María Luisa Gómez Calero ya es delegada de pleno derecho del área de Casco Histórico, una delegación que ha pasado ya por dos concejalas del PP (Laura Ruiz y Marián Aguilar) y que ahora cae en manos de una independiente, aunque forme parte del grupo de Cs. Más allá de las lecturas políticas que pueda tener la designación de Gómez Calero para esta delegación, existen una serie de retos a los que la edil deberá enfrentarse. La lectura más amplia de la labor al frente de Casco Histórico debe comenzar a hacerse por el principio. Se trata de una cartera que se creó en este mandato y que no ha estado exenta de polémica, ya sea por su dotación económica, por su utilidad o por su verdadera capacidad de actuación para solucionar los problemas del que seguramente es el distrito más conocido de la ciudad.

El presidente del Consejo del Movimiento Ciudadano, Juan Andrés de Gracia, profundo conocedor de la situación del casco histórico, cree que los retos de Gómez Calero no son pocos, pero sí los resume en uno que parece clave: «No depende de sí misma». Y es que si se analiza a fondo la situación, aquellos problemas endémicos de la zona requieren, o bien de una inversión importante (dinero, como en todo), o de una delegación con capacidad para afrontarlos (personal, sin ir más lejos).

Para hacer frente a los problemas de vivienda, Gómez Calero debe trabajar mano a mano con Vimcorsa, por ejemplo. Para poder actuar en edificios con desperfectos (véase la Puerta del Puente o la plaza de La Corredera) tendría que recurrir a la Gerencia Municipal de Urbanismo. En aspectos relacionados con el turismo, del que este distrito es el rey indiscutible, habría que ponerse de acuerdo con el Imtur.

En cuanto a las necesidades de la zona, más allá de que encuentre un hombro en el que apoyarse cuando quiera acometer ciertas actuaciones, pocas no son. El casco carece desde hace años de vida vecinal. Las asociaciones lo han reclamado en numerosas ocasiones, apenas hay servicios que hagan cómoda la vida en el barrio, y el modelo de presión turística que se ha vivido en los últimos años tampoco ha ayudado a conservar la idiosincracia de zonas como la Judería. Gómez Calero, claro está, no puede cambiar un modelo establecido de la noche a la mañana. Aún así, vecinos y colectivos como, precisamente, el Movimiento Ciudadano, han hablado de un cambio en la política fiscal para quienes vivan aquí (que la vivienda sea más asequible, por ejemplo) o de la creación de servicios escasos, que van desde una zona de esparcimiento deportivo hasta abrir una panadería o una droguería.

Con la salida de Laura Ruiz de la delegación se quedaron proyectos en el aire, algo que la pandemia vino a rematar del todo. No está de más recordar que Ruiz entró en una delegación sin rodaje y con escaso presupuesto. Durante su despedida, ella defendió que su trabajo había ayudado a sentar las bases de un área que el actual gobierno municipal ve más que necesaria.

Noria de la Albolafia, para la que hay planteada una intervención. A. J. GONZÁLEZ

Uno de esos proyectos que se quedó en el aire con la marcha de Laura Ruiz fue el plan de gestión del casco histórico, documento que la Unesco viene exigiendo desde hace años para hacer seguimiento de la declaración Patrimonio Mundial. Se creó una mesa de trabajo que aportó decenas de propuestas. En este aspecto, Gómez Calero tiene trabajo para rato.

Respecto a trabajos más físicos, destacable es el proyecto anunciado para que la noria de la Albolafia vuelva a funcionar. Se consiguió que Endesa fuese la encargada de la iluminación ornamental de uno de los símbolos más reconocibles de Córdoba, pero poco más. El objetivo era iniciar los trabajos en el año 2020, pero la pandemia dio al traste con todo lo previsto.

En esta lista también tienen cabida el plan para eliminar todo el cableado visible de la zona del Casco Histórico (aquí se han hecho algunos adelantos en ciertas calles) o el adecentamiento del Bailío y Capuchinos (también en marcha) .

El zoco municipal

Otro enclave de la zona que es objeto del deseo de turistas y cordobeses es el Zoco municipal. Fue también Laura Ruiz quien anunció un plan de remozamiento de este precioso espacio del casco que incluía arreglar los patios, poner en funcionamiento la fuente, mejorar el aljibe o llevar a cabo labores de pintura. No se llegó a hacer nada porque, de nuevo, vino la pandemia.

La presidenta de la Asociación Cordobesa de Artesanos, Luisa María García, explica a este periódico que más allá de ese lavado de cara que necesita el Zoco municipal también está el dotarlo de actividad. Ahora mismo hay cinco locales vacíos y desde la asociación hacen un llamamiento para fomentar su ocupación por parte de compañeros de otras disciplinas. «Hay que darle vida», reconoce García, que explica que los contactos con el Ayuntamiento se mantienen, pero, sobre todo, a través del Imtur, del que forman parte, y no tanto con esa mesa del Casco Histórico, que está prácticamente parada.

Los retos para Gómez Calero, por lo tanto, son muchos y de distinto calado. La buena sintonía tendrá que ser clave en la gestión que se le encomienda a partir de ahora. Buena sintonía con otras delegaciones, pero también con los colectivos que se mueven en la zona, especialmente los vecinales, cuyo movimiento es uno de los más potentes de la ciudad.