Cualquiera diría que de nuevo las aulas universitarias volvían este miércoles a la presencialidad de las clases teóricas en grupos grandes. Eso sí, con aforo reducido y distancias entre estudiantes. Volvían los alumnos pero no el bullicio, faltaba esa alegría de estudiantes entrando y saliendo, de chicos y chicas por los pasillos, de cafeterías llenas. Este miércoles, en Ciencias del Trabajo, el silencio era casi absoluto. Nadie por los pasillos, pocas aulas con estudiantes y la mayoría en sus casas, siguiendo la clase por videoconferencia síncrona. Regresan sobre todo los de primer curso, mientras que el resto se alterna en subgrupos de unos 30 o 40 alumnos en clase y los demás en casa, desde ese ordenador que se ha convertido en la ventana abierta a la facultad y a sus compañeros.

La Universidad de Córdoba ha sido de las primeras en Andalucía en retomar esta cierta normalidad. Y en concreto, Ciencias del Trabajo, junto a Filosofía y Letras y Etsiam, han sido las únicas facultades en retomar la presencialidad para la docencia teórica este miércoles, tras cuatro meses, desde noviembre, en los que la situación de la pandemia, en plena segunda ola que derivó en la tercera, obligó de nuevo al Rectorado a activar nuevas medidas para evitar la movilidad en lo posible. El resto de facultades, otras 8, teniendo en cuenta al centro adscrito de Magisterio del Sagrado Corazón, empezarán el lunes 15.

Así que en el campus de Rabanales, el mayor de la UCO, solo los estudiantes de la Etsiam retomaban este miércoles las clases presenciales. Según su decana, Rosa Gallardo, de la misma forma que en septiembre, es decir, que los de primer curso acuden todos de forma presencial, lo mismo que los de tercero y cuarto, que tienen grupos de menos de 40 alumnos, mientras que los de segundo, con grupos de más de 50 alumnos, siguen la enseñanza bimodal, la mitad en clase y la otra en casa.

Un curso atípico

Pantallas de ordenador, videocámaras y pizarras forman parte de este curso atípico del covid. “La verdad es que se echa en falta el bullicio”, admite Rosa Gallardo, pues “como se impiden las reuniones en los pasillos y hay tanta normativa que cumplir”, los alumnos que van a clase se vuelven pronto a casa. La decana de Agrónomos reconoce que “la docencia presencial es insustituible”, pues “para el profesor, ver la cara del alumno te hace modular el ritmo de la asignatura y es muy rico interactuar con los estudiantes, que participen”. Y para los estudiantes, dice Gallardo, “es difícil seguir tantas horas por videoconferencia sin perder la atención”. Pero, “podemos seguir así hasta el final de curso, y no se mermaría la calidad de la docencia”.

Pilar Salas, alumna de segundo curso de Relaciones Laborales, la única que pudimos ver por el pasillo de la facultad sobre las 11.30 de la mañana, admitía que “los estudiantes preferimos las clases presenciales” pero “solo nos toca adaptarnos y llevarlo lo mejor que podamos”. Dice que están divididos en dos grupos, y unos van una semana y otros otra. “Una compañera del año pasado se fue a Granada y no ha conocido aún a sus compañeros de este año”, explicaba Pilar, que echa en falta esas relaciones entre compañeros. Además, los problemas técnicos son otro hándicap: “ayer no podía encender la cámara del ordenador, por ejemplo, y los profesores desconfían a veces porque creen que no estamos tan atentos”.

Flexibilidad

La vicerrectora de Ordenación Académica y Competitividad, Soledad Cárdenas, señalaba que la docencia bimodal sigue siendo prioritaria y que las enseñanzas prácticas han seguido siendo presenciales en este periodo de cuatro meses. Sigue habiendo gran flexibilidad y el Rectorado ha permitido adaptar la docencia a las particularidades de los títulos, al número de estudiantes y al aforo de los espacios, e incluso se ha permitido a estudiantes de otras provincias o de municipios de la provincia seguir la enseñanza síncrona desde sus casas. Para el profesorado, que ha seguido dando clase desde la facultad por videoconferencia para sus alumnos, la novedad es que ahora podrá ver de frente a sus estudiantes, que no es poco, y para los alumnos “al haberles dado flexibilidad, entiendo que no deben tener especiales dificultades”, afirmó Cárdenas, aunque entiende que todo este proceso “está siendo duro para todos, ya fue difícil cuando nos tuvimos que ir a casa en marzo del año pasado y estudiantes y profesores hicimos un esfuerzo considerable por mantener el nivel de la docencia, y ahora todos estos cambios suponen una perturbación en el sistema, que hay que intentar amortiguar pero desgraciadamente creo que es lo que nos espera hasta final de curso”.

Así pues, la vida universitaria sigue su curso, que nunca ha parado. La actividad no cesa; grados, másteres e investigación desafían los obstáculos de la pandemia.