«Aguantas lo que te echen porque no te queda otra». Esa es la filosofía de Chari Guillén, madre de dos hijos adolescentes, que recibió en plena pandemia y solo unos meses después de haber perdido a su marido por un cáncer de riñón, que el bultito que se había notado en el pecho era un tumor maligno.

«Llevo desde los 18 años con revisiones anuales porque tengo muchos quistes», explica, «pero a raíz de que mi marido cayera enfermo estuve dos años sin ir». El 14 de febrero del 2020, él falleció, un mes antes de que se decretara el estado de alarma y el covid llegara a nuestras vidas.

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«En julio, empecé a notar el pecho inflamado y un dolor raro, distinto al que había sentido otras veces, así que fui a mi médica de cabecera para pedirle que me hiciera una mamografía, pero me dijo que esperara un poco». Inquieta ante la idea de que ella también tuviera cáncer, volvió dos semanas después y le explicó que llevaba dos años sin ir a revisión por lo que había pasado, así que la derivó inmediatamente para que le hicieran la prueba. «A final de agosto, el mismo día, me hicieron mamografía, ecografía, biopsia y me dijeron que tenía un carcinoma que había que analizar».

El comité decidió reducir el tumor con quimioterapia antes de operar y a mediados de septiembre empezaban las sesiones. «No lo he llevado del todo mal, pero el tratamiento tiene efectos secundarios, se te cae el pelo... y eso después de lo que acabábamos de vivir en casa y con la situación tan excepcional...».

El 15 de enero acabó con la quimio y el 8 de febrero la operan. «Estoy muy contenta con los médicos, no tengo queja ninguna, afortunadamente, todo ha sido muy rápido a pesar de la pandemia, con citas presenciales, no se ha suspendido nada y he recibido un trato estupendo, tanto yo como mi marido cuando estuvo enfermo».

Chari Guillén. CHENCHO MARTÍNEZ

Estrella González fue diagnosticada de cáncer de mama con metástasis hace diez años, justo un año después de perder a su marido por un cáncer. Antes, ya había visto morir por distintos tumores a su padre y a su madre. «Cuando me di cuenta de que tenía un bulto ya había tres y se me había ido al hígado, al pulmón, a la tráquea y a los ganglios», explica, «cuando eso pasó, aún no había cumplido los 50 años y no me hacía mamografías cada año». La cirugía y el tratamiento le permitieron vivir tranquila cinco años y entonces volvieron los problemas. «El cáncer volvió a aparecer en el hígado y poco antes de la pandemia tuvieron que darme radio», recuerda, «después, con el covid ya, me detectaron en una revisión otro tumor en el otro pecho, me radiaron, lo pasé muy mal porque me quemé muchísimo y al cabo de unos meses, en un PET vieron que tenía el hígado lleno». Afortunadamente, ahora estoy con quimioterapia y en la última analítica los marcadores han bajado más de la mitad». Voluntaria de la Asociación Española contra el Cáncer, sigue con su actividad solidaria. «No tengo hijos, solo dos hermanos que también tienen lo suyo, pero ahora con el covid nos vemos menos, así que para mí la asociación es parte de mi familia», explica convencida.

Estrella González. CHENCHO MARTÍNEZ

Alba (nombre ficticio porque sus padres, que son mayores, no saben que tiene cáncer y quiere que siga siendo así) tenía fecha para la mamografía bianual rutinaria a finales de marzo del 2020, pero la pandemia obligó a retrasarla al 16 de julio. «Yo no me había notado nada», comenta, «pero cuando me hicieron la prueba detectaron un tumor de 4 centímetros muy agresivo». El 16 de julio la diagnosticaron, en agosto le comunicaron cuál sería el proceso a seguir y el 21 de septiembre la operaron en Reina Sofía. «No había lista de espera porque los quirófanos de oncología seguían funcionando», recuerda. Como Chari y Estrella, Alba había vivido de cerca el cáncer. «Mi marido murió hace 15 años después de cinco de enfermedad y fue muy duro psicológicamente, para mí y para mi hijo», relata sincera, «siempre me he apoyado en mi familia y pasar por esto en plena pandemia no ha sido fácil, pero es lo que ha tocado, así que procuro estar activa y rodearme de mi gente aunque sea por videollamada». Aunque es socia de la AECC, apenas participa. «Me vengo abajo cuando oigo según qué cosas», asegura, mientras recalca que «la atención de los oncológos ha sido impecable, presencial para las consultas y muy rápida, igual que las pruebas que he necesitado en cada momento, el covid no se ha notado ahí».

Antonia Afán. CÓRDOBA

La experiencia de Antonia Afán, vecina de La Carlota chica que cumplirá 72 años el próximo 28 de febrero, confirma que en Atención Primaria, las revisiones se han seguido a rajatabla. «Hace cinco años, me diagnosticaron mieloma múltiple en la médula», comenta, «me di cuenta porque me puse muy mala, fui al médico de cabecera, me encontraba mal y muy cansada». Tras una analítica, fue derivada a Medicina Interna y los hematólogos le informaron de que lo más aconsejable era un autotrasplante de médula. «Ya han pasado cinco años y aquí sigo», dice orgullosa. Este año, con la pandemia, las revisiones han sido telefónicas. «He ido a hacerme la analítica y el médico me ha llamado y me ha dicho que los resultados estaban bien». Sin embargo, en marzo se notó un lunar extraño en la cara y pidió cita. «Era un carcinoma epidermoide y había que quitarlo, primero me salió uno y luego otro», explica, «las dos veces, me dieron cita en el dermatólogo y al poco, para quitármelos, el primero en Castilla del Pino y el otro, en Los Morales». Según Antonia, para ella lo difícil de la pandemia no ha sido eso «sino vivir aislada, llevo meses sin salir nada más que al médico cuando yo soy mucho de estar con la gente, eso ha sido lo peor».