Juana Herrera es voluntaria en Adeat, una entidad que atiende a toxicómanos en activo, desde 1999, cuando tomó conciencia «de que hay ciertos sectores de población a los que la administración no cubre sus necesidades». En este tiempo, ha compaginado su trabajo en el área de Servicios Sociales del Ayuntamiento con su actividad en Adeat, por lo que ha estado en la primera línea de la pandemia.

Según relata, en la asociación han vivido la pandemia con incertidumbre. «No sabíamos si podríamos adaptarnos a las medidas de seguridad que iban imponiendo y que nos obligaron a dejar de prestar algunos servicios que suponían un alto riesgo de contagio a sabiendas de que este lugar era el más seguro para los usuarios y a modificar nuestra rutina diaria y a reducir tiempos de estancia y atención para dar cabida, dentro de nuestro horario, al mayor número de personas posibles», explica. También confiesa que ha sentido «impotencia ante la avalancha de personas no usuarias que venían a pedir ayuda, sobre todo para alimentación, y a las que no podíamos dar respuesta al contar con recursos limitados y tener que priorizar al colectivo al que atendemos».

El covid la ha enfrentado a sentimientos contradictorios, al «querer tener más presencia y dedicación como voluntaria mientras sabía que ponía en riesgo su salud y la de su familia», pese a lo cual ha seguido al pie del cañón. Esta Navidad, habrá comida especial y un detalle para sus usuarios, todo con aforo reducido mientras espera que el 2021 traiga «lo que le pedimos todos los años: salud y sabiduría».