"Yo quiero comentar algo, que tengo la mano levantada". Es Aitor, 12 años, un fanático de la informática. Dice que los animales no pueden estar encerrados, que no se les puede soltar en un circo para hacer reír a la gente. A Zíngara, de su misma edad, le da más vergüenza participar. Pilar activa el micrófono para lamentar que ve a los elefantes cansados. Son tres estudiantes de etnia gitana del colegio Albolafia, en el barrio Guadalquivir, un viernes gris y nuboso de febrero. A ellas se les unen Dolores, Zuleima, Ainara y Soledad.

Todas cursan sexto de Primaria, pero hoy están en diferentes aulas, cada una con su tableta, junto a varias educadoras, debatiendo por videoconferencia sobre arte, libertades humanas y prostitución. Es una de las actuaciones del proyecto que el centro mantiene con la facultad de Ciencias de la Educación de Córdoba: Niñas y niños de etnia gitana en la universidad, compartiendo espacios, construyendo futuro.

Dolores, le gustaría ser esteticista. CÓRDOBA

Ambas instituciones han originado una red cuyos beneficios cristalizan en ambas direcciones. Por un lado, se busca la inclusión educativa de esta minoría étnica (casi el cien por cien del Albolafia). Por otro, el profesorado y el alumnado de la facultad reconocen la cultura gitana y viven la realidad contextual de las familias del barrio, muchas en riesgo de pobreza extrema.

"Es necesario que la sociedad mire a estas niñas de otra manera", insiste Mara Fernández, maestra y jefa de estudios del Albolafia. A veces basta con preguntar. A Ainara le encanta aprender matemáticas. A Zíngara le gustaría ser maestra o abogada. Pilar tiene claro que maestra. Aitor no se aclara: "Político, futbolista, youtuber o profesor de matemáticas". Zuleima y Dolores podrían trabajar juntas como esteticistas. "Se les ha abierto una ventana al mundo".

Salir del entorno, abandonar la comodidad de lo conocido y compartir espacios es lo que hacen los estudiantes de Educación Social, Infantil y Primaria, que una vez a la semana se desplazan al Albolafia para formar parte de las actuaciones educativas de éxito, como las tertulias dialógicas o los grupos interactivos. "Van a sentir que aquí también hay gente con ilusión, trabajadora, que no toda la gente de las Manzanas es chunga", desvela Mara.

Zingara quiere ser maestra o abogada. CÓRDOBA

También lo hacen las niñas y niños de etnia gitana, que charlan y debaten con personas ajenas a su círculo y se rodean de referentes positivos. "Ainara estaba emocionada porque una alumna de Australia estuviera interesada en ella". Y lo hacen las familias, como Desiré, la madre de Aitor, que apuesta decididamente por la educación: "Yo sí me imagino a mis hijos en la Universidad, me gustaría que llegaran lejos, pero ante todo que sean buenas personas".

El proyecto busca romper con el aislamiento que sufre el colegio. "Queremos que se proyecten más allá del barrio y en instituciones de primer nivel", observa Ximo Roig, el director. "Las prácticas de segregación al pueblo gitano afectan a su logro educativo", advierte Silvia Abad Merino, coordinadora del proyecto en la Universidad. "Si a esos niños desde pequeñitos no se les ha dado la oportunidad de poder estar en un centro intercultural, si los has metido en un gueto, no han tenido las mismas oportunidades de aprender", añade María Jesús Fernández, de la asociación Kamira, también involucrada en los talleres.

Una educadora social en pleno taller. CÓRDOBA

Las actuaciones no buscan reducir los contenidos pedagógicos, sino todo lo contrario. "Esto se basa en darles acceso a más experiencias educativas; los niños asisten a eventos académicos en el entorno universitario, como seminarios, en los que participan activamente y discuten estadísticas o resultados de investigación, por lo que se enriquece su currículo", insiste Silvia. A su vez, se trabaja la autoestima, "que algunas chicas tienen por los suelos", y las capacidades comunicativas: "Lo primero que te dicen es que no saben expresarse, así que poco a poco les estamos despertando ese espíritu de debate", apunta María Jesús.

La pandemia ha frustrado que por el momento los jóvenes visiten la facultad, pero ha originado un taller de alfabetización digital. "Tener una tableta delante -se las ha proporcionado la Universidad- donde pueden consultar, tener acceso a la vida, al mundo, las está empoderando", anuncia Mara. "Mi hija con su tableta llega a todas partes, pero mis alumnas no podían llegar a ningún sitio. Empezamos a contrastar cosas y les van cambiando sus referencias en cuanto a la veracidad de lo que ocurre en el mundo". La tarea es colosal: "La lucha contra el fracaso escolar empieza en Primaria, eso es clave, y un proyecto como este permite construir esperanza", finaliza Ximo.

Taller de alfabetización tecnológica. CÓRDOBA

Seis niñas y un niño caminan por el patio, de vuelta al aula, con el pantalón algo mojado y sin despegar la mirada de su tableta. Ainara pide permiso para instalarse Snapchat. La maestra no se lo da. No se inmuta, no protesta, la niña sigue descubriendo ventanas, otras realidades, entusiasmada, como si de un juguete se tratara. Solo le queda un dos por ciento de batería. Acelera. No quiere que termine la clase.