Los ciudadanos británicos han decidido divorciarse de la Unión Europea, lo que ha dado pie al exministro José Manuel García-Margallo a analizar, junto a Fernando Eguidazu, el Brexit y sus consecuencias para el contencioso entre Reino Unido y España por Gibraltar en el libro Gibraltar, la segunda rendición (Almuzara) . Y desde su óptica, el europarlamentario del PP sentencia: «Gibraltar es el reflejo del concepto de nación y soberanía».

-A la clase política española parece no importarle demasiado el contencioso con Gibraltar, ¿cree que le viene grande el problema?

-El libro empieza con una cita de Unamuno: «La noluntad nacional». A Unamuno le preguntó un amigo extranjero que qué quería España, y le respondió que España solo quiere que la dejen, y así hasta Dios la ha dejado de su mano. Yo creo que esto responde a una pérdida del concepto de nación, de soberanía, de integridad territorial, que tiene reflejo en Gibraltar, pero también en otros ámbitos geográficos. Es decir, aquí el Gobierno anuncia que va a poner en marcha una mesa de negociación con el gobierno separatista que saldrá de las elecciones de Cataluña para hablar de la autodeterminación, y a nadie parece conmoverle absolutamente nada, cuando eso supondría la disolución de España. En el libro recojo una frase de mi gran amigo Alfredo Pérez Rubalcaba en la que decía «no te empeñes en hablar de la bandera, de la soberanía, porque eso a los míos les parece viejuno, franquista, eso no les pone nada, lo que sí les pone es hablar de paraísos fiscales». Pues bueno, ahora parece que tampoco, porque lo que este Gobierno ha firmado en el acuerdo fiscal que se aprobó hace unos meses es reconocer, beatificar y tolerar por los siglos de los siglos un paraíso fiscal en la frontera de La Línea.

-Hubo una primera rendición, en 1704, con el Tratado de Utrecht, y, según usted, ahora una segunda con el Brexit. ¿Qué ha fallado?

-Permítame que le diga que en la derecha la reivindicación de Gibraltar ha sido una constante histórica y en la izquierda, mientras ha tenido una conciencia nacional, también. Es a partir de Zapatero cuando la izquierda deja de ser una izquierda nacional. Hay una declaración gloriosa de Zapatero cuando dice que «nación es un concepto discutido y discutible». A partir de ahí todo es posible. Ahora, cuando hablo con usted de si nos importa la soberanía de Gibraltar, me temo que el tema de la soberanía española sobre Cataluña sea también un concepto viejuno a amortizar, y hay una parte del Gobierno, que es Unidas Podemos, que habla de una España plurinacional, confederal y con derecho a la secesión por cada uno de los territorios que la integran. Por no hablar del resto de partidos que apoyaron la investidura de Pedro Sánchez, que lo que quieren es pura y simplemente la disolución de España.

-¿Cree que de verdad España ha renunciado del todo a Gibraltar?

-Las leyes europeas se aplican en aquellos territorios cuyas relaciones exteriores sean gestionadas por un Estado miembro. Al irse el Reino Unido, es obvio que esa condición no se cumple, y nos encontramos con un deseo manifiesto de los gibraltareños, en el referéndum sobre el Brexit, de permanecer en el mercado interior, en la Unión Europea, porque de eso viven. La solución que nosotros propusimos era la cosoberanía en materia de relaciones exteriores, para cumplir la condición que los tratados exigen, para que Gibraltar hubiese permanecido en la Unión Europea. Una zona económica especial hubiese podido atraer a las empresas que hubiesen querido fabricar, procesar o manipular gran parte de los bienes que vienen de la zona que más va a crecer del mundo, la de Asia-Pacífico, y habría empresas de Córdoba que querrían establecerse allí, financiadas por la Unión Europea, para crear desarrollo en África, porque si no la inmigración va a ser impresionante. Invertir aquí es algo que Europa sabe que hay que hacer, que va a destinar dinero, y qué mejor sitio para las empresas que quieran canalizar esas inversiones que el Campo de Gibraltar.

-Hablando de cosoberanía, usted refiere en su libro que a Rajoy eso le parecía «meterse en un lío».

-Sí. Yo le dije que la cosoberanía era temporal, de 40 años, que España no renunciaría a la soberanía plena. 40 años, con estas fórmulas de cosoberanía, doble nacionalidad, autonomía y zona de prosperidad común, eso hubiese venido solo. Pero a Rajoy le pareció un lío y yo le dije : «Pero hombre, si lo perdimos hace 300 años y lo hemos peleado en todas partes, no nos lo van a devolver a la hora del desayuno con una caja de bombones. ¡Hay que pelearlo!»

-¿Cree que seguirá siendo un paraíso fiscal o puede cambiar?

-Esto puede cambiar y ese es el quid de la cuestión. Lo que ha entregado el Gobierno español, reconocer que no hay impuestos ni sobre el tabaco ni el alcohol ni el de sociedades creo que la Unión Europea no lo va a tolerar, y entonces a lo mejor es hora de replantearse la solución de la cosoberanía, que, insisto, no es mía, es de Castilla, de Morán, de Matutes, de Piqué... Es decir, de cuando los ministros de Exteriores tenían un cierto patriotismo.

-Critica usted también la irrelevancia exterior de España. ¿Cuándo cree que empezó?

-Yo creo que el Gobierno de Sánchez es un gobierno esotérico, y no en el sentido peyorativo. Es el más débil que ha tenido nunca España y el más fragmentado que existe en la Unión Europea. Y el más heterogéneo, porque están dentro comunistas y populistas, que no son corrientes en estos pagos. Todo eso denota una enorme desconfianza.

-¿Qué remedio, a su juicio, tiene eso?

-Un programa de reconstrucción nacional muy similar al que se hizo en la Transición. Aquí hay que hacer unos pactos de la Moncloa porque hay que renovar, concretamente, la economía española. Es la que más ha sufrido, hemos tenido una recaída del 11%, porque dependemos enormemente de servicios y de turismo, y hay que mantenerlo, pero no podemos depender exclusivamente de eso. Siendo la economía española la que más ha sufrido, el Gobierno es el que menos ayudas ha podido destinar porque no tiene margen de maniobra. Hay que comenzar ese proceso de regeneración, empezando por reformar la Constitución para corregir los defectos que tiene, pero manteniendo lo fundamental, que es la unidad de España, la monarquía parlamentaria, la igualdad en derechos y obligaciones de todos los españoles. En el siglo XXI una nación es un entorno de solidaridad o no es nada. Y a partir de aquí, hágase un Senado territorial, delimite bien las competencias para acabar con este caos que hemos tenido, por ejemplo, en Sanidad, que hay 17 modelos no conectados entre ellos, financiación autonómica, etcétera, todo lo que haya que hacer lo hacemos, y en dos años ese gobierno de concentración nacional, que es el único que puede hacer ese programa de regeneración nacional, se disuelve , como hicimos en el año 1979, y a votar. Y a quien Dios se la dé, san Pedro se la bendiga.