La prohibición del acceso del público a un estadio es uno de los castigos más severos que contempla la normativa. Los comités de justicia deportiva clausuran las instalaciones de los clubs que cometen irregularidades graves o registran incidentes violentos. Jugar sin aficionados, una cuestión tradicionalmente vergonzante, se ha convertido sin embargo en uno de los signos de los nuevos tiempos para el deporte. Todos los equipos juegan con las puertas cerradas, en absoluta soledad, como actores sin espectadores. El espectáculo pierde su esencia. El negocio, también. La pandemia del coronavirus no solamente ha cambiado la fisonomía del deporte, sustrayéndole la pasión de la grada y el desborde emocional que lo caracteriza para cambiarlo por unas rutinas sanitarias tan necesarias para preservar la salud como ruinosas para sostener la formidable ficción de la mayor afición de masas del mundo. Sin ingresos en las taquillas y la publicidad menguante, la crisis del covid 19 acabará hundiendo a un buen número de entidades deportivas.

El Córdoba CF, el principal representante deportivo de la provincia, ha notado de modo especial la falta de aficionados en El Arcángel. Sin el aliento en los días de partido -y sin los ingresos de las entradas-, el club blanquiverde ha mostrado una trayectoria errática y sus objetivos de la temporada -que pasan por uno principal: el ascenso- se han ido comprometiendo hasta llegar a una situación crítica. Los fondos del grupo Infinity desde Baréin están permitiendo sostener a una entidad deportiva con una estructura, y sus consiguientes gastos, de una categoría superior a la que actualmente ocupa. No salir de ella de inmediato supone un riesgo absoluto. En Segunda B, y con pandemia, el Córdoba CF es un constante generador de pérdidas económicas. otros históricos de su rango, como el Deportivo de La Coruña, el Racing de Santander, el Hércules de Alicante o el Recreativo de Huelva pasan también por circunstancias dramáticas. Sus crisis deportivas llevan aparejada la falta de ingresos.

Cancha de baloncesto sin el bullir de la competición. FRANCISCO GONZÁLEZ

Existe, además, otro riesgo evidente y posiblemente el más letal de todos: la pérdida del apego emocional del aficionado a sus clubs. Con la televisión como sostén de los campeonatos profesionales -la Primera División, de manera casi absoluta-, los conjuntos del resto de divisiones se han encontrado con un panorama desolador. Sus seguidores no pueden acudir al estadio propio ni desplazarse al ajeno, perdiéndose así la fuerte sensación de pertenencia a una comunidad que es el asidero de los equipos modestos. Además, el seguimiento mediático se reduce a medios locales o plataformas de nuevo cuño -y de pago- como Footters, un canal que emite en directo partidos de Segunda B y Tercera División. Consciente del peligro de perder hinchas, el Córdoba CF -y la práctica totalidad de sus vecinos en la división- suscribió un acuerdo para ofrecer este servicio televisivo con bonificación para quienes se abonaran en la temporada del covid, sin saber si podrían o no asistir a los partidos. En el presente curso, el Córdoba ha disputado más de la mitad de los partidos sin público y ha tenido como máximo 2.500 por un permiso especial el 5 de enero para el partido de Copa ante el Getafe. El resto, con 400. Un panorama desolador.

El nuevo fútbol tras el covid ha perdido atractivo, derivando en un producto sin pasión, sin color en las gradas y con aplausos enlatados. Los aficionados huyen y las nuevas generaciones se muestran más interesadas en consumir otro tipo de contenidos, como los ‘eSports’. Está por ver si todo vuelve a ser como antes. O, al menos, parecido. En la era del coronavirus, el fútbol sí que es un once contra once.

La amenaza latente

Los principales clubs deportivos de Córdoba y su provincia están viviendo un curso marcado por la incertidumbre y la inestabilidad. El Córdoba Patrimonio de la Humanidad, que milita en la Primera División de fútbol sala, perdió con la pandemia su principal activo: la afición. En su estreno en la élite llenó por completo el Palacio de Deportes Vista Alegre y sus partidos registraron un promedio de tres mil espectadores, más de la mitad de ellos abonados a la entidad. Sin el respaldo emocional ni el sustento económico esa impresionante masa social, el Córdoba Futsal se ha visto forzado a recurrir a iniciativas peculiares para lograr ingresos atípicos -venta de entradas simbólicas- y a apretar el capítulo de gastos.

La tesitura no ha sido mejor para clubs en máxima categoría como el Ángel Ximénez de Puente Genil, único equipo andaluz en la Liga Asobal de balonmano, o el Adesal Córdoba, que juega en la Liga Guerreras Iberdrola femenina de balonmano. El respaldo de instituciones y el abrazo de patrocinadores históricos ha sido fundamental para que puedan subsistir.

El deporte popular, tocado

Las actividades en las competiciones de categorías formativas se han visto paralizadas por completo durante muchos meses, rompiendo un entramado en el que coexisten jóvenes, familias, clubs y centros educativos. Poco a poco se han ido retomando los campeonatos, pero sin garantía de continuidad.

La actividad que paró en seco fue el atletismo. Ya va más de un año sin carreras populares, una actividad de gran tradición en Córdoba. Cuando regresen, nada será como antes.