos con el Ministerio de Defensa para la implantación de la base logística del Ejército (que sí, que sí, que se podía haber sacado el dinero de otro sitio, pero que una modificación presupuestaria de 25 millones hubiera costado bastante más; bien lo sabe la Intervención municipal); o que los sindicatos y la patronal sean capaces de hacerse fotos juntos -el viernes, en el congreso provincial de CCOO- e incluso llegar a acuerdos, como el que ha permitido mantener en este país los ertes (de eso queremos más).

También en el haber de la política municipal debemos incluir como bondad haber superado un pleno más y que se haya aprobado una moción, en la categoría de entelequia quimérica, para convertir la ciudad «en referente y referencia del teletrabajo» mundial.

Esta última cuestión, les confieso, me tiene en ascuas desde que conocí la iniciativa que Ciudadanos llevaba al salón de plenos y que con entusiasmo, unanimidad y quién sabe si alevosía (apunten que las mociones que se consensúan no se debaten, y lo que no se debate ahorra tiempo en las maratonianas sesiones capitulares) han aprobado el resto de grupos municipales. La moción rezaba así --no tomen por ironía lo que es literalidad--: «Sobre medidas para posicionar a la ciudad de Córdoba como referente y residencia permanente para teletrabajadores» a nivel internacional. Casi ná. ¿Qué dicen, que parece un canto al sol? Anda ya, por dios, qué va. ¿Qué piensan, que no es posible que una moción del pleno de una ciudad de provincias convenza al Gobierno de la Nación para que a su vez convenza a varias multinacionales, radicadas pongamos por caso en Reino Unido, Holanda o Alemania, para que a su vez convenzan a sus empleados de que emigren al sur de Europa (sobre todo a partir de junio con nuestros buenos 40 grados), se instalen aquí y teletrabajen desde el Parque Figueroa, Cañero o Ciudad Jardín? ¿Cómo, que no se lo creen? ¿Que no ven cómo podría hacerse realidad? ¿Que pensaban que en el pleno se debatían iniciativas de otra entidad? Ustedes son unos descreídos, fíjense bien. Lo único malo, veo yo, es que al parecer Cs también ha presentado la moción en Murcia -que ya es ganas, entiéndanme, de volver al lugar del crime-- y en no sé dónde más, lo que quizá nos complique la elección. No sé cuándo es la final, pero ya se verá quién gana.