Josefina le vio los dientes al coronavirus cuando, desde una ventana, tuvo que entregar a una pareja de 70 años lo que necesitaba, sin interrumpir la soledad profunda de su confinamiento. Luego, el virus derribó cualquier barrera anímica desde el cuerpo enfermo de su hijo. La lucha contra el covid-19, entonces, comenzó en México, sin Seguridad Social y con pocas fuerzas. Por eso, cuando Josefina Polo dice “bien estoy para lo que he pasado”, lo hace con razón. “No sabemos lo que tenemos”, insistía mientras contaba los minutos este sábado para celebrar la ausencia de efectos secundarios. Ahora sonríe. Su hijo está sano y que ha sido una de las vacunadas en el centro de salud Poniente, en Córdoba.

Junto al ambulatorio, decenas de personas se fueron turnando en la espera. Hasta 6.200 cordobeses estaban citados para inyectarse el vial de AstraZeneca en los centros de la capital. Josefina llevaba en la cara la alegría por dejar atrás, por olvidar, por respirar. “Esto no es nada con lo que yo llevo puesto”, contaba. Agarrada a su fe toda la vida, ha superado dos enfermedades graves desde niña. Y eso, te cambia “el chip”. 

Por eso, a las puertas de Consultas Externas, en el Hospital Reina Sofía de Córdoba, la vacunación se afrontaba con ganas y confianza. Carmen, de Fuente Palmera, figuraba en la lista de 700 pacientes oncológicos o trasplantados que están convocados este sábado y este domingo, hasta las 15.00, para recibir la dosis de Moderna. “Entre que no andaba y salí andando, y con mi riñón”, expresaba para elogiar a los sanitarios cordobeses. Tras pasar aquella operación, no duda en entregar su brazo a las enfermeras.

A Francisco Serrano, trasplantado de médula, le han citado el 5 de mayo para la segunda. Ahora que tiene al menos una, podrá salir de la casa que no ha dejado atrás “por miedo”. Eso sí, antes de abandonar el hospital, dejaba unas últimas palabras: “A ver si nos enteramos de una vez de la mascarilla. Lo del cinturón de seguridad se hizo hace 50 años y todavía no nos enteramos de que hay que ponérselo”.

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El “cachondeo”, como dicen José Aceitero y Francisco Aguilera, no falta. Y quizás sea esa la mejor señal de tranquilidad. Los amigos, unidos hasta en la vacunación, comentan un vídeo a las puertas del centro de salud Poniente. A Pepe le ha llegado esta mañana un “bulo” sobre efectos secundarios de la vacuna. Claro, cuando pensaba en la aguja mientras desayunaba con el vídeo delante, se le “cortaba” el cuerpo. Paco lo llamaba “aprensivo” y él se recomponía. “Vamos a repetir mañana”, comentaban. “Lo que no sabemos es si vamos a llegar a casa”. Pero, en ese momento, se encontraban bien. Las enfermeras les recomendaron tomar un paracetamol cada seis horas -aseguraban-, pero ellos cambian la receta. “Un par de copitas cada dos horas y una de boquerones en vinagre”.  

Entre tres o cuatro enfermeras, el centro, ubicado en pleno barrio de Poniente, ha inoculaba aproximadamente una vacuna por minuto o cada dos minutos. Sin colas, sin esperas, los vecinos se fueron sucediendo. Todo comenzó con una llamada para confirmar la cita y acabará, el 2 de julio, con la segunda dosis. Además, según fuentes del equipo sanitario desplegado, no se estaba registrando ningún efecto adverso en los pacientes. Así, conforme iban llegando, se les inoculaba. Incluso dos horas antes, como es el caso de Mari Carmen Cabanillas, quien alababa el proceso: "Genial, super bien organizado".