Desde el 14 de marzo de hace un año las persianas de estos negocios no se abren y de momento así van a seguir. El de la moda flamenca es uno de esos sectores que más está padeciendo la pandemia. En estos meses de temporada alta para ellos, basta con darse una vuelta por los polígonos industriales donde suelen operar en su mayoría, para ver un «cerrado temporalmente» como mensaje general. Algunos de estos negocios atienden con cita previa a clientas que, como un buen perfumen, nunca te abandonan. La Peineta es una empresa familiar con una trayectoria de 30 años, ubicada en la calle María Auxiliadora, frente al colegio Salesianos. Miriam Torrecilla está al frente del que es «el único sustento familiar que tengo». Heredado de su madre, que fue quien lo montó, hoy es ella quien se ocupa de un acogedor local, donde prima la cercanía con sus clientas y un trato personalizado, igual que sus diseños, y que está dedicado 100% a la moda flamenca, por lo que «no cabe reorientarnos porque esto es lo que sabemos hacer bien», apunta. Ni ferias, ni cruces, ni romerías, ni fiestas escolares «que también son socorridas», en este negocio no encuentran razones para mantener la actividad y «la situación es terrible». Confiesa Miriam que pensaban el año pasado, cuando tuvieron que cerrar de un día para otro, que todo mejoraría para junio, pero «nos encontramos que este año estamos igual, sin eventos ni actividades para poder realizar nuestro trabajo».

 En el caso de estos negocios, llegan ayudas pero son, como admite esta propietaria, «muy escasas, yo tengo el negocio cerrado por no hacer un consumo mayor del que tengo, es decir, que la ayuda la dedicamos a pagar impuestos y gastos». Una situación insostenible en la que espera «que ocurra un milagro», que vendría de parte de las instituciones, «abriendo un poco la mano y permitiendo reactivar romerías, por ejemplo, que son al aire libre y alguna otra iniciativa que reanime a nuestro sector». Para Miriam sería muy buena idea seguir el ejemplo de lo que se ha llevado a cabo en Sevilla, «los organismos públicos están alentando a la gente a que salga a la calle vestida de flamenca, porque si vas al Corte Inglés, por qué no puedes ir a un mercadillo flamenco, por ejemplo, o a los patios o incluso a comer a cualquier restaurante, además mayo de por sí es festivo. Hay que intentar que la gente salga vestida de flamenca a la calle y las instituciones nos deberían apoyar». Y es que cualquier pequeño empuje supone un gran apoyo para estas empresas familiares.

La diseñadora y modista Rosa Rojo también se quedó «con cosas empezadas que ahora están en abandono». Con el cierre forzado por el estado de alarma echó el cerrojo a su tienda y a raíz de esa situación señala que por un problema de salud le han concedido una incapacidad, por lo que el local está cerrado de forma definitiva. En su caso, Rosa también confeccionaba vestidos de boda y fiesta, «que también se han quedado colgados, porque atendía a gente de fuera que tampoco pudieron viajar y se quedó todo ahí». Admite que físicamente no se encontraba bien y que tenía a personal contratado que iba haciendo el trabajo, «no ha sido de la noche a la mañana lo de retirarme, pero han venido estas circunstancias que tampoco han facilitado la continuidad del negocio y al final tomé la decisión de no seguir», afirma.

El estrés continuado de las sucesivas presentaciones de temporada y un ritmo vertiginoso «me provocaba un agotamiento que en más de una ocasión me tuvieron que ingresar», dice. De momento se centra en pensar cómo y cuándo podrá liquidar todo el estoc de los modelos únicos diseñados en otros mejores tiempos que ahora quedan en el recuerdo.