No son estos buenos tiempos, desde hace un año, para nadie. Pero para la hostelería especialmente. Los responsables de los negocios se asoman cada mañana a través de sus persianas bajadas para ver si se despeja el horizonte permanentemente enmascarado por una pandemia que se resiste a marcharse. Es una más de las muchas vicisitudes a las que estos negocios construidos a base del trato personal tienen que hacer frente para salir adelante. De ello saben bastante en el emblemático y posiblemente más conocido fuera de Córdoba de todos los restaurantes de la ciudad, de la que ha sido emblema gastronómico durante décadas. El Caballo Rojo ha visto cómo la efemérides hoy de su cincuenta aniversario en su actual ubicación se está viviendo de una manera agridulce. Por un lado, con la satisfacción y el orgullo de saber que la figura, el trabajo y el prestigio con que dotó el fundador, Pepe García Marín, a este rincón frente a la Mezquita Catedral, siguen estando intactos. El Caballo Rojo permanece como punto de referencia en la gastronomía cordobesa y andaluza. La de arena la pone la situación de incertidumbre que atraviesa el sector que está provocando que éste y otros muchos negocios se muestren recelosos a la hora de abrir sus puertas. 

Quizás el pensamiento que fluye por la cabeza de los actuales responsables, que han tomado el testigo al tristemente desaparecido empresario en enero del año 2018, sea que cuando se abra el Caballo Rojo será para poder dar el nivel de servicio que se merecen sus clientes. La cena es para disfrutarla sin prisas, sin cierres precipitados, sin mesas incompletas…

Ilustres comensales | Jimmy Carter. expresidente de EEUU, en el Caballo Rojo. CÓRDOBA

El señero restaurante cordobés es el fruto del trabajo desarrollado por José García Marín, quien ya desde joven y con la experiencia de tabernero avezado que le confirió el negocio de su familia, emprendió en San Cayetano su propia y exitosa carrera, en la que contó con su compañera y cómplice María Ortiz. A su ubicación actual, (que parece predestinación ahora observada desde la perspectiva del tiempo, pues los símbolos de la ciudad, como son la Mezquita Catedral y el propio Caballo Rojo, parecen estar obligados a sentirse cerca) llegó la familia García Marín hace 50 años. El 5 de abril de 1971, después de haberse ganado la fama y el prestigio, primero en la citada taberna y más tarde en el negocio que abrieron en la calle Deanes.

Hasta tal punto es identificativo de la ciudad de Córdoba y su cultura el Caballo Rojo que no ha habido mandatario nacional o extranjero que en su paso por la ciudad de los califas no haya degustado los platos surgidos de los fogones de este templo gastronómico. Una cocina tradicional, con raíces familiares e históricas, pero, en su momento, osada y atrevida. Recuperar los sabores, los olores y las maneras de la cocina mozárabe en Córdoba, pese a lo natural que pudiera parecer, fue todo un salto mortal hacia su futuro y su consagración como un grande entre los grandes cocineros de España. Con Pepe el del Caballo Rojo viajaba su cocina, pero viajaba también su Córdoba, su gente y su historia. Y cuando algún dignatario mundial o alguna estrella del mundo del cine, del deporte, de la tauromaquia o del arte salía por el patio que mira a la Mezquita y al río, lo hacía con la seguridad de que ahora sí que había visitado Córdoba.

El Caballo Rojo lleva 50 años recibiendo, con su rampante figura, desde la calle Cardenal Herrero a cuantos cordobeses y visitantes han querido conocer Córdoba desde el paladar. Por ahora son 50 años, que dan para mucho y para dar mucho, que es lo que desde la casa de García Marín se ha hecho por Córdoba, dar nombre, conocimiento, entrega, sabor y disfrute a la vida. Esta que ahora se nos presenta enmascarada y esquiva. Pero a la que siguen esperando, como tantas veces y a tanta gente, en el Caballo Rojo.