La investigación arqueológica no aporta siempre argumentos incuestionables acerca de la naturaleza, funcionalidad o cronología de los restos que se documentan en una excavación. Por otro lado, las fuentes escritas también pueden presentar carencias a la hora de describir los elementos a los que aluden, sobre todo cuando su intención no es la de identificar un edificio concreto. Se trata en muchas ocasiones de tipos de documentos que van en paralelo y que en pocas ocasiones confluyen o casan de tal suerte que puedan ser claramente relacionados. Pero, sobre todo, en la mayoría de las ocasiones, el problema no reside ni en una (información material) ni en las otras (fuentes escritas), sino que las posibilidades de interpretación quedan limitadas por la mirada de quien las maneja con prejuicios o ideas preconcebidas.

El caso de la historia del solar ocupado por la mezquita aljama puede ser un buen ejemplo de ello. Hasta principios del siglo XX se planteó un esquema muy simplista, según el cual la planta de la mezquita de Abderramán I se levantó muro por muro sobre la iglesia de San Vicente a la que alude el cronista musulmán al-Maqqari, quien, a su vez, toma esta noticia de autores previos: «Los musulmanes expropiaron a los cristianos la mitad de la iglesia mayor que estaba dentro de la medina de Córdoba, bajo el muro, y a la que llamaba Shant Binyant». Esta identificación ha condicionado de manera decisiva la interpretación posterior, limitando la cuestión a la localización, la forma y extensión de aquella iglesia. De hecho, con este objetivo Manuel Gómez Moreno impulsó las excavaciones que realizó el arquitecto Félix Hernández en el interior del oratorio islámico y en el Patio de los Naranjos entre 1931 y 1936.

Evolución

La investigación ha evolucionado mucho desde entonces y hoy, gracias al conocimiento que tenemos del funcionamiento y evolución de las ciudades en época tardoantigua (esto es, entre los siglos IV y VIII), se ha superado con creces este tipo de enfoques tan elementales. En aquellas ciudades que fueron sede episcopal, el espacio en el que el obispo desarrollaba sus funciones litúrgicas, administrativas, económicas, etcétera, se erigía como el centro neurálgico de la ciudad y, por tanto, no estaba dotado de un único edificio. Hoy sabemos que los grupos o complejos episcopales constituían auténticos barrios dentro de las murallas de la ciudad. En ellos, como elementos o edificios indispensables, había siempre una basílica episcopal, es decir, la iglesia mayor o principal -la catedral, por albergar la cátedra o asiento del obispo-, un baptisterio anejo a aquella y un palacio, o varios. En ocasiones había más de una catedral y el conjunto se completaba con otros oratorios o capillas, archivos, edificios administrativos, almacenes, residencias del clero, etcétera. Por tanto, el propio concepto de grupo episcopal implica la existencia de una iglesia mayor.

En el caso de la Córdoba tardoantigua o, más concretamente, la ciudad que es conquistada por las tropas musulmanas a inicios del siglo VIII, la iglesia principal estaba bajo la advocación de San Vicente. Y esta iglesia debió ser la basílica episcopal. Para que se puedan hacer una idea, y asumiendo los evidentes anacronismos en los que incurrimos, no dista mucho de la imagen que puede tener el entorno de la catedral en la actualidad. La iglesia episcopal está rodeada por edificios vinculados a la administración de la diócesis, como el Palacio Episcopal, el seminario de San Pelagio, el Triunfo de San Rafael, las oficinas del Cabildo-Catedral y algunas instalaciones vinculadas con el personal que trabaja en la propia catedral. El conjunto excede los límites de la iglesia mayor y todos, tengan o no una función litúrgica, forman parte del mismo grupo episcopal. Además, estos conjuntos no se construían de una sola vez, sino que son el fruto de un dilatado proceso arquitectónico en el que sucesivos obispos fueron dejando su huella.

Intervención

La intervención arqueológica que estamos realizando en estos momentos en el Patio de los Naranjos pretende documentar con métodos y planteamientos actuales la información que fue registrada parcialmente por el insigne Félix Hernández. Los procedimientos y recursos técnicos no son los mismos, como tampoco lo son las formas de enfocar la cuestión. En nuestro caso no limitamos el estudio a localizar la iglesia que con total seguridad se emplazó en algún punto bajo el edificio actual. Nuestro objetivo es documentar la evolución del sector urbano de Córdoba en el que se instaló el centro de poder religioso en la etapa tardoantigua y que se mantuvo a lo largo de la Edad Media, a pesar de los sucesivos cambios de religión. Las características y entidad de las estructuras documentadas hasta el momento indican que estamos ante uno de los edificios que formaban parte de este complejo episcopal; uno de los muchos que debieron conformar este amplio conjunto monumental.

* Alberto León y Raimundo Ortiz, los autores del artículo, son director de la excavación y arqueólogo del Cabildo, respectivamente.