Hay personas a las que aún les resulta imposible reprimir las lágrimas cuando rememoran lo ocurrido hace una década. Es el caso de Inmaculada Luque, que antes de las inundaciones del 2010 en Córdoba residía con su familia en una vivienda construida en la calle Las Tórtolas, en Guadalvalle, y que después tuvo que empezar de cero en Guadalcázar, tarea que no fue fácil después de perderlo todo. «Nos quedamos sin casa y sin nada, fue nuestra ruina, habíamos invertido todo allí» y «perdimos una vida entera», lamenta, mientras recuerda cómo después de las inundaciones su casa quedó precintada por Urbanismo ante el riesgo que entrañaba. El precinto implicaba que no tenían posibilidad de lograr luz ni agua y ya no pudieron regresar a pesar de sus múltiples intentos. «Nos dijeron», añade, «que nos dejarían volver cuando hicieran el talud, pero no fue así». «Nos amenazaban con multas y con tirar la casa», que, ante ese panorama, quedó «abandonada» y fue desmantelada poco a poco. «Se llevaron todo», asegura, «y dejaron solo los ladrillos».

Una injusticia

A su juicio, lo ocurrido fue «una injusticia», «más de una decena de familias quedaron destrozadas y nadie dio la cara». Inmaculada tiene claro que los desembalses provocaron las anegaciones, pero «nadie se responsabilizó». «Podía haber sido una catástrofe», señala, y «perdimos los que menos culpa teníamos». Para ella sigue siendo muy duro pensar en cómo le cambió la vida de la noche a la mañana. «Han sido años de depresión», ya que «las inundaciones nos dejaron marcados para siempre y mi vida no va a ser igual, nadie sabe lo que pasamos», afirma Inmaculada, que lleva mucho tiempo sin ir a Guadalvalle, «ni quiero saber nada» a pesar de que «fui muy feliz allí». Al principio, «no podía volver», pero luego, «cuando nos avisaban de que nos estaban robando, íbamos dos o tres veces a dar una vuelta e, incluso, pusimos denuncias» hasta que dieron la casa por perdida convertida prácticamente en ruina.

Cuando el agua anegó sus vidas, Inmaculada y su familia llevaban apenas dos años en la vivienda, que construyeron en el 2008, un año después de comprar los terrenos. «Cuando la construía, pasaba la Policía Local y nadie nos dijo que aquí no se podía ni pararon la obra», afirma. Antes, asegura, «fuimos a preguntar a Urbanismo si había riesgo de inundaciones». Además, añade, «estuvimos dos años pidiendo a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir la limpieza del cauce y no nos hicieron caso». Todo es ya un mal recuerdo que jamás olvidará.